SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Cargados de necesidades y angustias, llevan encima de sus hombros enormes fundas repletas de plásticos con las que durante horas, bajo el candente sol del casi permanente verano dominicano, esperan en una larga fila a que les llegue el turno para cambiarlas por aquella color verde que ha ser de ayuda.
La calle parece infinita, polvorienta y ceniza. Cientos de casas de madera y zinc, algunas de block sin pintar, son notorias a los lados de la vía. La pobreza es inminente en el sector La Javilla de El Dique, en Santo Domingo Este.
Llega el día miércoles y todos se preparan para recibir a los que les proveerán el consuelo de un día. Niños, jóvenes y adultos, corren y aseguran sus fundas traslucidas llenas de envases plásticos desechables.
“Y dijeron -¡Los viejos van a dejar de pasar trabajo porque les van a dar la leche y la comida! ¡Van a cambiar los potes por comida!-”, vocifera exaltada Romelia Paniagua, mejor conocida como Margot.
Margot, cuenta con 88 años de edad y vive a orillas del río Ozama desde hace 9, con una nieta y una hermana que padece de trastornos mentales.
Se arregla mientras su nieta Criselida toma el cepillo de restregar la ropa y lo pasa por el fino pelo entre blanco y negro de Margot, quien sin pensarlo dos veces se acerca a las cámaras de Acento.com.do para aclarar toda duda.
Dice ser muy pobre y que antes de mudarse allí vivía en el campo, pero tuvo que abandonarlo por falta de fuerza física y recursos económicos.
“A veces yo sé estar toda la mañana recogiendo potes porque a según el río estar bajando van bajando potes y yo los voy recogiendo”.
Al frente Ernesto Báez de 62 años de edad, quien lleva 18 años viviendo en La Javilla, dice que “están cambiando tres fundas de plásticos por una de comida”. Él es de baja estatura y complexión delgada, su voz mezcla un tono suave y agudo a la vez.
Relata que tras la entrega de un ticket por el cambio de los plásticos, les dan un bono que luego lo canjean por una funda de comida, eso desde hace casi 1 año.
“Trae espaguetis, una fundita de azúcar, avena, leche (la más pequeña), salami (que a veces no vienen), una funda de habichuelas, 2 libras de arroz, 5 chocolates y 2 pastas de jabón”, manifiesta Neura Luciano quien vive en Los Platanitos del Dique y se traslada cada semana a La Javilla en busca de la funda verde.
Es discapacitada. Tras sufrir un accidente no ha podido utilizar su brazo derecho, que quedó con graves lesiones. Desde entonces no trabaja y vive de una pensión que le llega mensualmente, en una casita de zinc y madera.
“Traigo los potes a las 2 de la tarde o antes, para salir a tiempo porque yo atiendo a mi mamá y tengo que levantarla, bañarla y darle los alimentos antes de venir aquí. Vive con mi hermana, pero si ella tiene que hacer algo pues me toca hacer esa función”, explica.
A las 11 de la mañana más personas acomodaban sus sacos a orilla de la calzada. Una hora después el aumento era significativo.
Entre 800 y 1000 familias cada semana desbordan la extensa hilera que se forma en El Dique a pocos metros del río Ozama, justo frente a La Ciénaga, Güaley, Las Cañitas, El Capotillo, La Zurza, entre otros barrios que circundan el ríos más conocidos de la República Dominicana y el cual se caracteriza por su contaminación.
“Aquí todo el mundo recoge sus plásticos por eso hay que ir a buscarlo a la calle, porque aquí no se encuentra”, asegura Hilaria Hernández.
Hilaria es enfermera de carrera y trabaja en el Hospital Darío Contreras, acomoda 5 fundas a un lado de su galería en la entrada de su casa. Manifiesta que como no pudo cambiarlas la pasada semana por asuntos de trabajo, se le han ido acumulando los recipientes.
“Pueda ser que de allá para acá yo consiga mi ticket y cambie tres fundas, entonces la semana de arriba cambio las otras por si no tengo tiempo de recoger ya que a veces no le da el tiempo a uno”, indica mostrando el interior de las bolsas.
Dice que recoge los plásticos en su lugar de trabajo y que un amigo la ayuda también. “Uno se ahorra comprar la sal, los espaguetis; no te voy a decir que es la semana entera porque es solo una funda, pero a veces uno se ahorra el comprar la avena, la azúcar, el ajo, chocolate, arroz, aceite y muchas cosas más”.
