Hace más de 40 años que se publicó el primer informe llamado “World Energy Outlook”, de la Agencia Internacional de Energía, con sede en París, que desdel 1989 se publica de forma anual. En el mismo se analiza el crecimiento del consumo energético de la comunidad global y de cómo se satisface la demanda, al igual que sus perspectivas para la siguiente década.
Precisamente la semana pasada fue publicado el informe de este año 2020. En el mismo nos dice que ha habido una caída en la demanda mundial de energía en un 5% en este año, que las emisiones de CO2 relacionadas con la misma descendieron un 7% y que la inversión en esa dirección disminuyó en un 18%.
Es un escenario sumamente alentador, donde el carbón como fuente de energía, apunta a que no regresará a los niveles de uso pre-Covid-19, disminuyendo por debajo del 20% del pastel energético global para el 2040. Otro dato sumamente interesante es la perspectiva hacia abajo de la demanda, pues la misma proyectaba para un crecimiento de un 12% entre el 2019 y el 2030 y sin embargo se prevé que no alcanzará los niveles pre-Covid-19 hasta el 2023, y en un “escenario de recuperación retrasada” tampoco su pico coquetearía con los niveles de consumo del 2019, sino hasta el 2025.
Ahora, no obstante a lo apuntado anteriormente, del sin número de datos e informaciones que nos brinda ese valioso reporte, lo que más me llama la atención es el rol fundamental que desempeñará la energía solar bajo cualesquiera de los posibles escenarios presentados por el departamento de energía con sede en Francia, el cual asegura que el consumo de la energía solar aumentará el 43% de lo previsto para el 2040. Según los expertos, ello se debe a que, de acuerdo con el análisis expuesto, la energía solar es hoy en día 20-50% más barata de lo esperado, lo que me conduce a la inquietud.
Tomando en cuenta el panorama expuesto, entiendo que, si bien es cierto que lo sano y lógico es apostar por energías más limpias y renovables, no es menos cierto que no existen atajos para esta meta. Se necesitan de buenas políticas públicas, de estrategias que se alineen con las presentes y futuras tecnologías, pero sobre todo y hago mucho énfasis en esto, disminuir costos.
¿Por qué los costos? Porque por más genuinas que sean las intenciones y por más conciencia que tome el consumidor, la cruda realidad del comportamiento de la energía solar ha demostrado en los últimos años que el éxito de la misma estará directamente atada a sus precios competitivos. Un ejemplo muy ilustrativo es el estudio realizado por la Agencia Internacional de Energías Renovables, radicada en los Emiratos Árabes, en el que observa que el 56% de la capacidad renovable agregada el año pasado logró costos de electricidad más bajos que las nuevas centrales eléctricas de carbón.
Ahora bien, independientemente de que las proyecciones apuntan a un rol vital de la energía solar y otras energías renovables, no es menos cierto que el aumento de su cuota de mercado dependerá de los siguientes factores: costos y avances tecnológicos.
La sostenibilidad de las energías renovables dependerá de los costos de producción y del costo que se le traspase al consumidor. Se tiene que tomar en cuenta que a través de los años a medida que tome auge la construcción de plantas solares, de la misma manera afectaría la dinámica de oferta y demanda. El factor tecnológico por su lado, de manera irónica, si bien ha ayudado a abaratar el precio de producción de energía solar, a la misma vez los mismos avances tecnológicos, como ha sido el método de “fracking” para extraer gas natural y petróleo, ha servido de catalizador para aumentar la oferta de los mismo en el mercado, implementando en la presión hacia la baja en sus precios.
¿Podrán las energías renovables mantener precios competitivos con la masiva expansión de producción petrolera y gas natural en los últimos 10 años, principalmente en los EE.UU.?, el tiempo dirá. No obstante, lo que sí debemos tener siempre en cuenta es que para bien o para mal, el principal factor para asumir un tipo de energía o no, será qué tan factible sea económicamente para los consumidores.