SANTO DOMINGO, República Dominicana.-El expresidente Hipólito Mejía abogó porque se fortalezca la capacitación de los profesionales de la agropecuaria y por elevar la producción y la productividad del campo dominicano, para reducir el monto de divisas destinado a las importaciones y suplir las necesidades de la población.
Según el ingeniero agrónomo Hipólito Mejía, la República Dominicana disfruta de una gran ventaja por contar la existencia de una población, aun numerosa, dedicada a la agricultura.
Explicó que el gran reto es convertir a los agricultores en productores eficientes, tomando en consideración que en la actualidad los desafíos y necesidades de la agricultura son más complejos y requieren respuestas técnicas muy especializadas.
Para el expresidente y exsecretario de Agricultura, la capacitación de recursos humanos es esencial para situar la agricultura dominicana en el lugar que requiere el país.
“Hablamos no solo de profesionales agrícolas, sino que también se necesita de productores bien capacitados y con dominio de las herramientas mínimas para gestionar su pequeña finca como un negocio”, precisó.
También propuso que se amplien los programas de becas para la formación de técnicos agropecuarios en el país y especialistas de alto nivel en el extranjero, con maestrías y doctorados, tienen que ser retomados como lo hizo cuando le tocó servir al serctor agropecuario desde el Estado.
“Nuestras escuelas de agronomía y veterinaria hay que integrarlas a los planes de desarrollo rural. La mano de obra rural también necesita atención. Mientras el campesino se muda a la ciudad o se dedica al motoconcho, su lugar lo ha ido ocupando la mano de obra haitiana”, precisó Hipólito Mejía.
El aspirante presidencial y dirigente del opositor Partido Revolucionario Moderno (PRM) consideró que se requiere de respuestas basadas en salarios justos, protección social y entrenamiento, a fin de elevar la productividad laboral y hacer de la agricultura un nicho de oportunidades para los dominicanos y dominicanas.
Lamentó que la juventud del campo se exponga a la expulsión de sus comunidades para emigrar a la ciudad, por carecer de la oportunidad de progresar. “Eso no debe ser. Trabajaremos para que nuestros jóvenes tengan oportunidades”, dijo al pronunciar una charla en el Polutécnico Loyola de San Cristóbal, con motivo de celebrarse este 15 de mayo el Día del Agricultor.
A continuación el texto completo de Hipólito Mejía:
Muy buenos días amigos productores agropecuarios
Hoy, 15 de mayo, en nuestro país celebramos el día del agricultor. Mis felicitaciones a todos esos hombres y mujeres cuyo amor al campo y laboriosidad a toda prueba hacen que la agricultura sea, hoy por hoy, una de las actividades económicas más importantes de la nación.
Para celebrar este día he querido hacerlo con una reflexión sobre los grandes desafíos que enfrentan nuestros productores en esta época de globalización y cambio climático.
También, he querido hablarles desde este lugar, el Instituto Politécnico Loyola, como un reconocimiento a los grandes aportes que ha hecho esta institución a la formación de recursos humanos y conocimientos técnicos a favor de la agricultura y la juventud dominicana.
Por ello, reciba señor Rector, Padre José Rafael Núñez, la expresión de nuestra gratitud, hacia esta institución.
Aquí se forjó el carácter que ha acompañado mi ejercicio profesional de agrónomo y de hombre público. La visión y el compromiso con que he desempeñado las responsabilidades que me ha tocado asumir, tanto en el ámbito público como privado, son el resultado de la rigurosa formación técnica y moral recibida en este lugar.
Justamente, fruto de esa formación y compromiso, hoy, día del agricultor, sentimos el deber de plantear estas reflexiones, que buscan responder muchas inquietudes de nuestros productores del campo sobre las dificultades y desafíos que enfrenta el sector agropecuario.
En las frecuentes conversaciones que sostenemos con agricultores y empresarios agrícolas de todo el país, estos se quejan de la falta de rentabilidad de la agricultura, que pierden dinero y que están quebrados.
Que los costos de los fertilizantes, plaguicidas, combustibles e insumos en general son demasiado elevados.
