República Dominicana está de fiesta por elección de Vladimir Guerrero al Salón de la Fama del Béisbol de Grandes Ligas

Santo Domingo (EFE/Ramón Santos Lantigua).- Los dominicanos recibieron con júbilo la noticia de que Vladimir Guerrero, ese portentoso jardinero que durante 16 años azotó el béisbol de las Grandes Ligas, fuera elegido al Salón de la Fama de Cooperstown, el pináculo al que aspira todo pelotero.

Desde el presidente Danilo Medina, quien se encuentra en el Foro Económico Mundial de Davos, hasta la comunidad de Don Gregorio, Peravia, donde nació y reside el exjugador, se desbordaron en elogios hacia el explosivo guardabosques de amplia sonrisa y poderoso brazo.

Elegido al Salón de la Fama en su segunda oportunidad, Guerrero viajó este martes a Nueva York junto a su madre y otros familiares, y desde allá manifestó sentirse "muy contento y agradecido de Dios".

"Gracias a Dios hemos podido colocar nuestra bandera en alto y me siento muy contento de haber llegado a Cooperstown", expresó el siempre tímido -a la hora de hablar- Guerrero, en un vídeo desde la urbe neoyorquina.

Más allá de los números, la pasión y la sencillez que siempre mostró Guerrero dentro y fuera de los estadios, le granjeó una amplia simpatía entre sus propios compañeros jugadores y en la afición en Estados Unidos en su natal República Dominicana.

Y es que 'Vla', uno de sus apodos en la Gran Carpa, siempre fue un hombre de pocas palabras, pero de mucha acción en el terreno de juego.

Desde que debutó en 1996 con los desaparecidos Expos de Montreal, el espigado jardinero demostró que su bate sería su mejor interlocutor en una ilustre carrera que ahora ve coronada con su ingreso al Salón de la Fama.

Su extraordinaria habilidad para alcanzar cualquier lanzamiento por salvaje o lejano de la caja de bateo le permitió acumular un promedio de .318, conectar 449 cuadrangulares y empujar 1.496 carreras. A eso se agrega un 'slugging' de .533, OPS de .931, 1.328 anotadas y 477 dobletes.

Podría correr con gran velocidad, retirar en las bases a los corredores con su brazo de cañón, y llamaba la atención por no utilizar guantes a la hora de empuñar el bate.

Más allá de los números, la pasión y la sencillez que siempre mostró Guerrero dentro y fuera de los estadios, le granjeó una amplia simpatía entre sus propios compañeros jugadores y en la afición en Estados Unidos en su natal República Dominicana.

A seis años de su retiro, es casi una leyenda para sus vecinos de Don Gregorio, donde pasa los días jugando dominó, viendo televisión o sorprendiendo a familiares y amigos con un suculento plato preparado en el patio de su amplia casa.

Es el tipo de jugador al que nunca la fama se le subió a la cabeza, y aún hoy le lleva bastante esfuerzo tomar un micrófono y hablar públicamente.

Este miércoles se anunció que alcanzó la elección con el 92,9 % de los votos, con lo que superó a sus compatriotas, el legendario lanzador Pedro Martínez (91,1), elegido en 2015, y el también serpentinero Juan Marichal (83,6), quien abrió el nicho para los dominicanos en 1983.

"No me fijaba en los números, solo salía al terreno a jugar mi pelota", expresó Guerrero hace solo cinco días a la televisión en Santo Domingo.

En 2004 ganó el premio al Jugador Más Valioso de la Liga Americana; en nueve ocasiones fue llamado al Juego de Estrellas, y ocho veces fue premiado con el Bate de Plata.

Tras 16 años en las Grandes Ligas y pasar por los Expos, Angelinos de Anaheim, Rancheros de Texas y Orioles de Baltimore, Guerrero obtuvo contratos por más de 125 millones de dólares.

Una historia diferente a cuando fue fichado para el profesionalismo a los 17 años por apenas 2.100 dólares y alguien le preguntó qué sería lo primero que haría con ese dinero:

"Comprarme una cama", respondió.EFE