SANTO DOMINGO, República Dominicana.-Entre los años 2004 y 2012 la economía dominicana creció a una tasa acumulada de 67%, lo que significa que el PIB casi se duplicó. Y aunque después de 2007 empezó a registrar una desaceleración como consecuencia de la recesión internacional, este crecimiento parece no descender del 3%, tasa a la que estima el Banco Central que se moverá la actividad económica del país en este año que finaliza.

Sin embargo, la receta del crecimiento económico dominicano incluye ingredientes que amenazan su salud en el futuro cercano. El más preocupantes es el alto nivel de endeudamiento público al que se ha recurrido para mantener en movimiento una economía cuyos motores internos no la dinamizan lo suficientemente como para sostener la creciente demanda de bienes importados que desde 2004 se intensifica.

Entre 2004 y 2012, por ejemplo, las importaciones nacionales crecieron en 178% (en contraste con el 67% de crecimiento de la economía), lo que significa que la cantidad de divisas que el país debió buscar para pagarlas pasaron de US$5,095.9 millones a US$14,938.8 millones.

Y como dice la máximo: “no hay almuerzo gratis” en economía. Por esa razón las estadísticas del Banco Central sobre la balanza de pagos reflejan un  agrandamiento sistemático del déficit de cuenta de corriente, que consiste en el saldo total entre todo lo que el país le vende al extranjero y todo lo que le compra. Al finalizar el 2012, esa brecha se cuantificó en casi 4 mil millones de dólares, los cuales pudieron ser cubiertos en su mayor parte con más endeudamiento externo.

“El crecimiento del PIB es mucho mayor que el de la población empleada en el país. Esto se explica porque los sectores que hacen mayor aporte al PIB no son los que generan mayor cantidad empleo”

Al compararse esa brecha con las principales fuentes propias de generación de divisas del país, se hace evidente como República Dominicana ha pasado a ser mucho más vulnerables en su sector externo durante los últimos 8 años. Estas fuentes propias de divisas son sus exportaciones de bienes y de servicios (exportaciones nacionales, de zonas francas y turismo) y remesas familiares.

Durante 2012, en conjunto estas tres fuentes sumaron 17,994 millones de dólares, lo que significa que el déficit de cuenta corriente representó el 22% de esas divisas. Pero en ocasiones este porcentaje ha sido mayor, como en el 2008, cuando el comercio internacional se  desaceleró, por efecto de la crisis financiera de los subprimes, que afectó la demanda externa del país. En ese año el déficit de cuenta corriente representó un 30% de las fuentes propias de divisas del país.

En contraste, entre 1993 y 2004, el promedio simple de este porcentaje del déficit de cuenta corriente (con respecto a las divisas de las exportaciones, el turismo y la remesa) fue de 3%, siendo el año 2000 cuando el país llegó a registrar un 10%, pero que es mucho menor al 30% del 2008 y al 22% del 2012.

Esa brecha externa equivale a  la cantidad de dólares que República Dominicana debió buscar en otras fuentes para poder financiar el consumo  registrado y que ha sido superior a sus posibilidades. Estas fuentes alternas, en orden de importancia, son endeudamiento externo, inversiones extranjeras y de cartera (de empresas que se instalan en el país, o por los llamados capitales golondrinas), y donaciones extranjeras. Y cuando esas fuentes alterna fallan, la presión se siente en el mercado cambiario, donde la tasa de cambio sube,  al igual que los precios internos, afectando la actividad económica, el empleo, y la calidad de vida de las personas.

Esto sucedió en septiembre y octubre de 2013, por causa de las alzas de las tasas de interés en los bonos del Tesoro de Estados Unidos. Eso provocó que salieran del país inversiones de carteras (lo que en términos populares se denomina capitales golondrinas), elevando en consecuencia la tasa de cambio en el mercado cambiario dominicano.

El 23 de octubre, en el mismo momento en que el Gobernador del Banco Central, Héctor Valdez Albizu, anunciaba a la prensa que la economía dominicana había crecido 5.5% en el tercer trimestre de 2013, informó además que los 500 millones de dólares de una nueva emisión de bonos soberanos se destinarían a fortalecer las reversas monetarias de esa institución, para así estabilizar la tasa de cambio. O sea, más deuda para tapar la nueva brecha.