Que las cosechas se pierden por falta de apoyo para su comercialización.
Que la competencia desleal, fruto de las importaciones irresponsables quiebra a los productores locales.
Que la infraestructura rural ha sido penosamente descuidada, los caminos vecinales están inservibles y la mayoría de canales de irrigación se encuentran en estado deplorable por la falta de mantenimiento.
Que los servicios básicos como agua potable, electricidad, salud y vivienda en el medio rural son muy deficientes.
Que los robos en el campo están a la orden del día, por eso dicen que “es mejor no producir, porque se lo roban todo y el gobierno no hace nada por impedirlo”.
¡Ya no aguantamos más! es el grito generalizado del hombre del campo.
Por todo ello, nosotros afirmamos, que en la materia agricultura, los gobiernos del PLD se quemaron en el examen.
Ese desaliento que expresan nuestros agricultores, más la poca atención que recibe el campo dominicano, no se corresponde con la importancia y el significado de la agricultura para el desarrollo presente y futuro de nuestra nación
Para garantizar la seguridad alimentaria, la eliminación de la pobreza y el desarrollo económico incluyente y sostenible de la República Dominicana, el apoyo y la atención a la agricultura son indispensables.
El progreso económico incluyente de un pueblo se logra cuando todos sus recursos humanos están desarrollados emocional, mental y físicamente.
Empecemos por analizar el tema de la seguridad alimentaria ya que la alimentación es uno de los derechos fundamentales de las personas. Por lo tanto, es responsabilidad del Estado garantizar la buena alimentación de sus habitantes.
Aunque la seguridad alimentaria depende de múltiples factores, entre ellos los precios y los ingresos, si se ha encontrado una fuerte correlación entre la capacidad productiva local y la buena nutrición de una sociedad, sobre todo en la población rural que tiene una alta dependencia del autoconsumo.
La FAO estima que 10.4% de la población del país está subalimentada, esto equivale a un millón 100 mil personas desnutridas.
Un estudio reciente realizado por investigadores de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra situó en apenas un 60% el nivel de autosuficiencia alimentaria del país.
La encuesta Latinobarómetro del 2018 encontró que un 36% de los dominicanos dice no tener acceso a suficiente alimentos.
Contrario a lo que las autoridades agropecuarias proclaman, una parte significativa de los alimentos que consume el país se importa.
Aun aquellos bienes alimenticios producidos localmente tienen un alto componente de insumos importados. En el caso de la agricultura gran parte de las semillas, los pesticidas, los herbicidas, las maquinarias, los fertilizantes y nutrientes para plantas son importados.
Con respecto a la producción pecuaria, gran parte del maíz, la soya y suplementos para las formulas alimenticias, así como los productos veterinarios para la crianza de ganado, cerdo, pollo y huevo, son importados .
De acuerdo con las estadísticas de la Dirección General de Aduana durante el año 2017 se importaron bienes alimenticios y materia prima de origen agropecuario por un valor de 3 mil 76 millones de dólares.
Gran parte de la leche y derivados lácteos consumidos en el país son importados. El valor de las importaciones de este renglón en el 2018 fue de 287 millones de dólares.
Cada año, lejos de reducirse la importación de leche, lo que se observa es un acelerado aumento del volumen de leche importada, en detrimento de la producción nacional.
Las importaciones de leche y de quesos, en 2018 alcanzaron cifras records: 40 millones de litros de leche líquida y 36 mil toneladas de leche en polvo, así como más de 36 millones de libras de quesos, montos que duplican lo importado en el año 2018.
En ese mismo año, las importaciones de productos cárnicos y de pesca ascendieron a 391 millones de dólares.
Casi todos los granos para alimento de ganado, cerdos, pollos y gallinas ponedoras son importados; así como también el aceite comestible.
La mayoría de habichuela que consumimos se trae de fuera, llegando a importarse 900 mil quintales en el 2015, equivalente a un 75% del consumo nacional de este alimento.
Lo que ha pasado en el país con la producción de habichuelas es una muestra palpable del retroceso por el que atraviesa nuestra agricultura, debido a la falta de continuidad de los programas de inversión y desarrollo.
