Iré directo al grano: llegué a la 1:30 de la tarde al supermercado Pola de la Sarasota a comprar la boleta para el partido de esta noche de Aguilas y Licey, la venta pautada para las 2:00 inició casi a las 3:00 y a las 3:30 ya se habían agotado las boletas.

Digamos que los 25 supermercados La Sirena y los 8 Pola que hay en el país estén vendiendo al mismo tiempo. 11, 379 (capacidad del Quisqueya) entre 6 (total de boletas por persona) igual a 1, 896 entre los 33 (puntos de venta) igual a 57.6 quiere decir que en media hora una sola persona atendió a 57.6 personas.

Pensemos que el vendedor/a haya durado 5 minutos por persona, mientras el cliente ordena, se impriman las boletas y se pague, ya sea con tarjeta o con efectivo, 57.6 personas por tienda por 5 minuto cada uno, igual a 288 minutos, que serian 4.8 horas. En el caso hipotético de que esas primeras 4, 316 personas hayan comprado 6 boletas cada uno, cada vendedor o vendedora debió durar 4.8 horas vendiendo boletas sin parar, sin pestañear, casi ni respirar.

Pero también tomemos en cuenta que son 33 puntos de venta a nivel nacional, ¿Cuántas boletas podrían estar vendiéndose en La Sirena de Moca, por poner un ejemplo, para venir al juego en Santo Domingo?

No seguiré siendo parte de una red que no es solo de los que están vendiendo boletas afuera de los estadios, sino de muchos implicados, hasta de nosotros mismos los fanáticos. El año pasado me envolví en la locura de querer ver el último juego de la serie en el estadio, no solo gasté en desplazarme a Santiago, sino que compré una boleta de RD$ 100 pesos en RD$ 1000.

De ahora en adelante mi locura de fanática se complacerá con irme a casa de un amigo o amiga o aun bar o simplemente ver el juego desde la comodidad de mi cama.