Euclides Reyes conoció a Luisito y a su hermano Bernardo cuando tenían solo cuatro y cinco años. Eran tiempos difíciles para todos. Euclides y su esposa, Marisol Pie, escasamente lograban algún ingreso para alimentar a sus hijos.

“Tuve que trabajar duro, pero lo hice con mucho amor”, cuenta el padrastro del medallista Olímpico, quien el pasado miércoles 17 de agosto conquistó la única medalla en los Juegos Olímpicos de Río, en representación de República Dominicana, en la categoría de 58 kilogramos del taekwondo.

No siempre hubo dinero para todas las comidas y en ocasiones para la merienda en la escuela. En otras, llevar la comida a la mesa tuvo en momentos un alto costo personal y emocional, según recuerda la pareja.

Euclides Reyes

Sin embargo, eso no detuvo a los hermanos Pie, quienes empezaron a incursionar en el deporte a muy temprana edad. No fue una decisión difícil de apoyar, según cuenta Euclides, ya que eso ayudó a que los jóvenes se alejaran de “las malas influencias” que existían en el barrio Las Flores de Bayaguana, un popular sector perteneciente a la provincia Monte Plata.

“Eso nos ayudó más cuando vimos que los muchachos se inclinaron al deporte. Nos sentimos contentos y los apoyamos”, afirma el padrastro de los jóvenes deportistas. Ese apoyo, sumada a la dedicación que puso en su entrenamiento, logró llevar a Luisito a ser parte de la selección nacional y alzarse, finalmente, con la presea de bronce, en una pelea llena de tensión en contra de Jesús Tortosa, dominada en principio por el español.

Bernardo comparte ese logro de ser parte de la selección nacional. Sentado en medio de la pequeña y oscura sala, en la que noches antes se constriñeron todos los miembros de la familia durante la pelea (sus tres hermanos Cristopher de 16 años, Jaime  de 14 y Moisés de 8), amigos y vecinos, comenta que la entrada de Luisito al taekwondo a los 10 años, disciplina que compartía con el atletismo, fue gracias a la orientación de su entrenadora, quien le recomendó optar por uno de los dos deportes.

Llegada la adolescencia, la situación económica continuaba siendo precaria, empero los hermanos se mantuvieron asistiendo a sus prácticas de manera frecuente y a la sazón acumulan unas 70 medallas, incluyendo la de Brasil, todas colgadas en una pared.

“Era difícil. Ya no éramos niños pequeños. Nos íbamos a la escuela, que iniciaba a las ocho de la mañana hasta la una, y de  ahí, al volver, si encontrábamos qué comer, descansábamos media hora y de una vez al complejo deportivo. Luego venir corriendo a hacer tarea”, narra Bernardo, mientras dos hombres en un motor prieto, chirriador, navega entre las piedras de la carcomida calle Flor Mimosa.

Luisito se alzó con la presea de bronce el pasado miércoles 17 (5-6), en una pelea llena de tensión en contra de Jesús Tortosa Cabrera, dominada en principio por el español (5-0), luego de perder la pelea de la semifinal 11-7 con Hanprab Tawin, de Tailandia

Marisol Pie guarda silencio en la cocina y se acerca a la sala como escurrida por las paredes, para sentarse discreta y nerviosa en el mueble cubierto por una manta olímpica, las piernas muy juntas y las manos sobre el regazo, también juntas, apretándose los dedos.

Supera la intimidación que produce la luz de la cámara y el sonido del obturador para sonreír entre preguntas. Cuenta que los nervios le impidieron ver la pelea, aunque mantuvo siempre con el corazón puesto en la victoria del mayor de sus hijos.

“No me podía quedar en la casa. Tuve que salir a andar para no ver la pelea”, dice la mujer, entre sonrisas, con palabras entrecortadas por la barrera del idioma, aprendido durante su adultez. “Estoy muy orgullosa de él”, concluye, frotándose otra vez las manos.

 “Un pequeño problemita”

Bernardo Pie

Bernardo no tuvo problemas para obtener los documentos que le permitirían asistir a los Juegos Centroamericanos de Veracruz, México, en 2014, a diferencia de Luisito. “Un pequeño problemita”, según comenta Bernardo, el cual quedó resuelto “de una vez”.

