París, 11 jul (EFE/Óscar González).- Portugal, gracias a su capacidad para sobrevivir a las adversidades, se proclamó campeona de una Eurocopa gris, que apenas ofreció grandes partidos y que dejó una gran derrotada; la anfitriona Francia, que falló cuando lo tenía todo a favor.

La derrota, por un gol en la prórroga de Éder, un jugador carne de banquillo que jamás pensó en ser el gran protagonista del torneo, es un duro palo para una selección francesa que no tuvo recursos siquiera cuando Portugal se quedó sin Cristiano Ronaldo, por dos duras entradas de Dimitri Payet nada más comenzar la final.

El equipo de Didier Deschamps no ofreció en todo el torneo más que coraje y partido y medio bueno; contra Islandia en cuartos y la segunda mitad ante Alemania, en semifinales.

Funcionó mientras lo hizo Antoine Griezmann, máximo goleador (6 goles), pero el delantero del Atlético falló en el momento crucial y perdió su segunda gran final en dos meses, tras dejarse la Liga de Campeones antes de venir a Francia. La gran ausencia en los "bleus", no obstante, fue Paul Pogba, que con categoría de estrella pasó por la Euro como un fantasma.

España e Inglaterra, que alimentaron grandes esperanzas, se fueron por la puerta de atrás. Aún buscan una explicación al desastre.

Portugal sí contó con Ronaldo en dos momentos clave, la clasificación a octavos y la semifinal, pero ni el juego del madridista ni el de la propia selección lusa quedará para el recuerdo.

Porque, por más que se ponga en cuestión el modelo y que se haya demostrado que un mes de competición y 24 selecciones es excesivo, la culpa del mediocre nivel exhibido no fue de los modestos, sino de los grandes conjuntos nacionales, que no estuvieron al nivel esperado. No fueron Albania, Islandia o Gales los que fallaron, sino equipos como España, Inglaterra o Bélgica.

Con esta Eurocopa, el fútbol europeo abre un paréntesis, un compás de espera sobre hacia dónde girará, porque hasta Alemania ha salido malherida del torneo.

Más que por resultados, porque una semifinal no es un fracaso, el campeón del mundo lo que no dejó es buenas sensaciones. Por más que se empeñe Joachim Löw, su equipo no mantiene las señas de identidad del Mundial.

A Löw le costó dar con la tecla. No le respondió como esperaba Mario Götze como falso nueve y, sobre todo, no encontró en ningún momento a Thomas Müller, un caso único que ha marcado diez goles en trece partidos de Mundiales y ha sido incapaz de anotar alguno en doce encuentros de Eurocopas.

Con Mario Gómez pareció revivir su ataque, pero la lesión de éste, unida a la de Shami Khedira le desarmó el equipo, incapaz de encajar en la semifinal el golpe que le supuso el inocente penalti cometido por Bastian Schweinsteiger, en el último minuto del primer tiempo.

Alemania se va sin saber si podrá seguir imponiendo su modelo. Siquiera si continuará su entrenador, que dejó en el aire si cumplirá su contrato, hasta Rusia 2018.

Con peor resultado, Italia regresó más contenta. Eran tan bajas sus expectativas que su primer puesto en el "grupo de la muerte" (Italia, Bélgica, Suecia e Irlanda) desató la euforia en el país.

Luego, su exhibición ante España (2-0) le abrió la expectativa de un gran resultado que quedó tan sólo sepultado por la pésima tanda de penaltis ante Alemania en cuartos, donde se necesitaron 18 lanzamientos para elegir un ganador. Alguno, como el que tiró Simone Zaza ha entrado en la historia del disparate.

España e Inglaterra, que alimentaron grandes esperanzas, se fueron por la puerta de atrás. Aún buscan una explicación al desastre.

La excampeona de Europa se encontró convertida en favorita tras dos buenos partidos (República Checa y Turquía), se confió ante Croacia, en un partido en el que desperdició una temprana ventaja y un penalti, y su derrota le envió a jugar contra Italia, donde pareció no haber preparado el partido.

La salida de Vicente del Bosque, con enfado y reconciliación con Iker Casillas incluida, acaba con el ciclo más victorioso de su historia.

Peor aún le fue a Inglaterra, saludada al comienzo como la gran alternativa, por la gran generación de jóvenes que aunó, y despedida entre abucheos. Llegado el momento de la verdad, los jóvenes se escondieron, Wayne Rooney no tuvo capacidad de liderazgo y Roy Hodgson no encontró respuestas. Minutos después de perder contra Islandia, Hodgson presentó su renuncia a continuar.

Desde entonces, anda la federación inglesa buscando un sustituto, mientras se van quitando de en medio los posibles candidatos (Gareth Southgate, Brendan Rodgers…).

Fue el torneo de los modestos. Islandia conquistó el corazón de los seguidores de todo el mundo, tanto por su simpática afición como por el aire fresco que supuso su irrupción en un gran torneo, con su voluntad irreductible y su espíritu amateur.

En otro estilo, también fue la Eurocopa de Gales. Un equipo que hace cinco años ocupaba el puesto 117 y alcanzó las semifinales, a lomos del magnífico juego de Aaron Ramsey y la eficacia de Gareth Bale. El equipo de Chris Coleman tan sólo falló en un partido, con la mala suerte de que fue el más importante de su historia; la semifinal ante la selección portuguesa y, sobre todo, contra Ronaldo que emergió para sepultar sus ilusiones.

Ronaldo, sin ser el hombre de un campeonato sin grandes nombres propios, completó finalmente su palmarés y, ahora, apunta de nuevo al Balón de Oro. EFE