MADRID, España (Miguel Ángel Moreno).- Tras poner el 2-0 en el marcador, ser abrazado por todos sus compañeros y haber corrido a la esquina pidiendo perdón a la afición barcelonista, Luis Suárez hizo un gesto que no pasó desapercibido: simuló con la mano una llamada por teléfono con un destinatario fácilmente imaginable: el entrenador Ronald Koeman.
Un año y unos meses antes, el entrenador neerlandés había llamado al ariete uruguayo para comunicarle, en una brevísima conversación, que no contaba con él para su proyecto en el Barça. Pocos imaginaban lo que ocurriría después, la llegada de Suárez al Atlético para ser campeón de Liga en su primer año, el desastre económico azulgrana y la salida al verano siguiente de Lionel Messi rumbo a París.
El delantero charrúa, que se marchó entre lágrimas del Camp Nou, ha encontrado en el Atlético un destino ganador. Pero en su recuerdo sigue estando el dolor de cómo se produjo su salida. "No me olvido de que el año pasado en la pretemporada me mandaban a entrenar aparte para hacer que me enojara y yo como un profesional", dijo los días previos al encuentro en una entrevista a Televisión Española.
Por ello, el tanto que ponía el 2-0 a los 44 minutos, después de haber dado la asistencia del primer gol a su compañero francés Thomas Lemar, fue el momento para que Suárez le devolviera la llamada a Koeman.
El mismo que también estaba enganchado al teléfono, en su caso obligatorio para darle instrucciones desde uno de los palcos del Wanda Metropolitano a su segundo, Alfred Schreuder, que podía ver a pie de césped cómo su valiente puesta en escena, con una presión adelantada durante 20 minutos indescifrable para el Atlético, se desmoronaba por su tierna presencia defensiva.
El neerlandés llegó con su futuro pendiendo de un hilo, el de la búsqueda de un sustituto, aunque Joan Laporta confirmó su continuidad el mismo sábado a la salida del hotel de concentración azulgrana en Madrid. Apostó por la juventud de los 17 años de Pablo Pérez Gaviria 'Gavi' y los 19 de Nico González. De esa frescura salió un equipo sin complejos, que acogotó a un Atlético incapaz de salir con el balón jugado. Hasta que apareció Joao Félix.
El luso dejó fuera del once al francés Antoine Griezmann, que se medía a los que hace poco más de un mes eran sus compañeros. De hecho, en el descanso el galo conversaba con su compatriota y excompañero Clement Lenglet y le señalaba los palcos de Metropolitano, quizás orientándole dónde podrían estar sus familiares.
Los trasvases de azulgrana a rojiblanco de Suárez y Griezmann fueron objetivo de humor por parte de la hinchada local, que ubicó en el 'Paseo de Leyendas' del Atlético, donde están las placas de sus jugadores centenarios en partidos, una al ladeo de la de Griezmann dedicada a Josep María Bartomeu como 'leyenda' atlética con la efigie de Nobita, el personaje de la serie infantil japonesa 'Doraemon', agradeciendo quizás que su gestión acabara con ellos de rojiblanco.
Griezmann acabó también sobre el césped, recibido con algunos pitos, no mayoritarios pero sí perfectamente percibibles de muchos aficionados que aún le recuerdan con amargura cómo se produjo su salida hacia Barcelona y le reclaman más para congraciarse con él como rojiblanco, pese al tanto en Milán que abrió el camino a la remontada el martes en la Liga de Campeones.
Tres minutos después de salir al césped, Griezmann fue protagonista de un robo y una carrera en pos de la portería, pero su pase hacia el argentino Ángel Correa, que le acompañaba por la derecha, fue larguísimo, imposible de recoger para el argentino y acabó saliendo por la otra banda.
Para entonces, el partido ha estaba sentenciado, con el 2-0 en el marcador y con el 'telefonazo' de Luis Suárez, que terminó el encuentro dando una vuelta 'olímpica' al Wanda Metropolitano, por primera vez lleno tras la autorización a los aforos completos en el público. Una llamada cuyo destinatario, Ronald Koeman, tiene su futuro en el alambre, más aún tras esta derrota. EFE
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