SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Los problemas de desabastecimiento de agua de la sociedad dominicana no se deben a la sequía que afecta al país, sino que principalmente tienen su origen en sigue el proceso de destrucción de las cuencas hidrográficas dominicanas, dijo el ex ministro de Medio Ambiente e historiador Frank Moya Pons.
En una charla con motivo de los 15 años de la promulgación de la Ley de Medio Ambiente, el doctor Moya Pons expresó que en la isla siguen cayendo lluvias del mismo modo que caían hace 500 años, cuando llegaron los españoles, pero que ahora hay más personas y también hay menos cuencas.
“Como ejemplo de la conexión entre ese futuro y lo que hace este Ministerio voy a ponerles un solo caso. Un caso que estamos viviendo todos actualmente. Un caso de los muchos que podríamos mencionar si tuviéramos tiempo disponible. Me refiero a la escasez y la falta de agua”. Así inició Moya Pons la referencia al problema de la falta de agua y las cuencas hidrográficas del país.
Estas fueron sus palabras:
La sequía que está golpeando al país y a toda el área del Caribe está mostrándonos un escenario que habrá de repetirse cada vez con mayor gravedad si es que seguimos destrozando las cuencas hidrológicas.
Muchos de ustedes me han escuchado o me han leído por lo menos una vez contando la "parábola del brócoli y el lavamanos". A riesgo de aburrirlos se la repito nuevamente: las cuencas forestadas son como brócolis que retienen el agua de lluvia y la percolan lentamente permitiendo un flujo continuo que rara vez se seca. Las cuencas peladas son como lavamanos que escurren rápidamente el agua que cae del cielo y quedan secas poco tiempo después que pasa la lluvia.
Si no nos embarcamos seriamente en un gran proyecto nacional, y de largo plazo, para la restauración integral de ciertas cuencas críticas, llegará un momento en que habrá poblaciones sin agua para beber y amplias zonas agrícolas quedarán sin agua para regadío como ya está ocurriendo.
La crisis que esa situación desatará ustedes pueden imaginarla. Vean, como ejemplo, la competencia por el agua que existe hoy entre las ciudades de San Cristóbal y Santo Domingo, por un lado, y los requerimientos de riego del valle de Baní, por el otro.
La restauración de cuencas no se hace con estudiantes y empleados de empresas plantando dos o tres mil árboles en operativos festivos los fines de semana: se hace plantando cientos de millones de árboles en operaciones masivas y de largo plazo mediante un proceso que a veces requiere de movilización de poblaciones enteras.
La restauración de cuencas es, por lo tanto, un complejo proceso político. Muchos de ustedes saben bien eso y por ello no les doy más detalles.
Pero sí les recuerdo que la isla de Santo Domingo solamente recibe agua de las lluvias, pues no tiene inviernos de congelación donde la nieve acumulada hincha los ríos y manantiales en primavera y verano.
Exceptuando los períodos de sequía como el actual, en esta isla llueve, en promedio, lo mismo que llovía hace quinientos años y, sin embargo, cada vez hay menos agua.
Y hay menos agua no porque haya más consumo, que también es cierto que el consumo ha crecido exponencialmente: hay menos agua porque cada vez las cuencas retienen menos líquido debido a la deforestación. ¡Las cuencas han dejado de ser brócolis y se han convertido en lavamanos!
Lo voy a repetir de otro modo, con el permiso de ustedes: Este país se quedará sin agua no por el llamado cambio climático sino por la pérdida del bosque en las cuencas hidrológicas. Y eso ocurrirá, más temprano que tarde, porque las cuencas cada vez retienen menos agua.
De todos los retos ambientales que la sociedad dominicana tiene por delante, que son muchos y muy variados, el más urgente es la creciente escasez de agua. No olviden que la población dominicana asciende hoy a casi once millones de personas. Esta población subirá a más de quince millones dentro de diez años. La capital de la República, que hoy contiene 4.5 millones, tendrá entre seis y siete millones dentro de diez años.
La isla entera, tomando en cuenta a Haití que ocupa su parte más seca y posee las cuencas más deterioradas, tendrá dentro de diez años entre 25 y 30 millones de personas que cada día requerirán más agua.
Pregunto a ustedes, queridos amigos y amigas, distinguidos ministros y exministros, líderes ambientalistas, académicos, funcionarios, técnicos y empleados de este Ministerio: ¿de dónde sacaremos agua para satisfacer las necesidades diarias de casi treinta millones de personas y para satisfacer las demandas de una agricultura de arroz, bananos, tomates y plátanos que necesita riego?
Algo debemos haber aprendido en estos quince años. Pienso que en este Ministerio hay un importante recipiente de conocimientos académicos y de experiencias con el que cuenta la nación dominicana para enfrentar los retos ambientales que tiene por delante. El problema del agua es uno de ellos, pero no es el único.
Son muchos los retos, algunos de ellos nuevos, pues cada vez surgen nuevos desafíos a medida que la sociedad dominicana se moderniza y su población y economía crecen. Esos retos pueden y deben ser enfrentados ya, pero para ello es necesario una gestión material, concreta y continua en donde la acción ejecutiva directa (no el Discurso ni la declaración política ni las notas de prensa) sea el motor de los cambios.