Al final de la década de los años setentas e inicio de los ochentas se establecieron en el valle de San Juan de la Maguana varios programas de desarrollo tecnológico, que incluían una estación experimental, un programa de selección y multiplicación de semillas de habichuela con productores escogidos, una planta de procesamiento, y un almacén refrigerado de semillas.
Con la llegada de los gobiernos del Partido de la Liberación Dominicana todos esos programas han ido desapareciendo. Eso es lo que explica que la República Dominicana pasase de ser un importante exportador de frijol negro, a ser hoy importador de más del 75% de la habichuela que se consume.
Esto ha conllevado a la reducción del consumo per cápita de este alimento básico, teniendo un serio efecto en la calidad nutricional de nuestra población.
El cultivo de cebolla es uno de los rubros cuyas áreas de siembra ha disminuido y sus productores están quebrados, debido a una errática política de importación de los gobiernos peledeistas.
El arroz, un caso excepcional
El caso del arroz es diferente y es un ejemplo de que cuando se apoya a un sector productivo se ven los resultados.
El arroz es un cultivo básico en la alimentación del pueblo dominicano el cual es producido por unos 30 mil agricultores, el 45% corresponde a pequeños parceleros de la Reforma Agraria, con parcelas de entre 20 a 75 tareas y el 55% restante de productores de arroz pertenecen al sector privado.
El sector arrocero ha recibido por años un apoyo directo en investigación y desarrollo de variedades, sistemas de riego y drenaje, nivelación de suelos, financiamiento, apoyo a la comercialización mediante pignoración y en algunas ocasiones apoyo a las exportaciones de excedentes.
Por todo este apoyo y una protección arancelaria adecuada el país es prácticamente autosuficiente en la producción de arroz. Una política que es necesario mantener y ampliar para que este sector se mantenga competitivo.
Ahora hablaremos de la pobreza en el medio rural
En la estrategia de lucha contra la pobreza, la agricultura es un arma fundamental. Según un estudio realizado por el Ministerio de Economía y Desarrollo, el 46.1% de los hogares rurales son pobres, los que es casi el doble de la pobreza urbana que alcanza el 24.3%. También la indigencia rural duplica la indigencia urbana.
El país tiene 11 mil 139 secciones y parajes, donde residen alrededor de 2.4 millones de dominicanos, la mayoría sin servicios adecuados de agua potable, salud, servicios sanitarios, energía eléctrica y caminos vecinales.
Esta situación es fruto del abandono y olvido de los gobiernos peledeista, que a pesar de haberse endeudado por un monto superior a los 19 mil millones de dólares en estos últimos15 años, han sido incapaces de invertir, aunque sea una pequeña parte de esos recursos, en mejorar la calidad de vida en el campo dominicano.
Mientras todo ese dinero ha sido malgastado en obras improductivas, gastos superfluos, y mucho ha ido a parar, indebidamente, a los bolsillos de funcionarios, las familias rurales se han visto forzadas a huir a ciudades carentes de oportunidades y condiciones para recibirlas, dando lugar a la creación de los tristes cordones de miseria.
Por ello, la mejor manera de combatir el hacinamiento urbano es desarrollando el campo.
La estructura productiva del campo se compone de un amplio número de pequeñas unidades campesinas y un reducido sector empresarial.
De los 251 mil 916 productores existentes en el país, el 83%, es decir 208 mil 435 productores, tienen en promedio menos de 50 tareas.
La mayoría de estas unidades carecen de títulos, usan muy poco insumos, tienen muy baja tecnificación, carecen de infraestructura y son muy vulnerables al cambio climático.
Esto significa, que un autentico programa de desarrollo de la agricultura y el bienestar de las familias cuyos ingresos provienen del campo, tiene que contemplar el apoyo decidido del Estado, a través de acciones concretas, dirigidas a mejorar la productividad y los ingresos del productor mediante la aplicación de tecnologías y la gestión empresarial.
Se puede ganar dinero en las pequeñas unidades productivas siempre y cuando se apliquen tecnologías y se organice la comercialización. Para ello, se requieren programas reales de apoyo gubernamental.
