Redacción Deportes (EEUU), 6 ago (EFE).- La figura del tercera base de los Yanquis de Nueva York, Alex Rodríguez, vuelve a convertirse en el centro de actualidad de división dentro del mundo del béisbol de las Grandes Ligas después que fue suspendido con 211 partidos por presuntamente haber utilizado sustancias dopantes que le suministró la clínica Biogenesis de Miami.

Mientras que otros 13 peloteros, 12 de ellos latinoamericanos, que han sido suspendidos por la misma razón aceptaron cumplir con la suspensión, Rodríguez desafió la decisión del comisionado del béisbol de las Grandes Ligas, Bud Selig, y anunció que apelará el castigo, que considera "injusto" y desproporcionado.

"Esta será la pelea de mi vida", destacó Rodríguez antes que hiciese su debut con los Yanquis en la presente temporada, y prepararse para ser recibido con abucheos y gritos de "fuera, fuera" por los seguidores de los Medias Blancas de Chicago.

Pero Rodríguez, de 38 años, dijo que para nada se sentía afectado por ese tipo de reacción ni lo que pudiesen opinar los periodistas y medios que lo han elegido como el jugador sobre el que descargar toda la responsabilidad del grave problema del dopaje dentro del béisbol profesional.

Rodríguez, que tiene todavía un contrato con los Yanquis que le garantiza 96 millones de dólares, recordó que no sólo tiene el derecho sino la obligación de defenderse de las acusaciones que se le han hecho ante un mediado independiente que le permita dar a conocer su versión de los hechos, y no dejar que sea la de un persona como Anthony Bosh, el dueño de la clínica Biogenesis, la que impere.

"De todo esto que se ha generado en torno a mi persona hay grupos que están interesados que a mi se me haya castigado y espero no tener que descubrir quienes son", adelantó Rodríguez antes de conocer la sanción que le impuso Selig, la mayor en la historia del deporte profesional de Estados Unidos.

El mismo comisionado que negoció con el sindicato y los representantes del jardinero Ray Braun una suspensión de 65 partidos cuando el jugador de los Cerveceros de Milwaukee llevaba dos años mintiendo sobre el consumo de sustancias prohibidas y sin recibir castigo.

La decisión de Rodríguez de apelar también es vista como la gran oportunidad que tiene también el sindicato de recuperar poder ante el control que quiere imponer el comisionado Selig y aunque todos quieren luchar por erradicar el consumo de las sustancias prohibidas dentro del béisbol profesional, no están dispuestos a hacerlo a cualquier precio o a costa de un sólo jugador.

Mientras los dominicanos, el jardinero Nelson Cruz, de los Vigilantes de Texas, y el campocorto Johnny Peralta, de los Tigres de Detroit, que también fueron incluidos en la lista de 12 peloteros suspendidos con 50 partidos, admitieron que cometieron un error de "criterio" y aceptaban el castigo.

"No tome la mejor decisión y ahora debo hacer frente a las consecuencias para pensar en el futuro y tratar de ayudar al equipo lo antes posible", declaró Cruz, que es clave en la ofensiva de los Vigilantes que siguen luchando por estar en la fase final del campeonato de la Liga Americana.

La misma situación vive Peralta, que deja a los Tigres, líderes en la División Central de la Liga Americana, sin uno de los jugadores más consistentes con el bate.

Por su parte, el campocorto nicaragüense Everth Cabrera, de los Padres de San Diego, asume toda la responsabilidad por haberse involucrado en la situación que provocó que fuera suspendido, pero reveló que fue su agente el que lo llevó hasta Bosh en el 2012 para que recibiese sustancias prohibidas y pudiese recuperarse de una lesión de hombro.

"Me di cuenta que me equivoque y las Grandes Ligas también comprobaron que no quise hacer trampa, todo lo contrario renuncie a seguir tomando algo que sabía no me beneficiaba ni era bueno", destacó Cabrera, que se ha consolidado como un jugador clave dentro de la novena de los Padres.

La misma historia vivieron el resto de los peloteros de la lista de suspendidos, todos dominicanos y venezolanos, que volvieron a ser víctimas de los malos consejos recibidos por las personas que los asesoran.