SANTO DOMINGO, República Dominicana.- 3:45 de la tarde. Lunes 19 de enero. El vehículo que trasporta al equipo de Acento reduce velocidad poco antes de abandonar el expreso de la 27 de Febrero, al llegar a la Juan Bautista Vicini esquina París y toparse con el previsible tapón que marca el fin del ágil desplazamiento vial, y el inicio del caos.
Ahí, frente al emblemático edificio de la Cámara de Cuentas, en otros tiempos llamado “huacalito”, pareciera que se pierde todo rastro de aquella “ciudad posible” que promociona la Alcaldía en sus programas e inauguraciones, y brota el “mercado de pulgas” al aire libre más diverso, dinámico, pero también más desconcertante de la capital.
Allí, en plena capital del Nuevo Mundo, se erige también el elevado de la París, estructura que lo cruza palmo a palmo y que a comienzos de la década pasada aportó techo y más espacio “público” aún al tramo más crítico del perímetro, que impone su tumultuoso ritmo entre las calles Jacinto de la Concha y Juana Saltitopa.
Apenas caminamos una cuadra, dimos con Manuel de Jesús Spéncer, quien lleva 38 años vendiendo ropa, equipajes y calzados en la zona, y se nos identifica –carné en mano– como secretario general de la Asociación de Buhoneros del Distrito Nacional (Abudina).
“Tengo nueve hijos, algunos ya son profesionales, y todo ha salido de aquí”, dice Spéncer, uno de los 57 “dueños” de mesas o casetas informales
“Tengo nueve hijos, algunos profesionales, y todo ha salido de aquí”, dice Spéncer, uno de los 57 “dueños” de mesas o casetas informales censados para reubicarlos en la Plaza del Tenis, que construye la ADN justamente a sus espaldas, a la altura de la Jacinto de la Concha, a un costo de RD$13 millones.
Don Manuel piensa que, esta vez, el asunto va en serio, que no correrá la misma suerte de la Plaza del Buhonero que inició el extinto Rafael Corporán de los Santos (1990-94), inauguró Johnny Ventura (1998-2002) y habitan hoy unos cuantos venduteros, en el primer piso.
“Nosotros dialogamos con el síndico (Salcedo) y él entendió que segundas y terceras plantas no son buenas para buhoneros; esta plaza es de un solo piso, y esa va a ser la diferencia con la anterior”, afirma.
“Mire, cuando el doctor Peña Gómez (1982-1986) se hizo un proyecto en la Duarte, incluso ahí en la 27 (de Febrero) quedan todavía mesas de esas; él tuvo buenas intenciones, pero vino Corporán y nos desalojó; Corporán barrió con nosotros”, narra el veterano ropero al confirmar que sí, que “todo el que ha pasado” por la Alcaldía ha hecho o prometido lo mismo, con similares resultados.
Se refiere al “pedacito” de la ciudad que, a simple vista, parece haberle “tumbado el pulso” a Roberto Salcedo desde su ascenso a la Alcaldía del Distrito Nacional (ADN), hace ya doce ininterrumpidos años, en el 2002, tiempo en que el líder citadino del Partido del Liberación Dominicana (PLD) ha anunciado más de una vez –nueve, según el regidor Waldys Taveras– la solución definitiva del “problema” de la París.
La más reciente hace pocos meses, cuando prometió reasentar a los buhoneros en la plaza que construye la ADN a la altura de la Jacinto de la Concha, como parte de un conjunto de obras que incluyen la instalación de módulos de venta bajo el elevado y el acondicionamiento de algunos mercados, a un costo preliminar estimado sobre los RD$400 o RD$500 millones.
La expansión hacia “VillaCón”
Taveras, concejal del opositor Partido Revolucionario Moderno (PRM), señala que lo que comenzó a inicios de los 90 en la José Martí, como un punto de venta de frutas, víveres y vegetales en apenas 50 metros lineales, se ha ido expandiendo sin control alguno, en dirección a “VillaCón”, área comercial del barrio Villa Consuelo, ante la “falta de autoridad y voluntad política” que atribuye a la administración municipal.
