REDACCIÓN DEPORTES.- La tenista española-venezolana Garbiñe Muguruza, que debuta este lunes en Wimbledon ante la francesa Fiona Ferro (n.51), ascendió una posición en el ránking de la WTA y ahora está clasificada duodécima.
El único cambio que se presentó en el top 10 femenino fue el ingreso de la checa Kvitova quien también debuta hoy en el tercer Grand Slam del año frente a la estadounidense Sloane Stephens (n.73) y que, tras subir dos lugares es décima en esta clasificación.
La australiana Ashleigh Barty continúa en la cima de este ránking, seguida por la japonesa Naomi Osaka y la rumana Simona Halep.
Wimbledon, dos años después
Dos años después del último torneo, Wimbledon vuelve a sonreír. Novak Djokovic brinca por Henman Hill, Roger Federer se deja caer por la pista central, donde ha levantado ocho títulos, y los británicos buscan a Andy Murray en el orden de juego. Dos años después, el torneo al que solo pararon las bombas y la pandemia, resurge para dotar de normalidad a un país marcado por el virus.
Wimbledon arranca este lunes con la solidez económica que dio el seguro contra pandemias contratado antes del estallido de la covid y que permitió al torneo ingresar más de 100 millones de libras pese al parón. Lo hace además con la tranquilidad de ver entrar cada día de torneo a más de 20.000 personas al All England Club (un 50 % del aforo), mientras que para semifinales y final la pista central se podrá llenar (15.000 espectadores).
La organización ha pasado de anunciar el 1 de abril de 2020 la cancelación del torneo, a avistar la normalidad. Y es que Wimbledon siempre supo trabajar contrarreloj y en circunstancias imposibles.
Ya sufrió una importante reconstrucción tras la Segunda Guerra Mundial, la primera interrupción del torneo. El conflicto dejó una profunda huella en Wimbledon, que recibió 16 bombas en el club, una de ellas en una de las esquinas de la pista central, llevándose 1.200 asientos por delante. La Luftwaffe lanzó unos 1.000 proyectiles en el barrio, para tratar de eliminar las fábricas cercanas y el puesto de mando del general Eisenhower, localizado en el cercano Bushy Park, y se llevó por delante la vida de 155 vecinos de la zona.
Durante los seis años de guerra, el complejo se transformó en todo menos un campo de tenis. Se cultivó un huerto en el aparcamiento, se criaron cerdos, gallinas y patos en las pistas, y los edificios se usaron para albergar a los bomberos de la zona, a la Cruz Roja y a la brigada de ambulancias. Esto cercenó las ediciones de 1940 a 1945, pero no impidió a Wimbledon reaccionar. En un tiempo récord tras la rendición alemana, y pese a la escasez de bienes en una Inglaterra machada por las bombas, se celebró el torneo en 1946, con numerosas vidas perdidas por el camino (incluidos cuatro miembros del club), pero con la esperanza de que su vuelta era el camino a la normalidad.
Justo igual que 75 años después. "No puedes dar por hecho Wimbledon", ha sido una de las frases más repetidas por los tenistas en las ruedas de prensa previa al torneo.
"No hay nada comparable a cruzar las puertas de este club. Entrar en la pista central, ver que no hay publicidades, no hay anuncios. Es todo puro. Es increíble que exista un sitio como este en el mundo tan comercial en el que vivimos", apostilló Novak Djokovic, el ganador de las últimas dos ediciones.
Con el retorno de Wimbledon, vuelven las fresas con nata, el blanco inmaculado, la hierba cortada a ocho milímetros, las caminatas por Church Road y el jolgorio en la colina adyacente a la Pista 1. Quedarán cuentas pendientes, como The Queue, que tendrá que esperar un año más para que los más valientes y pacientes puedan hacerse con entradas a precios irrisorios, pero Wimbledon ha vuelto y con ello el tenis sonríe de nuevo. EFE