José Ramón López es, sin duda, uno de los más audaces interpretes de la realidad social y económica de la República Dominicana. Sus textos resultan más que deslumbrantes, pese a que una parte de ellos los escribió a finales del siglo ante pasado, y otra parte la escribió a principios del siglo pasado. Hay que recurrir a sus textos para entender algunos de los fenómenos que explican el comportamiento social, político y económico de los dominicanos.
Por ejemplo, en 1901, en un texto titulad “La asociación”, José Ramón López plasmó algunas ideas que resultan vivas en la actualidad, 116 años después de publicadas.
“Es una desgracia para la República Dominicana el extravío que predomina en casi todo género de ideas. La idea de la asociación, por ejemplo, la idea redentora que hace fuertes a los débiles, que de un centenar de muertos de hambre hace un capital potente, capaz de llevar a la cima cualquier empresa ardua, anda por aquí extraviada y reducida a su más débil expresión. Es un andrajo, en vez de ser, como en otras partes, una urdimbre fuerte, hermosa y elegante”.
Y sigue explicando algo que aún nos afecta mucho, muchísimo:
“El dominicano, salvo raras excepciones, no se asocia sino para conspirar y para bailar. No se conocen en el país, descontadas las escasísimas excepciones, sino agrupaciones que se reúnen para derribar el gobierno a tiros, o para solazarse en la única diversión nacional: el baile”.
Se trata de un texto muy próximo a las reflexiones de Francisco Moscoso Puello, que iba por el mismo camino crítico, cargado de un pesimismo notable, que está muy presente todavía entre los intelectuales y en el conjunto de la sociedad.
Todavía hoy, con el crecimiento económico, tecnológico, político e institucional que se ha registrado en la sociedad dominicana, y los avances en las ciencias y el desarrollo de infraestructuras, en la sociedad dominicana se registra ese concepto de que no sabemos organizarnos, de que no tenemos capacidad para ponernos de acuerdo sobre los grandes temas de nuestro porvenir.
Algunas excepciones confirman la regla, por ejemplo. La Estrategia Nacional de Desarrollo, contenida en la Ley 1-12, y que ha correspondido aplicar al gobierno extendido a 8 años del presidente Danilo Medina. Allí se encuentra la estrategia de nuestro desarrollo con miras al 2030, abordando los aspectos políticos, sociales, económicos, y las dinámicas de evaluación para cada uno de los objetivos que se plantea ese ambicioso proyecto nacional.
Poca gente lo recuerda, no se ha creado ningún mecanismo de seguimiento, diferente o separado del posible cumplimiento que hagan las autoridades oficiales. Cada año, por ejemplo, en abril hay que dar a conocer en detalles los avances en la puesta en marcha de la Ley de Estrategia Nacional de Desarrollo. Los atrasos son notables. Los departamentos no dicen mucho sobre lo que van logrando. Un caso más que sustancial: Los pactos nacionales en educación, fiscalidad y sector eléctrico.
Por tanto, no resulta ocioso volver a los textos del padre del pesimismo dominicano, José Ramón López, que con tanto desenfado y con tanta crudeza abordó los temas de nuestra identidad.
“¿Es la República Dominicana un país civilizado? -se preguntaba en febrero de 1903, para responderse- No hay estadística seria y completa que dé una contestación decisiva, pero de los datos recogibles por dondequiera puédese deducir que la respuesta ha de ser: No”.