Colaboración especial de Bileysi Reyes Peralta
Anoche regresó la palabra estrenando alas
trajo con ella el gesto recurrente
un canto renovado en nuevas voces
indiferentes hasta hoy
se despertaron angustias
la esencia de los días.
Para mí, hablar de poesía siempre ha sido un reto, principalmente porque me parece más complicada que la narrativa en todo el sentido estricto de la palabra y porque siento que al estar tan cargada de subjetividad, se presta a miles de interpretaciones dependiendo del individuo que la lea. Por otra parte, me ha resultado difícil empezar este análisis sin mencionar a Cristina Peri Rosi y su ensayo sobre la mujer escritora: «Escribir como transgresión», y tal vez lo tome en un sentido metafórico, pero en esencia, me parece que de algún modo, podría aplicarse con esta poeta. Para resaltarlo, creo necesario que conozcamos un poco sobre la vida de Yrene Santos.
Yrene nació en Villa Tapia, provincia Hermanas Mirabal y desde joven sintió un impulso hacia lo poético: ese insistente deseo de escribir lo que le nacía y que la llevaría luego a convertirse en poeta. De tal forma, que ingresó al taller literario César Vallejo, porque quería que otros escucharan lo que hacía y porque además, tenía la necesidad de aprender.
Como es sabido, a través del tiempo, la sociedad le ha conferido ciertos roles a hombres y mujeres, clasificando, incluso, sobre quienes están capacitados intelectualmente para escribir sobre determinados temas o para desempeñar dichos roles. En sentido cultural, la escritura, tal y como plantea Peri Rosi, ha sido un oficio de hombres, una herramienta, una forma de demostrar ingeniosidad y hasta cierto punto supremacía; una labor que, desde un principio, no fue pensada para mujeres y por lo tanto, no fue tan apta para ellas durante un largo periodo de la historia. Y podemos notar vestigios de lo que significó todo esto en autoras como Virginia Woolf, Sylvia Plath, Delmira Agustini, entre otras. Queda aclarar entonces, que la poesía de Yrene, nace en un mundo totalmente tradicional, en un mundo donde el arte tiene cierto matiz infundado, donde los poetas escriben siempre de temas relacionados a la belleza, al amor o la naturaleza; y donde su poesía no fue tan bien recibida, por tratar temas eróticos, por ser rebelde, por ser diferente, y por algunos años continuó de esta forma.
Sin embargo, quiero afirmar que la poesía de Yrene Santos es vivida y sentida. Vivida porque escribe bajo su propia experiencia, sobre cosas que le aquejan, las cosas que ama, el sentimiento de la familia, la maternidad, el sentido de ser una ciudadana del mundo y en definitiva, el de ser mujer:
Imaginé un rostro cubriéndome el cuerpo.
Es que el sol amanece / con el semen de los ángeles.
Uno de los puntos importantes de su poesía es que se expresa desde su concepción de ser madre:
Como el poema que crece en mi vientre.
No obstante, es también posible notar un paralelismo o más bien un reencuentro entre su sentimiento de ser madre y el de definirse a sí misma como mujer:
Mi cuerpo es un jardín que espera.
Es sentida porque esta autora desvive sus sentimientos en su pluma; en ella, es posible notar su preocupación por la vida y su sentir como poeta. Una poeta en el mundo, que vive y piensa en poesía, que entre veces, se sumerge en esos mares de apreciación enigmática, donde evocan sueños y sentimientos camuflados entre palabras y que además, muestra al mundo su propia concepción de lo que para ella es el arte poético:
Pienso en las palabras que quisiera escribir para que no se pierdan en el tiempo.
La poesía es una intensa lluvia que arranca cualquier dolor arraigado por años, y adivina un amor escondido en las palpitaciones del sueño.
Una de las cosas más hermosas de la poesía, es tener no solo la capacidad de escribirla e interpretarla, sino también de sentirla. Irene Santos no solo la siente, sino que también incita a otros a sentirla:
Hay instantes de ceguera en cada cuerpo […] Se pasa de la depresión al llanto que llueve en el estómago.
La poesía está regada en este suelo.
Este suelo que podría ser metafísico, pero también podría ser nuestra hermosa Quisqueya, por la gran cantidad de poetas que ha parido. No se equivocó Daisy Cocco de Filippis, cuando inició un texto con las siguientes palabras: «Conocer a Yrene Santos es conocer la poesía y la vida en plenitud valiente, no se acobarda, pase lo que pase». Ver a Yrene es mirar a un poema andante, todo lo que su ser refleja transpira poesía, es una mujer sencilla que da la impresión de ser una persona que ríe y llora con la misma facilidad, y sin amedrentarse en lo absoluto.
Desde mi propia concepción de lo que es el arte poético, siento que la producción de Yrene Santos, es una que sale desde las contingencias más entrañables del alma, utiliza elementos de su propia vida y del ambiente para escribir. Y no se equivocó José de la Rosa al expresar lo siguiente:
«Yrene Santos es una poeta singular que fabrica su poesía de las cosas cotidianas, mas su poesía es experiencia única. […] Cada verso suyo es una calle distinta que recorremos llevados de la mano. […] La poesía de Yrene es una experiencia que, si después de oírla no nos hace sentir mejor, al menos, nos queda el deleite del goce estético de su palabra».
No cabe duda de que la autora desglosa su propio ser en lo que escribe y lo muestra tal y como lo siente, tampoco es ningún secreto que tiene un fuerte compromiso de vida con el arte, y lo pone de manifiesto en la compilación La palabra revelada. Marianela Medrano, escribió una vez que, «la poesía de Yrene Santos, se caracteriza por una claridad y sencillez que trascienden en la cotidianidad sin ignorarla, donde examina su condición humana, su condición de inmigrante»:
Un día vine para acá con hileras de lágrimas
con mundos de risa
allá dejé cuerpos que me aman
corazones fracturados desde antes del abrazo
ese que dividiría esta vida… en un antes y un después
vine para acá con el vientre preñado de ternura
jardín completo creciendo alegre…
Otra de las particularidades que me llamaron la atención de la poesía de Yrene es la palabra «izquierdo», que está presente en algunos de sus poemas:
Tu seno izquierdo es un arcoíris de muchos colores que en su origen…
Estoy envejeciendo de mi ojo izquierdo.
Me atrevería a decir que, en su poesía, esta palabra simboliza la parte emotiva, de donde se siente el amor, la parte de la fuerza de empuje, esa parte incansable, el corazón. ¿Y de qué manera podemos escribir poesía sino es entregando toda nuestra alma, que en algún punto de nuestra existencia misma simboliza también el corazón?
No quería terminar sin expresar también lo que Isabel Krisch le escribió una vez a Yrene: «No importa cómo nos sintamos, Yrene, creo que el destino del que maneja la poesía, su música, su intensidad debe tender las manos hacia el infinito y escribir, escribir, escribir siempre, dejarse llevar por la pluma y ser feliz».
Por esto y por mucho más, pienso sin duda, que la poeta Yrene es una embajadora de la palabra, pero de la palabra con sentimiento, la palabra de la vida, la palabra revelada, la palabra que se escribe desde adentro y que puede ser plasmada y dejada en la puerta, por si alguien llega.