Estados Unidos (EFE).- La tormenta tropical Florence ha dejado ya 13 muertes en la costa sureste de Estados Unidos y se esperan más víctimas entre aquellos que han desobedecido la orden de evacuación obligatoria y se pueden dejar llevar por la impaciencia, ante el lento castigo al que el ciclón somete a Las Carolinas.

Más de un millón y medio de personas recibieron órdenes de evacuar sus viviendas en las costas de Carolina del Norte, Carolina del Sur y Virginia, pero muchos miles decidieron quedarse y afrontar el peligro en casa, en primera línea del frente.

"Salgan de su camino", alertó el presidente de EE.UU., Donald Trump, en un vídeo especial para instar a los ciudadanos a que no "jugasen" con un ciclón que traía "enormes cantidades de agua".

A su advertencia se sumaron las de autoridades de todos los niveles del Estado, pero muchos las ignoraron.

Incluso horas antes de que Florence tocase tierra como huracán de categoría 1, con vientos de más de 90 millas por hora (150 kilómetros por hora), los equipos de emergencia tenían que salir a rescatar a personas cuyas casas habían sido inundadas en localidades costeras como New Bern, situada junto a la desembocadura de un río Neuse desbordado.

Poco a poco comenzaron a llegar las noticias de los fallecimientos. Los primeros, una madre y su bebé a los que se les cayó un árbol en su casa de Wilmington, a pocos kilómetros de Wrightsville Beach, donde el huracán toco tierra a primera hora del viernes.

Después llegaron casos como el de un anciano que salió de casa a ver cómo estaban sus perros de caza, o cuatro más este sábado que murieron en unas carreteras inundadas o en choques con árboles caídos por los vientos.

"No puedo decirlo más claro: las aguas están subiendo y, si no tienes cuidado, pondrás tu vida en peligro", dijo este sábado el gobernador de Carolina del Norte, Roy Cooper.

Esa es ahora la mayor preocupación: el desbordamiento de ríos y lagos que recogen los miles de millones de litros caídos en las últimas 72 horas en la región y que están batiendo marcas históricas de acumulación de agua.

También provoca inquietud que la gente regrese a sus casas al ver que Florence se adentra en el país y desciende paulatinamente de categoría, lo que supone que pierde la fuerza de sus vientos, pero no del agua que trae consigo.

Y, mientras, siguen llegando órdenes de evacuación obligatorias, muchos residentes que se alejaron de la costa hacia el interior regresan al litoral.

Da igual que alcaldes como Brenda Bethune, regidora de Myrtle Beach, en Carolina del Sur, insistan una y otra vez en que el peligro está por llegar y pidan que nadie regrese hasta que reciban la autorización para hacerlo.

Sin hacer caso a los avisos, centenares de personas ya se han acercado hasta la playa a ver los destrozos que había causado la combinación del fuerte oleaje, la subida de la marea, el viento y las lluvias en Myrtle Beach, por donde Florence pasó en la madrugada del viernes.

Uno de ellos fue el guatemalteco Sergio Abimael Tox, que llegó a EEUU como trabajador temporal en la construcción en mayo pasado y se desplazó a Myrtle Beach para hacer unas fotos y un vídeo que tranquilizasen a su familia en su país natal.

Desoyendo las instrucciones de unos y otros, Tox quiso salir de casa para ver cómo estaban las cosas y aseguró a Efe no tener "miedo" de Florence, aunque para llegar a la playa seguramente haya tenido que cruzar puentes que pasan por ríos cada vez más revueltos.

Poco efecto parecían tener en los residentes también las advertencias que las autoridades de la ciudad de Fayetteville, en el interior de Carolina del Norte, hicieron de que los ríos Cape Fear y Little se pueden desbordar.

Para evitar males mayores, ordenaron la evacuación de los residentes en la ciudad, de la vecina Wade y de todo el condado de Cumberland que vivan a menos de una milla (1,6 kilómetros) del río Cape Fear pero, escasas horas después, y según pudo comprobar Efe, vecinos de la zona seguían acercándose a la rivera fluvial y cruzando los puentes.

Ni la sonora amenaza de que el caudal del Cape Fear puede subir hasta 62 pies (19 metros) parece evitar que el miedo entre en el cuerpo de la gente, un temor que, junto a la paciencia y la obediencia puede salvar muchas vidas ante un ciclón que parece que no termina de irse y se desplaza por momentos a solo 2 millas por hora (3,2 km/h), más lento que una persona caminando. EFE