Colaboración especial de Cristina Cubero/Directora de Consultoría de Deloitte
Usualmente llegar rápido a un acuerdo es un signo de efectividad; la armonía entre equipos de trabajo al resolver problemas se considera beneficiosa, sin embargo, cada vez más se evidencia que el desacuerdo entre personas y equipos permite una dinámica eficaz para cultivar ideas y conocimientos.
El “descuerdo productivo”, como lo define Deloitte en su entrega Moving from best to better and better de enero 2018, impulsa entre los equipos de trabajo un aprendizaje más rápido y sólido, lo cual permite mejores enfoques e inspirar nuevos análisis y formas de pensar.
El desafío de ideas, el reexaminar los supuestos, el ser crítico para poner a prueba nuestros planteamientos y los de los demás, así como estar abierto a una amplia variedad de enfoques, no sólo entrega mejores soluciones, nueva información, sino que provoca que en persona se estimule y desarrolle una nueva forma de razonar y resolver.
Armonía versus tensión
La diversidad de ideas y posiciones dentro de un equipo de trabajo que se enfrenta a un reto, usualmente crea discrepancias y tensiones, las cuales pueden tener resultados inesperados y positivos. No obstante, en la mayoría de los casos, el deseo de armonía es muy fuerte -estamos conectados biológicamente para reflejar el comportamiento de quienes nos rodean- y con frecuencia está tan adoptado en las empresas que el desacuerdo productivo simplemente no ocurre sin tomar medidas deliberadas para activarlo.
Es preciso fomentar que la perspectiva que se construye, como individuo o como grupo, nunca es única, es clave una mente abierta para considerar otros ángulos y explorar los matices de una situación particular
Un grupo de trabajo que cultiva el desacuerdo y el debate debe buscar lo siguiente:
Energía sobre la armonía, debate sobre el equilibrio. En muchas organizaciones, sobre todo en los países latinoamericanos, la idea de hacer algo que pueda alterar el equilibrio puede parecer completamente contraproducente. Es usual escuchar “no agite las cosas”, “busquemos la armonía”, pero el fomentar un “desacuerdo productivo de ideas” genera finalmente una mayor confianza dentro del grupo que la rápida aceptación de una idea con la que no se está de acuerdo.
Es preciso fomentar que la perspectiva que se construye, como individuo o como grupo, nunca es única, es clave una mente abierta para considerar otros ángulos y explorar los matices de una situación particular. Generalmente hay más en la historia: ¿qué más no sabemos?, ¿qué dato o perspectiva cambia la visión?
Un “desacuerdo productivo” no acepta monólogos o ideas en serie, promueve el cuestionamiento, la curiosidad, la duda como parte habitual de las sesiones; se puede apoyar en técnicas lúdicas – juego, proyectivas- o herramientas como la escalera de la indiferencia que facilita la integración de ideas y negociación.
Impulsar redes de discusión
Plantear una posible solución para abordar un problema o incluso una lista de suposiciones en una pizarra o sitio virtual, puede ser una invitación a los desafíos dentro del grupo. No centre la discusión en el grupo original, ábralo a diferentes actores para incluir piezas clave de desacuerdo.
Aprovechar la diversidad
La diversidad cognitiva no solo es agradable sino exactamente lo que necesita el grupo de trabajo. Es altamente positivo que los miembros del grupo tengan diferentes antecedentes, experiencias, habilidades; esto puede abrir la puerta para que los miembros aporten puntos de vista diferenciales que enriquezcan el análisis.
Muchas empresas están llevando clientes y proveedores a sus mesas de diseño, para ingresar piezas de “desacuerdo” que aviven la discusión.
Cuanto más progrese su organización en el “desacuerdo productivo”, se generarán más tensiones positivas y se alejará de la dudosa armonía; tendrá un equipo con más solidez y confianza y descubrirá un ciclo virtuoso de mayores desafíos. ¿Está en desacuerdo?