Sin duda, uno de los escritores vivos más exitosos y prolíferos, en Republica Dominicana y motivo de gran orgullo, es el vegano, Pedro Antonio Valdez, que, entre sus tantas obras premiadas, su novela “El carnaval de Sodoma” presenta una historia con diversos niveles de realidad, con base en un hecho ocurrido en la provincia de La Vega por los años 90, en la que entran en pugna una iglesia de la religión tradicional y un burdel.
Una novela que puede apreciarse muy descriptiva en la que gravitan la religiosidad, la cultura, la política y la historia como una mascarada, expuestos entre visiones de la realidad y la ficción, con la cual el autor, se inspiró y construyó sus personajes en partes de la realidad y en el surrealismo, pero independientemente de los niveles de la realidad y la magistral composición de esta novela, me impacta la crítica frontal o confrontación a la doble moral de la religiosidad que primaba en aquel entonces, y que no es ajena a nuestros días, lo que nos lleva a cuestionarnos, sobre si la religión pura y simple, brinda al hombre una oportunidad real de vivencias o mas bien constituye una mascarada.
Diferentes elementos, expresiones y lugares típicos, personajes delineados perfectamente, con vida propia y con jergas muy dominicanas, pero que a la vez se prestan para ser recreados universalmente. La obra fue llevada a a la pantalla grande por el destacado cineasta mexicano Arturo Ripstein, lo que definitivamente catapulta la narrativa de esta novela que ha trascendido las fronteras locales.
Una narrativa fuerte, desafiante y burlesca a mi modo de ver, mezclando realidades cotidianas y mundanas, haciendo uso el autor del recurso de la carnavalización de los diferentes argumentos de esta historia, que el mismo autor manifiesta la influencia en su concepción del formalismo ruso dentro de la teoría literaria, gravitando de forma dinámica, elementos de fondo conforme al guion central de este relato.
La catedral de la iglesia tradicional en La Vega, coexistía frente a un hotel que luego se convierte en un burdel, toda una paradoja en la que se dan cita personajes particulares y se decantan situaciones y matices de todas las clases sociales, una mezcla entre lo místico exagerado y lo profano y tabú hasta que al final no se precisa si por la influencia del clero tradicional, cierran el burdel, llegándose a observar esa doble moral de sepulcros blanqueados que asumen una lucha contra este antro que alberga personas pintorescas y encierra historias graficas y elocuentes, cargadas de un humor y sarcasmo que quiebran los preceptos establecidos, pero que en su esencia no es mas que eso, pretender una apariencia de piedad y justicia religiosa frente a la naturaleza carnal y humana.
Desde mi punto de vista, las religiones como sistemas culturales de determinados comportamientos, prácticas, cosmovisiones y éticas resultan por si solas, de poco impacto en la naturaleza humana, en donde alma, cuerpo y espíritu deben regirse, no por dogmas, sino en base a experiencias vivas que en mucho distan de la práctica de una religiosidad por costumbre.
Pedro Antonio Valdez conjuga lo popular, algunos hechos históricos trascendentales, algunos temas muy universales y evidencia los cambios sociales de esa época, y en gran manera expone textos bíblicos, símiles religiosos y realidades mundanas, en yuxtaposición, y me parece en verdad que esta novela critica y desafía creencias ancestrales y quiebra esos preceptos, expresándolos estéticamente de una manera cruda que llega a lo mordaz, con una inmejorable narrativa y un argumento asimilable y propio de nuestras sociedades y nuestros días.