Se cumplen 175 años de la proclamación de nuestra separación de Haití. En vez de proclamar nuestra independencia de un imperio, como el español, el portugués o el inglés, lo hicimos batallando contra los esclavos traídos de África por los europeos, y sus descendientes, que lucharon contra la esclavitud y proclamaron la primera República Negra en el continente americano.
Queríamos ser independientes, y lo conseguimos, y conservamos el idioma de los colonizadores españoles, y la religión católica, y muchas de sus costumbres, porque una gran parte de los que lucharon por nuestra soberanía eran descendientes de españoles, además de católicos, salvo algunos mulatos, y rápidamente tuvimos que dejar claro que no se restablecería la esclavitud, sino que seríamos ciudadanos de un nuevo país, libre, independiente y soberano.
Fue una batalla ardua y trágica. Uno de los principales generales de la independencia nos traicionó, y nos anexó al reino de España, y nos hizo súbditos de la corona, a cambio del título de El Marqués de las Carreras para Pedro Santana. Recuperamos la independencia, tras derrotar al ejercito español, y evitamos la anexión a los Estados Unidos. La lucha del pueblo dominicano no se ha detenido y ahora luchamos por alcanzar desarrollo, bienestar, libertad, derecho a la educación digna, al trabajo, a los servicios con calidad, al menor endeudamiento externo posible, que es uno de los lastres de la dependencia.
En honor de los héroes de nuestra separación de Haití, en honor de los restauradores, en honor de los soldados que se forjaron al calor de cada batalla del pueblo dominicano, las nuevas generaciones estamos obligadas a perseguir el bienestar y el progreso, mantener la soberanía, conseguir que ciudadanos dominicanos mantengan la fe en nuestro porvenir, persistan en el trabajo. Nuestras autoridades deben hacer el mayor esfuerzos para ser dignos representantes de las aspiraciones de los libertadores. Que nuestra deuda externa no reduzca al mínimo nuestro soberanía económica, que la corrupción no avergüence a ningún dominicano -porque todos aspiramos a que no exista-, y que los ideales del padre de la Patria, Juan Pablo Duarte, sean la guía que oriente a cada ciudadano de esta media isla.