Pero el creciente déficit de cuenta corriente viene provocando preocupaciones en  el país. Por ejemplo, en 2008, cuando llegó a alcanzar el 9.9% del PIB (equivalente al 30% de divisas generadas), Manuel Diez Cabral, entonces presidente de la Asociación de Industria de la República Dominicana, en declaración a la prensa, lo llegó a calificar de “inaguantable”, y reclamó medidas correctivas urgentes.

Mientras que en octubre de 2012, el economista Pavel Isa Contreras, del Observatorio de Comercio Internacional, de la Universidad Intec, declaró a la prensa: “La crisis internacional sorprende al país con uno de los déficits de cuenta corriente y de la balanza comercial más elevados de toda la historia reciente”.

En un estudio titulado “Indicadoras seleccionados del desempeño exportador de la República Dominicana. Evaluación de una década”, Isa Contreras explica que a lo largo de la década, 2002-2011, “el valor de las exportaciones reales per cápita de bienes del final de la década no fue muy diferente al de inicio de ella (…) y que el resultado fue que el país perdió la mitad de su participación en el mercado mundial”. Asocia eso con el “significativo retroceso de las exportaciones de confecciones textiles y al hecho de que el crecimiento de otras exportaciones no pudo imprimir dinamismo global a las exportaciones agregadas”. En palabras llanas: el país no pudo sustituir las ventas perdidas de  confecciones de textiles, con las ventas de otros de sus productos.

Aun así, la economía mantuvo un creciente consumo de bienes importados, que en una gran parte financió con endeudamiento externo e interno. Por eso, según los datos de la Dirección de Crédito Público, entre diciembre de 2004 y octubre de 2013, la deuda del sector público no financiero (lo que excluye al Banco Central y otras instituciones públicas financieras) creció en 240%, situándose 22,366.5 millones de dólares, equivalente al 37.2% del PIB.

Pero ese endeudamiento acelerado no se destinó al desarrollo de los sectores productivos, sino a mega obras de cara al sueño del “Nueva York chiquito”, a subsidios como el de la tarifa eléctrica, y a impulsar una estabilidad macroeconómica y un crecimiento económico afincado en el aire, y que castigó el desarrollo exportador de República Dominicana.

Y en el presente, “todavía, la política económica sigue concentrada en lo fundamental en el mantenimiento de la estabilidad macroeconómica, sin preocupaciones de largo plazo, en el tema de las políticas de desarrollo productivo”, declara Isa Contreras en una reciente entrevista en el programa televisivo Uno más Uno. “El desarrollo productivo y el empleo debe estar en el centro de las políticas públicas”, reclama.

Un hecho que para la mayoría de los dominicanos resulta escalofriante, lo reconoce el Ministerio de Trabajo, en su Panorama Laboral 2012: “El crecimiento del PIB es mucho mayor que el de la población empleada en el país. Esto se explica porque los sectores que hacen mayor aporte al PIB no son los que generan mayor cantidad empleo”.

En consecuencia, el crecimiento del PIB ha ido a la par con una creciente informalización de su mercado laboral. Según la encuesta de abril de 2013 sobre el mercado de trabajo, publicada por el Banco Central, la población ocupada perceptora de ingresos en la economía dominicana es de  3,901,280 personas. Pero de esas, solo el 45% está empleado en el sector formal, integrado por las empresas registradas, que pagan impuestos, que incluyen a sus trabajadores en la seguridad social, y que por lo general les reconoce sus prestaciones laborales. En cambio,  el restante, 55% es empleada o auto empleadas  en actividades o empresas no registradas y precarias que no les garantiza nada de eso, excepto ingresos muchos más bajos.

Esa ha sido la realidad de la economía dominicana en la última década: endeudarse para crecer, pero sin preocuparse en el desarrollo productivo y en crear empleos decentes para su gente.

Y de acuerdo a Isa Contreras, pese a algunas iniciativas de apoyo a la agricultura  y las microempresas, el Gobierno de Danilo Medina, en la mitad de su mandato, aún no ha dado “un golpe de timón” para cambiar el rumbo.