“El problema se agrava a partir del 2002, cuando Salcedo empieza a permitir que se ocupe la parte de abajo del elevado (de la París), y después el caos lo llevan hasta donde lo tenemos ahora, en la calle Abreu”, recuerda el ex secretario de la Sala Capitular (1992-2003), hoy Consejo de Regidores.
Si bien contribuyó en algo a descongestionar la vía, el elevado generó bajo su estructura un “espacio residual”, mayores niveles de contaminación, al tiempo que deterioró significativamente el valor de las propiedades residenciales y comerciales, explica Erick Dorrejo, arquitecto urbanista y autor de estudios sobre el tema.
Opina que el “costo político” de afrontar la situación sería menor que los beneficios, particularmente en términos electorales, por tratarse de reubicar, no de expulsar a los ocupantes de un espacio público, en provecho de la colectividad. “Esos son los temas estructurales e históricos que deben ponerse en el tapete, en momentos como ahora que viene la campaña” con miras a los comicios presidenciales, congresuales y municipales del 2016.
Dorrejo considera “evidente que el beneficio de adecentar eso, para quienes están ahí y para la ciudadanía, es mucho mayor que el caos, más cuando es un problema ancestral, en una zona estratégica, de entrada y salida" al área metropolitana.
Contrario a voces como la de Taveras, que favorecen desalojar a todos los ocupantes informales, Dorrejo aboga por proyectos que “potencien” el uso comercial y hasta turístico del área pública, con participación de los buhoneros.
“La solución no es el desalojo, sino un programa donde se identifiquen los intereses en conflicto para llevarlos gradualmente a la legalidad; y en ese trabajo la Alcaldía debe auxiliarse del Gobierno, del sector legislativo, privado, transportista sindicalista… yo vería esto como un gran plan de nación llevado a una escala pequeña”, expone el urbanista, citando experiencias como la recuperación del Centro Histórico de San Salvador.
“Ahí no se podía entrar, era una zona de maras, de mucha arrabalización; la calles estaban cerradas porque la gente las ocupó para poner sus negocios… ¿Qué hizo el Alcalde? Llamó a un Plan de Reordenamiento que consistió en una negociación, y en algunos puntos donde la negociación no se dio, pues metieron gredas, limpiaron, y los primeros meses militarizaron”.
Una oportunidad, más que un problema
El desalojo es una opción que también objeta Héctor Rodríguez Cruz, profesor investigador del Instituto Tecnológico de Santo Domingo (Intec), al describir la “oportunidad” que, afirma, subyace en estas pocas cuadras de la ciudad.
“Nos negamos a llamarle problema, sino la oportunidad de la Duarte con París. Porque ahí hay gente que ha dejado toda la vida, y entonces para organizar esto tiene que hacerse con una planificación comunitaria y participativa, que permanezca” más allá de las gestiones municipales, explica Rodríguez, quien recientemente llevó a cabo una investigación “psicosocial” en la zona, junto a otros especialistas del Intec.
En ese pequeño, pero complejo espacio capitalino hay, según el catedrático, “una pequeña ciudad, una subcultura” donde se manifiestan una “convivencia intercultural” entre vendedores haitianos y dominicanos, y un “emprendedurismo artesanal” que se puede convertir incluso en una atracción turística.
Habla de transformar en un “punto virtuoso” de la ciudad la cotidiana ocupación masiva de las aceras, intersecciones y vías públicas que al caer la tarde, en las horas “pico”, limita a un solo un carril el tránsito vehicular, desplaza hacia la calle a los peatones y deja a la intemperie montones de basura, en las narices de las autoridades.
Tanto Rodríguez como Dorrejo sostienen que una solución sostenible va más allá de alojar a los buhoneros en una plaza, y abogan, en cambio, porque se aprovechen espacios como el área bajo el elevado, donde la ADN tiene en proyecto habilitar alrededor de 95 módulos o puntos de venta.
“La experiencia, nuestro análisis nos muestra que es imposible sacar a las personas de ahí… sería como erradicar un barrio. Lo que se impone entonces, con su participación, es humanizar ese espacio”, apunta el sociólogo.