Del concepto

“Porque la migración es el punto de encuentro de todas las artes” me contesta él, cuando le pregunto por el sugestivo: “Vértice”, título del concierto-espectáculo que ofrecerá la institución para celebrar un aniversario más desde aquel agosto del 73, cuando el Estado dominicano encomendó al maestro Carlos Piantini (y a su legión de sucesores) velar por el destino y salvaguarda del Teatro Nacional de Santo Domingo para prevalecer como bastión de artes escénicas, en tanto Republica Dominicana exista.

Ojos entornados y frente fruncida me doy por satisfecha con la respuesta (a estos frikis artistas mejor no “cuquiarlos“; total, nunca te explican) y con vaga idea entre pueblos movilizados y nociones de geometría, acudo entusiasta a ver con qué nos saldrá este otrora “enfant terrible” de la música electroacústica, ya no tan “enfant” y sí (por cuanto ha ejercido con calidad todos y cada uno de sus ámbitos) dueño del más sólido acervo de competencias en el arte musical, que exhibe la actualidad dominicana: Dante Cucurullo.

De la puesta en escena ya hablaremos. Mientras tanto afirmo: del concepto, nada hay improvisado. Este tema viene de lejos, madurando en el tiempo y en la espera. Bien claro, tanto con lo que quiere decir como en por qué (y pa qué) quiere decirlo en esta ocasión, aun cuando algunos dirían: “¿De verdad? O sea, ¿un espectáculo de refugiados y eso …en el cumpleaños del TN? ¡Aquí hay bobo!”. 

Por supuesto que un discurso escénico acerca de emigrantes y de lugares comunes me parece osado y hasta temerario. Pero también valiente, actual, universalista, leal a lo humano, futurista, si se quiere. Además, si algo he aprendido del público es que te perdona hasta las boletas caras, si no lo aburres. Si el arte es bueno.

De la puesta en escena

Ya en mi butaca (Dios, concédeme volver a ver las salas llenas de gente) espero ese instante de oscuridad absoluta previo a la apertura del telón…pero…ahora ¡no sucede! “¿Y dónde está mi apagón?” refunfuño, mas ya la música empieza a ejercer su sortilegio y algo en ese foso iluminado en rojo predice algo interesante, mientras una nubecilla se cuela desde el telón y va bailando al ritmo de la (algo extensa) obertura.

A medida que se desarrolla la pieza, se me hace la impresión de que esta tal obertura (tradicional preámbulo con fragmentos de los temas para que el público se vaya haciendo idea) ¡pues no lo es! ¡Es ya una historia en sí misma: para escuchar! Entonces comprendo: es el discurso de un músico y si bien habrá mucho que “mirar”, es en ese infiernillo sonoro donde se cuece todo lo que va a pasar esta noche en el piso de arriba.

La selección musical

Vértice, el Concierto No. 7 de la Orquesta Sinfónica Teatro Nacional Eduardo Brito, presenta cuatro estadios:  Origen, Travesía, Llegada y Futuro comienza con “Garrick”: un poema sinfónico de un dominicano, inspirado en un poema de un mexicano: JD Peza, inspirado en un payaso inglés (¿puntos de encuentro?). A seguidas: Cuadros de una Migración (Génesis, Pies cansados, La noche  y La Procesión) y El encantador de Aguas. Pero, además, Dante invita a la música de Karl Orff: Cármina Burana; Dvorak: Sinfonía del Nuevo Mundo, Gustav Holst Los Planetas y de nuestro Bienvenido Bustamante: la Suite Macoríx. 

Mientras tanto, en piso de arriba

El telón devela una escena en negro y claroscuros creados por una mano luminosa (la presencia de Bienvenido Miranda en el TN es un regreso a la cordura). Al centro un gran plano inclinado desciende de o asciende a algún lugar (Fidel López: inagotable). 

