1.- Los seguidores del equipo Águilas Cibaeñas, luego de su reciente fracaso se hicieron aliados del tiempo para superar el golpe que les produjo por caer de  anteriores campeones a ocupar el quinto lugar en la pasada  serie regular. Los aguiluchos hicieron suya la idea de que “el tiempo amortigua las pesadumbres y las desavenencias, porque en él cambiamos, y nos convertimos, en cierto modo, en otra persona”.
 
2.-  Pero si para los seguidores de las Águilas Cibaeñas el trecho que ha transcurrido desde su descalificación hasta ahora les ha calmado, no resulta lo mismo para los fanáticos del Licey, que luego de tanto presumir de que se harían merecedores de pasar la prueba del todos contra todos, han tenido que  olvidar su alarde y lamentarse por quedar desechados.
 
3.-El equipo azul,  que para sus seguidores goza de la gloria eterna, va a tener que conformarse con la transitoriedad de su inmortalidad.
 
4.- El Licey ha muerto luego de mucha batahola. El jolgorio le sirvió a los liceístas para hacer el feo papel de alentar para al final quedar en el camino. El llamado glorioso azul debe razonar diciendo: “yo quisiera ahora no ser yo. Quisiera ser una flor que se estuviese deshojando, un sonido que se fuera extinguiendo, un perfume que se perdiese en el aire…Cualquier cosa que se estuviera muriendo serenamente”.
 
5.-  A los seguidores del alicaído Licey, solamente les quedan las quejas de dolor, que son muy propias de aquellos acostumbrados a las lamentaciones. Debo decir con todo pesar que  comparto el dolor que con la descalificación  sufren muchos fanáticos del equipo azul.
 
6.- Me permito sugerirles  a los  dolientes del equipo azul, que se armen de valor, que no derramen ni una gota de lágrima por el Tigre, porque: “es peligroso dejarse llevar del placer de las lágrimas; por él se pierde el ánimo y aun la voluntad del remedio. En todo caso, el consuelo es que toda lágrima tiene su valor; es la hermana de la sonrisa”.
 
7.- Porque al equipo azul lo identifican como glorioso, y en vista de la pena que sé embarga a sus seguidores, me limito sugerirles que hagan suyo este pensamiento: “podéis  hacerme abdicar de mis glorias…, pero de mis tristezas, no; todavía soy rey de mi tristeza”.
 
8.- Por último, “Los que no han sufrido nunca no saben nada; no conocen ni el bien ni el mal…”, pero  los aguiluchos como han sufrido: “entienden el sufrimiento y por tanto extienden su mano” a los liceístas. Amén.