El desarrollo tecnológico ha tenido sin duda un impacto contrastable en el bienestar de los países y de los consumidores sentido general, que se expresa de manera muy concreta en el precio de muchos bienes y servicios, que se vuelve cada año más bajo.
El economista Nassim José Alemany, de Deloitte, pone como ejemplo de ello el costo que supone hoy día la adquisición de algunos productos y servicios que la gente usan a diario desde un teléfono inteligente o “smartphone”.
Explica que si traemos a precios del año 2015 lo que costaba adquirir esta tecnología cuando salió al mercado, todo el que tiene hoy uno de estos dispositivos hubiese sido considerado un millonario cuarenta años atrás.
Por ejemplo, el teléfono que ahora cuesta de $150 dólares en adelante, nos ofrece mucho más que lo que antes podíamos comprar por casi un millón de dólares, apunta el socio de Economía de la firma consultora en la República Dominicana.
Señala que a nivel local este fenómeno ha tenido también un impacto en otros sectores de la economía. Por ejemplo, todos los empleos, impuestos y salarios que generaban las tiendas de libros, música y alquiler de video, ya prácticamente no existen.
Cita también el caso de los libros, periódicos y revistas que hoy se piden por internet o se descargan de manera electrónica. Asimismo, la música “se escucha gratis en línea, o pagando unos pocos dólares mensuales para tener acceso a prácticamente toda” la producción musical de la historia.
Mientras que los videos, ya sean películas, series o contenido de producción propia, se ven a través YouTube o con servicios de suscripción mensual por unos cuantos dólares.
Definitivamente, “el bienestar del consumidor aumentó” gracias a estos avances tecnológicos, “pero ninguno de esos pagos le genera al país empleos ni impuestos”, como tampoco las aplicaciones que descargamos a menudo, observa el economista.