En el principio, voces de Babel y gente que se desplaza hasta que llega la palabra: “Nadie deja su hogar a no ser que su hogar sea la boca de un tiburón…” Sobrecogedora, la poesía de Warsan Shire: refugiada de Kenia en Inglaterra, irá desplegando la epopeya de los exiliados del mundo, en las interpretaciones de Lidia Ariza, Amarilis Rodríguez, Miguel Lendor, Luis Del Valle, Mario Arturo, Ramón Candelario y José Julio Sánchez. 

Dudo que alguien en el público se haya ido en yola siquiera, más lo dicho aquí a nadie dejará indolente.

Vítores para los 30 dueños de las 30 voces poderosas de la única Coral del TNEB y para su director: maestro Ángel Herdz. ¡oh, pero qué fortuna! 

La nave y sus pasajeros

Irrumpe en la escena una especie de carromato, cuya arquitectura, practicada coreográficamente por los actantes, deberá lograr las metáforas. Uno no sabe bien de lo que se trata, pero entonces los viajeros la abordan y con su expresión corporal la convierten en una barcaza que flota idílica sobre aguas mágicas. Se mantendrá bogando a través de las historias, varias de ellas con la participación del cuerpo de danza del TN.

Se destacan las actuaciones de Pablo Paredes y Perla Marmolejos, primeras figuras de la danza joven en el país. Ellos acompañados de Paola Peralta, Jenifer Rincón, Amell Tejeda, Paula Benavides, Jesús González y Edison Alcántara, y con las directrices de los coreógrafos Erick Guzmán y Nathalie Borsos, confrontan el mayor desafío de sus carreras: crear una propuesta danzaria a la altura de la prestigiosa marca que representan.

He creído ver un arca de Noé, el Sinaí, encrucijadas, un refugio, un escondite, campo de batalla y hasta la nave “Enterprice” que llevará nuestros peregrinos “a donde nadie ha podido llegar”. 

¡Ah! y cómo he recordado Mad Max, aquel filme, hoy de culto, que advertía de un futuro distópico, pero esto, más bien, gracias a la dirección de actores de Carlos Espinal, refinado y meticuloso en la creación de sus caracteres (Bella la presencia de J.J, entre la actuación y la danza), pero también, imagino, en el diseño de cada escena para recrear este universo tan particular a partir de la parafernalia justa y sí mucho trabajo actoral. 

Honestamente, no llego a explicarme de dónde salió el tiempo para colocar un elenco de casi cien actuantes.

La forma final de los personajes queda completa con el vestuario de Vanessa Cucurullo: en negro, sin una sola lentejuela (cosa que me encanta); puros trapos sobre los cuerpos, pero me parecen unos trapos muy bien puestos, ¡caramba!

En Conclusión

Pues sí, mi buen lector: como buen hijo de la generación de Johnny Quest, de la contracultura, de la Era de Aquarius, de abril del 65 y de Viaje a las Estrellas, nuestro autor todavía cree en utopías, por eso, a horcajadas en la música, la danza, la poesía, se ha propuesto llevarnos a una nueva Tierra donde el maná flota en funditas de Doritos, al encuentro de una humanidad donde lo que campea es la risa.

Yo creo que hay mucho corazón en esta propuesta realizada con demasiada prisa y muchas implicaciones que desconocemos. Pero creo en los artistas y en la fortaleza misma de la institución que ha albergado tanto arte y que se aboca a la empresa titánica de ampliar su espectro de funciones en nuestra sociedad.

Posdata

Imaginad a una mujer de edad mediana en luto cerrao', la falda recogía', blusa remangá', sin un solo botón que la cubra, suelto su cabello más la frente en alto; nos agarra la mano, se la lleva al pecho y dice: “yo viva ¿y tú?” Bueno, es mi impresión cuando veo cómo este escenario, casa de tantas maravillas, se atreve a celebrar casi medio siglo mostrándose con sus telones replegados, levantado el ciclorama, dejando ver sus partes pudendas, porque lo manda el momento y es un mandato planetario; porque tal vez sea este “el tiempo de la espera”, pero hay que seguir cantando: “que la mañana es nuestra todavía”.

Crédito de las fotografías: Todas las imágenes son de David Soto