A la edad de tres años, mis padres decidieron que debía aprender a nadar. Mi abuelo paterno era un aficionado de esta disciplina, dio las primeras brazadas en el río Higuamo de San Pedro de Macorís (cuando todavía era río) y al formar su familia, transmitió sus conocimientos acuáticos a cada uno de sus cuatro hijos.
Mi padre, consciente de lo importante que es el ejercicio de la natación para el desarrollo de un niño, me llevó a la piscina infantil del Club Deportivo Naco, donde recibí el aprendizaje de manos del hoy médico Ricardo Domingo. A la edad de seis años, ya estaba participando en competencias en la Piscina Olímpica bajo las orientaciones del bien recordado Radhamés Plácido. Al mismo tiempo, mi hermana menor, Erika, se estaba formando en la escuela de los Delfines del Naco, equipo para el cual hicimos nuestra carrera, bajo las orientaciones de Andrés Rodríguez y Melba Villalona.
Mi carrera acuática fue corta. A la edad de once años, ya estaba retirado, sin embargo, me mantuve vinculado a la disciplina. A la edad de quince años, formaba parte del equipo de redactores de la revista Listín 2000, en lo que fue el comienzo de un ejercicio periodístico que se extendió por seis años y que incluyó los diarios Listín Diario y Ultima Hora. En cada una de mis paradas en la prensa escrita, le di respaldo y cobertura a las actividades de la natación dominicana, lo cual incluyó entrevistas y reportajes a los mejores nadadores de la época.
La carrera de mi hermana Erika fue exitosa, contrario a la mía. A la edad de cuatro años, ganó las competencias para menores de seis años de la Copa Coca Cola, que tenía como sede anual la piscina del club Round Hill, en Trujillo Alto, Puerto Rico. A los ocho años, ya formaba parte de la selección nacional, en la cual se mantuvo de manera ininterrumpida, participando en Campeonatos Inter-Islas y en Campeonatos Centroamericanos y del Caribe por edades, resultando medallista en la primera de las dos competencias regionales. La calidad de Erika se paseó no sólo en las piscinas locales. También las albercas de Puerto Rico, Antillas Holandesas, Trinidad & Tobago, Venezuela, Cuba, Costa Rica y Panamá fueron testigos de sus logros. Se retiró a los quince años, cargada de medallas y trofeos.ç
Hago esta larga introducción para dejar por sentado que tengo autoridad para escribir sobre natación, por los vínculos que tuve con la disciplina desde mi temprana infancia hasta terminada mi carrera universitaria. Hoy traigo el tema a colación por la indignación que me causó ver en un noticiario local que existe una iniciativa en el Poder Legislativo, tendente a bautizar con el nombre de Marcos Díaz el complejo acuático del Centro Olímpico Juan Pablo Duarte.
No es mi intención regatearle méritos a nadie. Tampoco aprovechar este espacio para destacar los logros de mi hermana. Sin embargo, en un país como el nuestro, donde no existe memoria histórica, se pretende pescar en río revuelto con el desconocimiento flagrante de la historia de la natación y el irrespeto a hombres y mujeres que han escrito la historia de una disciplina que tiene más de 40 años de práctica organizada en nuestro país.
Marcos Díaz saltó a la palestra pública en el año 1999, cuando desafió la marca nacional de nado de ultra distancia, la cual se encontraba en poder del hoy Obispo de la iglesia católica Víctor Masalles. El quiebre del registro de Masalles fue desplegado por todos los diarios nacionales y Marcos Díaz, de la noche a la mañana, se convirtió en un héroe deportivo. Pocos medios de comunicación se hicieron eco que, poco tiempo después, Davianty Taveras, con larga trayectoria en el equipo nacional y una carrera exitosa para los Marlins de Arroyo Hondo, dejó atrás el record de Marcos Díaz. Sin embargo, ya el producto mercadológico se había lanzado.
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