SANTO DOMINGO, República Dominicana.-Con más de 800,000 tareas sembradas y 500,000 en proyecto, República Dominicana se prepara para satisfacer el ansia mundial por el coco, fruto que en los últimos 50 años pasó de proscrito por la industria alimenticia internacional a sinónimo de salud perseguido con igual avidez por hípsteres urbanos, amantes de las dietas saludables y nostálgicos de su sabor inconfundible.
En el país, el Alto Atlántico o coco criollo ha gustado siempre: el alma nacional no concibe unas habichuelas con dulce sin leche de coco, muere por un moro de guandules con coco y convierte en eterno objeto de deseo ese dulce de coco horneado que aparece en contados lugares.
Y, en cualquiera de sus variedades y usos en el resto del Caribe, el coco hasta tiene quien le escriba, como atestigua el poema “Dulce de Coco”, del puertorriqueño Andrés Díaz Marrero:
Mi madre ralló un coco
y a mí me luce,
que es para hacer dulce,
¡y no me equivoco!
Con azúcar morena
y clavo de especias,
oloroso jengibre
y rica canela.
¡Dulce de coco,
amelcochadito!
Dulce sabroso,
¡quiero un trocito!
En República Dominicana persiste la figura del coquero en calles y playas, porque lo único mejor que el H2O, es el agua de coco con su pulpa suave, fría o a temperatura ambiental: “¡Coqueroooo, dame unoooo!”, un grito que el dominicano también convierte en canción: “¡Quiero agua de coco!”.
Salud por dentro
El coco es una fruta noble en extremo, lo regala todo: cáscara, jícara, pulpa o copra y agua. Tierno o seco, ingerido o untado, natural o procesado, todos sus senderos conducen a un mismo destino: la salud humana.
“La fruta es muy apreciada por sus propiedades bactericidas, antioxidantes, antiparasitarias, hipoglucemiantes, hepatoprotectoras e inmunoestimulantes. Su semilla contiene vitaminas, minerales y oligoelementos o nutrientes esenciales. También aporta minerales como calcio, magnesio, fósforo, hierro, sodio, selenio, yodo, zinc, flúor y manganeso”.
Así lo afirma Daniel Dalet, un amante del coco que, hace casi tres años, convenció a su familia de dedicarse al procesamiento del fruto para contribuir con el bienestar de esta y las futuras generaciones.
Dalet indica que el coco es hidratante, por el agua y los minerales que contiene; bajo en grasas y azúcares, por lo que no aporta calorías; remineralizante, condición que favorece la tonicidad muscular y el funcionamiento cardíaco; antioxidante, por el selenio y el zinc; energético, devuelve las fuerzas a quienes realizan actividades físicas; y regulador de la presión sanguínea, por la reserva energética de las grasas saturadas y la disminución de los ácidos triglicéridos.
Con el nacimiento de Clarke’s Organics y la puesta en el mercado local e internacional de las marcas SoloCoco (aceite de coco virgen y harina de coco orgánica) y SoloCoquette (productos orgánicos para el cuidado de la piel a base de coco), República Dominicana convierte el Alto Atlántico en un valor agregado a su marca país, añade Dalet.
Para validar su afirmación, el joven empresario revela que SoloCoco y SoloCoquette son los únicos productos criollos vendidos en Whole Foods, el principal supermercado orgánico de Estados Unidos, también con presencia en Canadá e Inglaterra.
“El aceite coco ha sobrevivido a sus enemigos para convertirse en un ingrediente muy buscado por las personas que cuidan de su salud, quienes lo consideran un superalimento. Pero, en la década de 1980, los fabricantes de otros aceites demonizaron ante la opinión pública su uso, haciendo creer que era dañino para el cuerpo humano porque está compuesto en casi un 90 % por grasas saturadas”, añade.
Sin embargo, resalta el fundador de SoloCoco, las investigaciones de los últimos años inidican que las grasas saturadas del aceite de coco no provocan enfermedades cardiovasculares ni constituyen riesgo alguno para el organismo.
“Porque el aceite de coco no contiene el tipo de grasas saturadas presentes en otros alimentos, como la carne roja o el queso; sino los llamados triglicéridos de cadena media, que también se encuentran en la leche materna y que resultan muy beneficiosos para la salud humana”, explica.
Los ácidos grasos de cadena media son metabolizados en forma diferente a los de cadena larga, habituales en la dieta contemporánea. “Los de cadena media pasan directamente al hígado desde el tracto digestivo, en donde son utilizados como fuente inmediata de energía o convertidos en cuerpos cetónicos con importantes efectos terapéuticos en el cerebro de pacientes epilépticos o con Alzheimer”, expone Dalet.
El ejecutivo de SoloCoco refiere que las poblaciones consumidoras de aceite de coco en abundancia se encuentran entre las más saludables del planeta, entre ellas la tribu Tokelau, en Oceanía; y los habitantes de la isla Kivata, en Papúa, Nueva Guinea, quienes no padecen de enfermedades cardiovasculares.
“De acuerdo con algunas investigaciones, las calorías del coco no engordan porque los triglicéridos de la cadena media aceleran el metabolismo, hecho que ha permitido incluir al aceite de coco en las estrategias de pérdida de peso de muchas personas. Y también se ha demostrado que el aceite de coco contribuye a disminuir el apetito y a reducir la peligrosa grasa abdominal”, agrega.
Salud por fuera
La cosmética clínica es un área de la salud que se beneficia ampliamente de las propiedades del coco, expone Gabriela Dalet, otra fanática del fruto en Clarke’s Organics, quien ha convertido su pasión en una exquisita línea de preparados para el cuidado de la piel que no dañan el medio ambiente: SoloCoquette.
“Actualmente, el coco es utilizado para sanar la piel, el cabello, la dentadura y el aliento. Hemos desarrollado siete productos orgánicos para la piel que cuentan con certificaciones internacionales: filtro solar mineral sin olor, filtro solar mineral con repelente natural, loción humectante con pizcas de coco, jabón de castilla, loción reparadora de menta y chocolate, scrub facial aromático con lavanda orgánica y tratamiento corporal de cacao y esencias”.
¡Larga vida al coco!
Un déficit de siembra de 500,000 tareas y una importación anual de 25 millones de revelan que al país le hacen falta cocos para alimentar y curar a su población y al mundo.
Por tal razón, la familia Dalet se ha embarcado en un ambicioso proyecto de siembra de cocotales en Miches, que incluye donación de semillas y asesoría técnica gratuita para las familias campesinas. El objetivo, aseguran Daniel y Gabriela, “es que volvamos a tener en abundancia el saludable y nutritivo coco criollo”.