La conservación y proteccion de los recursos naturales -cobertura boscosa, agua, suelo, aire, comunidades humanas- representan una tarea, anhelada por todos y comprendida por pocos. Los retos y desafíos, cada vez resultan más complejos, difíciles, costosos y controversiales.
Para conservar los árboles, reducir la erosión de los suelos, mantener la cantidad y calidad de las aguas, proteger la diversidad biológica, prolongar la vida útil de las infraestructuras hidráulicas, la calidad del aire que respiramos, manejar apropiadamente los desechos sólidos y líquidos, reducir la contaminación del subsuelo y a la vez satisfacer la creciente demanda de bienes y servicios por la población, constituye el gran reto entre la conservación y el desarrollo sostenible.
Para tener éxito en estos procesos interdependientes, dos enfoques son considerados los más apropiados. Por un lado, un enfoque ecocéntrico, trata de permitir a la naturaleza en su extraordinaria dinámica biológica, perpetuar, expandir y enriquecerse en sí misma, pero apartando al ser humano o simplemente como elemento ajeno a dicha dinámica.
Por otro lado, el enfoque antropocéntrico, pone al hombre como eje central del ecosistema, que manipula y gobierna todos los componentes, elementos y factores que deban o puedan intervenir en su manejo. Precisamente, el hombre constituye el “eslabón débil” entre ambos enfoques. Primero, si solo conservamos y protegemos ¿cómo obtenemos y suplimos nuestras necesidades de subsistencia, vestido, casa, protección, seguridad y calidad de vida? Segundo, si hacemos uso irracional de los recursos naturales y ambientales- uso no sostenible-, estos se degradan a tal punto que dejaran de satisfacer nuestras necesidades elementales y por tanto, seríamos perjudicados.
En nuestro país, el enfoque ecocéntrico en la práctica se “impone” con la fuerza militar que implica represión, gastos extraordinarios en compensaciones por predios, animales, casas y reubicaciones de comunidades, construcción de nuevos asentamientos humanos, suministro de alimentos y confección de mapas y otras actividades técnicas. Este proceso, es distorsionado, corrompido y carece de resultados -verbigracia Parque Nacional de Los Haitises-. También, el drama humano se vuelve irreparable.
Dado el crecimiento poblacional en la República Dominicana, resulta difícil que prevalezca el modelo ecocéntrico, especialmente si tomamos en cuenta que el país es montañoso (67% del territorio), ya que las áreas protegidas llegan a un 26% del territorio, estando estás en las partes altas de las cuencas hidrográficas y donde habitan poblaciones que estuvieron ahí, antes de cualquier declaratoria de categoría de protección.
Entonces, cultivar en zonas frágiles en un país montañoso, no es una ficción sino un imperativo de la realidad de la pobreza del país. Por tanto, el enfoque antropocéntrico se impone al ecocéntrico aunque no son por sí mismos, excluyeres.
Entendemos y reconocemos que la situación creada en Constanza -erosión de los suelos, reducción de las aguas en los acuíferos y su calidad está amenazada, los frecuentes incendios forestales intencionales, corte y tráfico ilegal de madera, etc,- son una amenaza a la integridad de estos recursos y que algunos plantean que debe implementarse un enfoque ecocéntrico, sacando los agricultores y prohibiendo todas las actividades humanas incluso la construcción de cabañas privadas. Ya esto se ha hecho en el pasado, sin resultados positivos.
La situación que sufre Constanza y que hoy día llama la atención y preocupación de la nación- que solo quieren atribuirse a los agricultores pobres-, es producto de que las autoridades competentes no han cumplido su rol de educación, regulación y supervisión contemplados en la Ley 64-00, simplemente porque el gobierno de Danilo Medina es incapaz de aplicar la ley entre los miembros del PLD y los funcionarios que se lucran y aprovechan, por eso, el pulso del poder, tumba el pulso de lo que el país entero requiere.
Y finalmente, el interés privado que desee construir una cabaña en su terreno, debe ser permitido, ya que un rico no va a la montaña a producir incendios, en cambio va a disfrutar las amenidades climáticas, bellezas naturales y a generar al menos par de empleos para el habitante local, evitando dedicar su tiempo a tareas depredadoras.