Como ella, Margot asevera que ya no tiene que dar 7 pesos para comprar una barra de chocolate y tomárselo. “Ya no lo doy, porque nos lo dan por los potes”.
“Vida para el Ozama” equivale a “devolverle vida al río”, esto a través de la recogida de plástico de los alrededores evitando su contaminación como un proyecto de ayuda al río.
“Es un proyecto de la Iglesia Católica concebido para devolverle vida al río sobre todo a la gente. No es simplemente un proyecto ecológico porque el centro es la gente”, narra el padre Manuel Ruiz, secretario ejecutivo de la Pastoral Vida, Conferencia del Episcopado Dominicano.
El sacerdote Ruíz está a cargo del programa “Vida para el Ozama”. “Hemos creado este proyecto en conjunto con el voluntariado del Banco de Reservas, recogiendo todos lo que son los plásticos. La gente los recoge, salen en yola a pescar, se unen en familia, van a los alrededores, a los supermercados, casa por casa, y por eso van a ver por todas partes gente con funda de plástico”.
“Ya se fue casa por casa. Vemos en el interior quienes tienen plástico recolectado, le damos el ticket y ese se lo cambiamos acá por un bono del Banco de Reservas y con ese bono vienen al camión donde está la comida. No es por dinero líquido es por comida: basura por comida”, subraya Ruiz.
2 de la tarde: Tras la larga espera llega la hora del veredicto y todos los que están se reincorporan del suelo y en manos sus tesoros. “El que no lo cuida la pierde. Esto es oro”.
“Llegue temprano a hacer la fila, como a las 10, para poder quedar más cerca y poder llegar. Me quedé debajo de una matica y la jefa llegó a las 2 de la tarde”, externa la mujer de piel pálida al momento que se coloca en la segunda fila del muelle para poder obtener las tres bolsas transparentes que entregaran llena de plásticos al camión, el miércoles siguiente.
Ruíz resalta que la compra equivale a 500 pesos de comida para cada familia ingresada en la base de datos del programa que preside junto al Banco de Reservas y con la ayuda del Despacho de la Primera Dama de la República.
No todo es color de rosa
Y aunque muchos reciben la bolsa de comida como una ayuda oportuna, otros dicen que no todo es color de rosa ya que lo que se les entrega es muy poco para cubrir las necesidades de las familias pobres que se encuentran dentro del proyecto.
“Eso no da para 5 ó 6 personas ni para uno ayudarse una semana, porque solamente en una casa se comen hasta 3 libras de arroz los muchachos dicen “dame un chin más, un poco más”, crítica Dorka Sánchez.
Dorka tiene 3 hijos menores de 10 años de edad y trabaja en un colegio como conserje. Asegura que hace todo el esfuerzo posible por conseguir la cantidad de plásticos necesarios para poder canjearlo por la pequeña bolsa de comida.
“Imagínate que una funda para la semana entera ¿qué puede durar un solo paquetico de arroz o un solo paquetico de habichuelas y 5 chocolates?; es decir que para la semana entera no te da”, indica respaldando Neura Luciano a Dorka Sánchez.
En lo que lleva el proyecto se ha vuelto indispensable para los que se benefician de este, pero se han visto afectados con la baja en la cantidad de productos alimenticios que les ofrecen.
Tras dos horas de espera, Marina se queja de que le costó conseguir los potes y que le faltaron algunos productos con los que ella contaba para la alimentación de sus familias.
Vida para el Ozama
“Vida para el Ozama, es un proyecto de la iglesia católica concebido para devolverle vida al río, a través de la recolección de plásticos por parte de los moradores a cambio de comida”, recalca el sacerdote Manuel Ruíz.
El secretario ejecutivo de la Pastoral Vida repite que no es simplemente un proyecto ecológico porque el centro es la gente. Explica que no solo el intercambio del plástico por comida es el programa si no que también conlleva todo un espacio destinado para la salud, donde se está construyendo toda una plaza de salud.
“Ese barco que tenemos allá va a ser un hospital flotante y tenemos ahí aquella embarcación pequeña que es una ambulancia, una lancha rápida y después aquellas otras embarcaciones para trasladar a las personas”.
Informó que el barco cada día va a estar frente a un barrio, “cuando esté aquí frente a la Cienaga, llevamos a las personas en las embarcaciones, la atendemos, lo devolvemos a la orilla y el barco sigue a Los Guandules, Oxigeno, la Enfermera, Gualey, las Cañitas, Capotillo, la Zurza, Simón Bolivar, todos los barrios que están a orillas del rio Ozama”.