La obligación del gobierno es aplicar programas para la conversión de cada uno de esos pequeños productores en un micro empresario.
Para ello, se necesitan recursos, sin embargo, lo que hemos visto en los gobiernos del PLD es un estancamiento en los montos que se dedican cada año al sector agropecuario en el presupuesto de la nación.
Obviamente, que el campo no ha sido una prioridad en ninguna de las administraciones peledeistas.
Llamo la atención a las autoridades del sector agropecuario para que no permitan que con el pequeño productor de víveres, granos, hortalizas, frutas, leche y carne, entre otros, pase lo que sucedió con el café, que por descuido de las autoridades, hemos pasado de exportadores, a tener que importar café por valores que en el año 2015 sobrepasaron los 60 millones de dólares.
Es cierto que en los últimos tiempos algunos rubros de la agricultura del país han sufrido los embates de nuevas plagas, pero justamente, para lidiar con estas adversidades es que se necesitan programas efectivos de investigación, extensión y capacitación agrícola.
Desafortunadamente, la inversión pública en estas disciplinas, en los últimos años ha sido muy poca. Esa es una seria retranca para la sostenibilidad de nuestra agricultura.
Aun las famosas visitas sorpresas del Presidente Danilo Medina, que he reconocido que son un buen gesto del presidente hacia los productores que tienen la suerte de recibirlo, no tienen el impacto deseado que necesita el campo debido a lo limitado de su alcance.
Asimismo, las visitas sorpresas debilitan la integración y el funcionamiento de las instituciones del sector agropecuario.
El campo necesita atención los siete días de la semana y no sólo los domingos.
La agricultura puede contribuir más a la generar oportunidades de empleos productivos.
La creación de empleos es uno de los grandes retos de la economía dominicana, El mayor porcentaje de empleos creados en el país, en los últimos años, ha sido en el sector público.
La inversión para generar un empleo en la agricultura es solo una porción del costo para hacerlo en otros sectores.
En los años sesenta, nuestro modelo de desarrollo económico privilegió un modelo industrial para la sustitución de importaciones de productos terminados en base a materia prima y maquinaria importadas financiado por la agricultura vía el control de la tasa de cambio e impuestos, algunos de ellos directos a las exportaciones.
A principio de los ochenta, la estructura productiva del país fue orientada a la producción de servicios, fundamentalmente las industrias de zonas francas y turísticas, el comercio y las finanzas.
Contrario a otras naciones, en las que el apoyo a esos sectores de la economía se hizo en adicción al fortalecimiento de la agricultura, en nuestro país, el surgimiento de esos sectores se hizo sobre el abandono del apoyo a la agricultura.
El encadenamiento agroindustrial necesario para que la agricultura contribuya a la generación de empleos y valor agregado a la economía, que ha sido el paso seguido por muchos países, nunca ha tenido lugar en la magnitud deseada en la República Dominicana.
Debido a la falta de incentivos y pérdida de competitividad, la agricultura redujo su participación relativa en el Producto Interno Bruto de más de un 23.2% en 1970 a 5.7% en 2017.
La mayoría del capital humano profesional y empresarial emigró de la agricultura y la agroindustria a los sectores de servicios.
Al tiempo que la agricultura del país, salvo con algunas excepciones, pasa por un periodo de estancamiento tecnológico, en la mayoría de países las ciencias aplicadas a la agricultura están experimentando avances impresionantes
La agricultura moderna descansa en la biotecnología, la genética, el correcto manejo de plagas y residuos de pesticidas, la robótica y uso de máquinas inteligentes, la automatización de procesos como la irrigación y la aplicación de nutrientes, el manejo post-cosecha y cadena de frio, empaques y muchos otros factores que son determinantes para tener resultados competitivos.
El avance hacia una agricultura con esas características requiere que gobierno y sector privado trabajen juntos en algunos aspectos que considero esenciales.
