Hace 51 años el gobierno de los Estados Unidos, alegando que intentaría salvar las vidas de los ciudadanos norteamericanos residentes en la República Dominicana, intervino militarmente en nuestro país, mancillando la soberanía que como pueblo libre habíamos adquirido varias veces, tanto frente a los tiranos que nos habían gobernado y atropellado como frente a poderes extranjeros que habían buscado formas de controlar nuestra economía y el sueño de nuestros libertadores.
El recuerdo de ese acontecimiento, pese al más de medio siglo transcurrido, se mantiene vigente y estimula las ansias de libertad del pueblo dominicano. Hace 100 años, precisamente en 1916, tropas militares de los Estados Unidos habían intervenido militarmente en territorio dominicano, esa vez alegando garantizar el pago de los préstamos adquiridos por empresas de ese país, contraídas por el gobierno dominicano.
La intervención militar de los Estados Unidos en los asuntos dominicanos, dos veces en un mismo siglo, fue el resultado de una etapa de expansión del imperio del norte y la época del criterio extendido en los gobernantes norteamericanos de que debían proteger estratégica y militarmente lo que denominaban su patrio trasero, en donde nos encontrábamos países del área de Centroamérica y el Caribe. Hubo en aquellos momentos intervenciones militares de los Estados Unidos en Haití, en Nicaragua y otras naciones.
Los tiempos han cambiado, pero la historia no debe olvidarse. Estados Unidos se ha comportado como el fortachón del barrio, ha abusado de su poderío e intimidado con frecuencia a quienes ha querido, en procura de que se haga lo que él desea. Sigue siendo el imperio, en un mundo unipolar, pero más diverso y con más reglas, con una comunidad internacional más activa y celosa de los aspectos de soberanía de los países,
El recuerdo de la intervención militar de los Estados Unidos, con su sabor a retama, es también motivo del recuerdo de los patriotas que decididamente ofrendaron sus vidas por la protección y defensa de la patria, los que no se ocultaron cuando las calles enmudecieron con la entrada de los tanques norteamericanos por las calles de Santo Domingo el 28 de abril de 1965. Esos patriotas perviven en el recuerdo, como siguen viviendo el destituido presidente Juan Bosch, el líder de masas más carismático que ha tenido la República Dominicana, José Francisco Peña Gómez, y por supuesto, el militar heroico, el más valiente y consagrado que pudo su pecho en el lado occidental del Puerto Duarte, para demostrar que aún había patria y que el retorno de la constitucionalidad era posible: Francisco Alberto Caamaño.
Que viva el recuerdo de esos héroes en esta fecha luctuosa de la intervención número dos en el siglo XX por parte de Estados Unidos en la República Dominicana.