Y es que a raíz de la sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional, miles de personas de ascendencia extranjera nacidas en el país quedaron sin documentos, teniendo que someterse al plan de nacionalización.

Pero el héroe no tuvo que pasar por el mal rato de resolver su inconveniente, debido a la pronta colaboración de la Federación Dominicana de Taekwondo, como explican Bernardo y Euclides.

“Fue un pequeño problemita y se resolvió inmediatamente”, sostiene Bernardo, quien se apresura a señalar que tanto él como Luisito prefieren enfocar sus energías en sus carreras y no a los comentarios negativos que puedan surgir en su contra, especialmente sobre su origen y nacionalidad.

En algunos medios de comunicación y redes sociales del país, se puso en entredicho la nacionalidad del atleta olímpico, debido a la procedencia de su familia. Empero, Luisito, quien obtuvo la medalla de oro en los Centroamericanos de Veracruz, dedicó su victoria en los Olímpicos de Río a los dominicanos.

“Comentarios negativos siempre habrá. Luis siempre me ha dicho que si uno se enfoca en los comentarios negativos, estaríamos perdiendo tiempo. Así que no nos vamos a enfocar en dos o tres ignorantes que están con comentarios negativos. Sabemos lo que somos y representamos nuestro país”, dice Bernardo.

Agrega, como haciendo una catarsis, que entiende que República Dominicana no es un país racista – en referencia a la sentencia 168-13 y la posición más virulenta respecto a los descendientes de extranjeros nacidos en el país –, sino que hay personas racistas.

Orgullo

Bayaguana, la madre de Luisito Pie y Luguelín Santos, ha parido atletas que han cultivado sus destrezas al filo de las penurias, teñida principalmente por la falta de recursos.

A ese obstáculo tiene que hacer frente diariamente Héctor Rodríguez, instructor de taekwondo, al entrenar junto a sus estudiantes en el socavado colchón de lucha.

Sin equipos y en un espacio diminuto, que se convierte en horno según avanzan las horas, Héctor, quien tiene según sus palabras “una vida” en el mundo de las artes marciales, instruyó a Luisito y a su hermano Bernardo, junto a sus otros compañeros, con lo poco que había.

“En Luisito vi el futuro olímpico y siempre lo decía en la escuela cuando estaban los demás niños, cuando entrenaban. Siempre lo vi con esas condiciones y vi en él ese talento”, narra sentado en una de las sillas del comedor familiar, mientras que dos niños juegan en la marquesina de cemento.

Pero la dedicación no siempre estuvo del lado de Luisito. Héctor cuenta que debido a las precariedades familiares, el campeón de los juegos Centroamericanos de Veracruz, en la categoría de 58 kilos, decidió alejarse de los estudios y de la práctica, lo que le valió un llamado de atención y seguimiento por parte de su entrenador. “Limpia hasta zapatos, pero no me dejes de practicar”.

Héctor Rodríguez explica que con la posición de Luisito en los Juegos Olímpicos, el Instituto de Taekwondo La Virtud Marcial, tiene un crecimiento que sirve de inspiración para otros jóvenes que al igual que él, proceden de las comunidades más empobrecidas de Bayaguana.

Futuro Olímpico

Falta apoyo por parte del gobierno en Bayaguana, señala el entrenador. Al lado del complejo deportivo, un campo que vio nacer uno de los mejores equipos de futbol del país, ahora se mantiene en silencio, lleno de hierba que se mueve al compás de la brisa que precede la lluvia. A ambos lados, las porterías ahora son hierros medio oxidados sin mallas y sin función alguna más que servir como un distante recuerdo.

“Aquí se han hecho las cosas con las uñas”, sostiene Héctor Rodríguez, mientras saca de un cuartucho los pocos equipos defensivos que utilizan los atletas para entrenar. “Aquí no hay de nada”, concluye.

Plantea que con la ayuda adecuada, comunidad podría convertirse en una potencia nacional en deporte, debido a la capacidad que han demostrado los atletas – entre ellos Luisito y Luguelín – que practican diariamente las distintas disciplinas que se imparten.

“Con un poco de ayuda esta (comunidad) podría ser parte del futuro Olímpico del país”.