La innovación tecnológica es uno de esos aspectos. Para tal fin, el sistema de investigación y extensión agropecuaria necesita ser relanzado. El apoyo que recibe el Instituto Dominicano de Investigación Agropecuaria y Forestal (IDIAF), no se corresponde con las funciones y magnitud de sus responsabilidades, si el objetivo es convertir nuestra agricultura en una industria competitiva.
Un campo de investigación que requiere mucha atención en el país es el concerniente a las medidas fitosanitarias y zoosanitarias usadas en la protección de los cultivos y el ganado, ya que la inocuidad de los alimentos es uno de los temas de gran preocupación de los consumidores a nivel mundial.
En nuestro territorio existen numerosas plagas que atacan los cultivos, como son los trips, la mosca blanca y algunos virus, cuyo control no es efectivo mediante pesticidas, los cuales además, tienen efectos residuales muy prolongados y dañinos a la salud humana.
La presencia de residuos tóxicos en los alimentos consumidos se vuelve cada vez más un asunto de salud pública. Ese es un elemento crítico en la calidad e inocuidad exigida por los consumidores, afectando el acceso de nuestros productos a los grandes mercados.
Los métodos biológicos han probado ser más efectivos para el control de muchas plagas, pero se requiere de investigación, que en el país no se está realizando.
Por otro lado, la inobservancia de los controles de residuos de pesticidas puede convertirse en una barrera sanitaria que obstaculice el acceso de nuestros productos a importantes mercados, por eso es necesario poner atención a estos temas.
Lo que se observa es que apenas funciona el 20% del sistema nacional de investigación. Por ello, no hay mayores resultados útiles de la investigación agropecuaria.
Rubros agrícolas claves han sido manejados con incapacidad y no han recibido el apoyo necesario. Los controles fitosanitarios y zoosanitarios son débiles y se observa falta de profesionalidad en esos controles.
Respecto a la investigación agropecuaria podemos concluir que tanto los programas, como los especialistas dedicados a la investigación, reciben muy poco apoyo y estimulo.
Por eso, nos apena tener que concluir que en materia de investigación y controles fitosanitarios los gobiernos del PLD también han reprobado el examen.
La asignación de un mayor presupuesto a la investigación, a la extensión y capacitación es una urgente prioridad del sector agropecuario.
Otro tema relevante es el de la formación de recursos humanos. La República Dominicana disfruta de una gran ventaja como es la existencia de una población, aun numerosa, dedicada a la agricultura.
Ahora, el gran reto es convertirlos en productores eficientes, ya que en la actualidad los problemas de la agricultura son más complejos y requieren respuestas técnicas muy especializadas.
Por ello, la capacitación de recursos humanos es esencial para situar nuestra agricultura en el lugar que requiere el país, hablamos no solo de profesionales agrícolas, sino que también se necesita de productores bien capacitados y con dominio de las herramientas mínimas para gestionar su pequeña finca como un negocio.
También los programas de becas para la formación de técnicos agropecuarios en el país y especialistas de alto nivel en el extranjero, con maestrías y doctorados, tienen que ser retomados como lo hicimos en el pasado.
Nuestras escuelas de agronomía y veterinaria hay que integrarlas a los planes de desarrollo rural.
La mano de obra rural también necesita atención. Mientras el campesino se muda a la ciudad o se dedica al motoconcho, su lugar lo ha ido ocupando la mano de obra haitiana.
Esta situación requiere respuestas basadas en salarios justos, protección social y entrenamiento, a fin de elevar la productividad laboral y hacer de la agricultura un lugar de oportunidades para nuestros nacionales.
Se necesita tecnificar nuestras fincas para que las mismas dependan más de mano de obra especializada que de mano de obra común. De esa manera elevaremos la productividad y el ingreso del trabajador agrícola, al igual que hacemos más humano el trabajo agropecuario.
El campo es la gran reserva humana y moral de la nación. Las naciones desarrolladas cuentan con una agricultura que provee recursos humanos capacitados y moralmente bien formados.
Nosotros, lamentablemente, expulsamos del campo para la ciudad a nuestros jóvenes sin proveerles la oportunidad de progresar. Eso no debe ser. Trabajaremos para que nuestros jóvenes tengan oportunidades.
