Por Carolin Adames/Especial para Acento.com.do
SANTO DOMINGO, República Dominicana.- En los últimos meses se ha alarmado a la población, hablando de una crisis de agua, que según la Corporación de Acueductos y Alcantarillados de Santo Domingo (CAASD), el Instituto Nacional de Recursos Hídricos (INDRHI) y el Instituto Nacional de Aguas Potables y Alcantarillados (INAPA) ha sido el peor periodo de escasez por el que ha atravesado la República Dominicana, efectuando llamados al pueblo a la racionalización del líquido y atribuyéndoles el 54 por ciento de la culpa, asegurando que ese porcentaje es desperdiciado por la sociedad.
Una acusación desmedida, teniendo en cuenta que hay lugares como la calle Félix María del Monte, del sector Simón Bolívar, a la que nunca le han brindado este servicio.
Allí residen familias que durante años se han visto en la necesidad de caminar kilómetros en busca de agua, que según el artículo 15 de la Constitución, el Estado debería garantizar.
Este es el caso de Silvia Román, que a sus 75 años, las circunstancias han forzado a tener que cargar el líquido vital.
Silvia vive en la parte baja de Los Guandules, y a su edad, es evidente que apenas tiene fuerza para caminar. Sin embargo, espera temblorosa en la fila, hasta que llegue el turno de llenar sus envases.
“Tengo todo vacío, doy unos cuantos viajes en la semana, porque en mi casa hace mucho que no llega agua”, dice, mientras se aferra a los dos enormes galones amarillos, que podrían superar su peso.
Ella, al igual que sus vecinos, tiene que hacerse parte de la hilera que se alimenta de una llave pública desde hace ocho meses, cuando la CAASD les prometió resolver el problema que tenían, en ese momento era la poca presión del agua que salía de las tuberías.
Mas ahora no tienen nada más que una carretera llena de hoyos y lodo, aguas pútridas y mosquitos, tubos rotos y muchos tanques y galones vacíos.
Las pocas veces que reciben el servicio, tienen el mismo problema: las vasijas son muchas y el agua poca. Para poder tomarla hay que usar una “bomba ladrona”. De lo contrario, sólo unos cuantos vecinos las llenarán – los que tenga tiempo y paciencia para esperar a que el pequeño chorro que sale del tubo, rebose la olla en la que se va tomando el diminuto hilo, para luego, vaso a vaso, echarla en los galones y cubetas. Gran parte se pierde en este proceso –.
Una calle de cisternas vacías
Casi frente a cada casa de la callejuela angosta del barrio Simón Bolívar, puede verse una cisterna, y todas tienen algo en común: están secas y llenas de polvo, telarañas y cucarachas que evidencian el largo tiempo que tienen vacías.
“Tengo una cisterna, pero el camión no cabe por aquí, le puse un tubo al caño del techo para que se llene cuando llueva”, explica Martina Rosa, quien tiene más de 30 años viviendo en el sector.
En estas calles las tuberías no reciben agua, no hay posibilidad alguna de comprarla, pues ni siquiera cabe un camión cisterna. Es difícil realizar las labores cotidianas más sencillas y necesarias. Martina, cuenta indignada que ni siquiera puede limpiar su casa y tiene que bañarse en una ponchera y guardar el agua para más tarde bajar el inodoro.
Dios, la esperanza del pueblo y ¿del Gobierno?
Ante la crisis no se han diseñado políticas que solucionen de forma permanente el problema de la distribución del agua, sino que el Estado ha tomado medidas que solo llevan un alivio temporal a la crisis.
“Las medidas son allantes que llevan a salir a dos muchachos en primera plana, jóvenes que fueron detenidos porque estaban lavando carros, pero en la extracción de una sola onza de oro se gastan 4,500 metros cúbicos de agua que no está estructurada como un costo para las mineras, porque el Estado le regala el agua a las mineras”, afirma Luis Carvajal, biólogo y ecologista, miembro de la Academia de Ciencias de la República Dominica.
Según Luis Carvajal, ese llamado a “orar” que hicieron las autoridades para que Dios haga caer la lluvia, pone de manifiesto la ineficiencia de las instituciones vinculadas al tema hídrico y la falta de previsión y planificación ante situaciones de crisis.
En el Simón Bolívar la CAASD prometió la construcción de un pozo, luego de que Aridio Gutiérrez, un habitante del sector, fuera a sus oficinas a quejarse. Pero seis meses después, todo ha quedado en promesas.
“Ellos dijeron que lo iban a arreglar y uno espera en Dios que vengan, pero no se puede molestar mucho a la CAASD; ahora no hay agua, no está lloviendo como antes”, expresa Aridio, evidentemente convencido del discurso que ha vendido el Estado.
En Los Guandules, la gente también espera “soluciones divinas” o sobrenaturales a problemas que causaron manos mortales.“Nosotros confiamos en que haya un arreglo, tenemos fe en que Dios toque los corazones de la gente de la CAASD y vengan a arreglar ese problema que nos dejaron”, clama Catalina Manzueta, con la esperanza en que un día pueda dejar de cargar galones y cubetas de agua.
Planes de privatización
Así como sucedió con los ingenios azucareros, la electricidad y con casi todas las empresas públicas privatizadas, el ecologista y ambientalista Domingo Abreu, sostiene que el agua no será la excepción y que por eso han surgido las envasadoras de agua.
“No se puede prescindir del agua y evidentemente quien la controle o la posea se enriquecerá, las mineras sabiamente se han apropiado de las zonas de producción de agua, al establecerse en las nacientes de los ríos. De aprobarse la nueva Ley de Ordenamiento Territorial, el dueño de la propiedad será dueño del agua que pase por esa tierra, lo que dejará todos estos ríos en manos de estas empresas”, asegura el ecologista.
La realidad es que la crisis es un problema real y cíclico que históricamente ha afectado a los diversos sectores, poniendo de manifiesto la desigualdad en la distribución del servicio. Especialistas en el tema del agua y medio ambiente e instituciones como Ciudad Alterativa y el Comité Para la Defensa de los Derechos Barriales(Copadeba)coinciden en la necesidad de implementar políticas estatales que garanticen un servicio público de calidad y que se distribuya de manera equitativa en todos los sectores del país.