El financiamiento es un tema central para la agricultura. Estoy consciente que la renovación tecnológica que requiere el campo dominicano necesita más inversión pública y facilidades de acceso a financiamiento privado de mediano y largo plazo.
La mejor manera de promover el acceso al crédito privado es mediante el mejoramiento de la rentabilidad de la agricultura, asi como la creación de un fondo de garantías que respalde los préstamos privados a las actividades agropecuarias.
Igualmente, debemos desarrollar la infraestructura rural. El principal y mayor aporte que debe hacer el Estado al campo y a la agricultura es la inversión en el desarrollo de infraestructura.
Lejos de una política de inversiones en infraestructura para el aprovechamiento de los recursos hídricos, se observa que en el declarado “año del agua”, las políticas del manejo del agua de las presas y los sistemas de riego han sido irresponsables.
El campo y la agricultura necesitan construcción de presas, sistemas de irrigación, nivelación de terrenos, electrificación rural, caminos vecinales y parcelarios, reforestación y conservación de las cuencas hidrográficas, recuperación de los ríos, centros sanitarios, acueductos, mejoramientos de viviendas e instalaciones deportivas, entre otras.
El desarrollo de esa infraestructura productiva es indispensable para transformar el mundo rural. Debido a su alto costo, sólo el Estado está en condiciones de procurar los recursos que se necesitan para costearla.
Además de la construcción de nuevas presas, la rehabilitación de canales y el aprovechamiento de las aguas subterráneas, especialmente para la ganadería, se requiere un nuevo enfoque sobre el uso del agua de las presas.
Colocar la generación eléctrica por encima del uso del agua para la agricultura es una irresponsabilidad. Hay muchas maneras de generar electricidad. En cambio, sin agua es muy difícil que la agricultura prospere.
En lo que respecta al apoyo a la comercialización, es necesario entender que el retorno a la inversión del productor tiene lugar al momento de la comercialización de la cosecha. La sostenibilidad de la agricultura depende de que el productor reciba los frutos de su esfuerzo.
Toda estrategia de desarrollo agrícola requiere de una política de comercialización, con apoyo gubernamental, para evitar la quiebra de los productores, debido a la estacionalidad de la producción, la incertidumbre de los precios y los vaivenes de los mercados.
Desgraciadamente, el Instituto Nacional de Estabilización de Precios ha perdido su esencia. El INESPRE ha sido reducido a una simple entelequia, llena de botellas, fruto del reparto y el pago de favores políticos.
Es necesario recuperar el rol estabilizador de esta institución y ponerla al servicio del productor y el consumidor.
El Merca Santo Domingo, llamado a ser, también, un aliado eficaz del productor, con unas instalaciones formidables para el mercado mayorista y el almacenamiento refrigerado de productos perecederos, no ha cumplido las funciones para las cuales fue construido, debido a la falta de apoyo gubernamental.
Los gobiernos peledeistas no tienen conciencia de la importancia de los programas de apoyo a la comercialización en la agricultura.
Las compras gubernamentales para los programas sociales debemos convertirlas en parte importante del sistema de apoyo al productor agropecuario dominicano, como sucede en la mayoría de países del mundo.
La leche del desayuno escolar y los alimentos de los comedores económicos y planes sociales tienen que ser de producción nacional.
Aunque somos respetuosos de los acuerdos de libre comercio de los que somos signatarios, sabemos que muchos de los bienes agropecuarios importados provienen de países que subsidian sus productores, por lo que nuestro país no puede ser indiferente ante la competencia desleal que ello significa para nuestros agricultores locales.
Lamentablemente tenemos que concluir que en materia de apoyo a la comercialización agropecuaria los gobiernos del PLD también se quemaron.
Hablemos ahora de las exportaciones: Mientras el Tratado de Libre Comercio entre los Estados Unidos y México ha servido para transformar la agricultura mexicana, la República Dominicana ha sido incapaz de aprovechar las ventajas y oportunidades que ofrece el DR-CAFTA en sus 15 años de vigencia.
Las exportaciones mexicanas de productos agropecuarios el pasado año superaron los 32 mil 500 millones de dólares, siendo los Estados Unidos su principal mercado.
La zona de Armería y Murcia en España, exportan casi 7 mil millones de dólares anuales.
El país tiene un gran potencial para la producción de frutas y vegetales. El acceso preferencial de que disfruta el país hacia los principales mercados de consumo, constituye una gran oportunidad para impulsar el desarrollo rural mediante la agroindustria generadora de cadenas productivas, divisas y empleos.
Estoy consciente que para aprovechar los acuerdos como el DR-CAFTA y el Acuerdo de Asociación Económica (EPA) con la Unión Europea entre otros, el país tiene que crear las capacidades internas y externas que le permita ser un suplidor confiable y competitivo.
Está demostrado que los acuerdos comerciales por sí solo no son suficiente para incrementar las exportaciones, hace falta que el país ejecute programas y políticas que contribuyan a producir con calidad y desarrollar la logística que se requiere para llegar a los mercados globales.
Tanto como las empresas, el país como un todo es el que tiene que ser competitivo.
Los logros con el banano, el aguacate, el cacao orgánico, los vegetales de invernaderos y los cigarros son la mejor prueba de que podemos ser competitivos y de que sabemos cómo hacerlo
En el pasado año el país exportó sobre los 50 millones de dólares en aguacate. 204 millones de dólares en banano orgánico, 146 millones de dólares en cacao orgánico y 883 millones de dólares en cigarros y derivados del tabaco.
El ejemplo opuesto es el de la piña. En efecto, después de tener las dos principales empresas del mercado de piña establecida en el país, una política equivocada hizo que ambas salieran y perdiéramos un mercado donde el país puede ser competitivo.
A pesar de que la República Dominicana cuenta con cien mil hectáreas de tierra aptas para producir piña y Costa Rica solo tiene 64 mil hectáreas, nuestro país exportó apenas 4.1 millones de dólares en el 2018 y las exportaciones de piña de Costa Rica al mercado mundial superan los 970 millones de dólares.
Para algunos estudiosos, el potencial exportador de bienes agropecuarios del país supera los 9 mil millones de dólares y en la actualidad solo exportamos alrededor de 2 mil 600 millones de dólares.
Sin embargo, para alcanzar esa meta se requiere de planes de corto, mediano y largo plazo, que se ejecuten de manera sostenida y sin interrupción, en una alianza del gobierno y el sector privado.
Por último hablemos de la importancia de la protección de los Recursos Naturales.
La actividad agropecuaria descansa en el uso responsable de los recursos naturales. Por lo tanto, el gran reto es producir, sin dañar la naturaleza.
El cambio climático ha dejado de ser una teoría y hoy es una realidad palpable que impacta de manera recurrente en la agricultura.
La inestabilidad del clima, los cambios en los regímenes de lluvias y las sequias requieren respuestas puntuales del gobierno dirigidas a contrarrestar los efectos negativos que tienen los fenómenos atmosféricos sobre la producción pecuaria y agrícola.
La protección de las cuencas hidrográficas y los ríos debe ser una prioridad de las políticas públicas.
La aprobación de una Ley de Agua y una Ley de Ordenamiento Territorial, que definan reglas para el uso del agua y los suelos del país, no pueden seguir postergándose.
Amigos productores, señoras y señores
Tengo la convicción de que el país tiene los recursos naturales, humanos y financieros para hacer de nuestra agricultura, una actividad próspera y rentable, ecológicamente sostenible, económicamente competitiva y moralmente incluyente.
Nuestro compromiso es eliminar todo vestigio de corrupción e impunidad que impida llevar a cabo las inversiones necesarias para producir la verdadera transformación agropecuaria de la nación.
Permítanme agradecer, en este día del Agricultor, a los miles de productores agropecuarios del país que con sus iniciativas y esfuerzos mantienen vivo el aparato productivo nacional, a pesar de todas las penurias que políticos irresponsables les hacen padecer.
Finalmente, muchas gracias al Instituto Politécnico Loyola y a todos ustedes, por la paciencia de escucharnos en esta larga exposición.
Muchas gracias