SANTO DOMINGO, República Dominicana.- En el momento que casi me proponía poner punto final a un artículo escrito para el octogésimo aniversario del escritor Manuel Mora Serrano, acudí presuroso a la casa del historiador Tomás Espinal y Rivera, para confirmar el nombre de uno de los personajes que aparecen en dicho trabajo, y entregarle a una copia del mismo con el propósito de que lo revisara y escuchar sus siempre bien recibidas opiniones y sugerencias.

Luego de haber leído con entusiasmo el documento, Espinal me invitó a pasar a su biblioteca para sorpresa y alegría, poner en mis manos un volumen del libro “Unos sueños podridos” y “Unos cuadros borrosos” de Manuel Mora Serrano; que guarda como apreciado tesoro- lo pude confirmar cuando me dijo de manera jocosa: “ni a ti te lo presto”,- ya que el mismo posee un gran valor  sentimental para Manuel Mora Serrano e  histórico para la provincia de San Cristóbal. Quiero ahora enumerar –con el permiso del autor– algunos de esos apreciados detalles que contiene dicho libro:

“Unos sueños podridos” y “Unos cuadros borrosos” es un libro desconocido, que Mora Serrano no incluye en su bibliografía, escrito a máquina –tal vez con el propósito de regalar algunos ejemplares  o algo por estilo, que contiene poemas escritos entre los años 1952  a 1955.

Al leer cada trabajo que contiene este libro y advertir rebeldía y madurez en el manejo del lenguaje, que brilla por su  profunda sencillez, sospechamos que Manuel Mora Serrano simpatizaba o seguía a temprana edad las corrientes vanguardistas de su época de juventud, como el versolibrismo que se enfrentaba abiertamente a la rima, para la construcción de un nuevo orden poético; antes del 1955 cuando ocurrió el importante encuentro con el poeta universal Domingo Moreno Jimenes, que como espa

da lacerante lo marcaría para siempre, y que lo hizo afiliarse a las filas del Postumismo. Veamos a lo que nos referimos en fragmentos del poema “Nombre de mujer” escrito  el 17 de marzo del 1955:

“Sabía a prohibiciones y era dulce, como canciones de mujer en soledad del cuarto de baño.

La llamaban Josefina. Para mí, fue Sulki.

Tengo las manos cuajadas de recuerdos, que se pegan como demonios a mi sangre.

¿Por qué mi amor, se enrosca a ese cuello de mujer y no aprieta sus nudos?”

Al leer en este libro poemas como “Refajo del viento” o “Sencillez burda” nos llega a la mente la idea de como la belleza de la desnudez de la mujer en cuerpo y alma; la naturaleza y el campo –tal vez arraigado por una nostalgia de su Pimentel de antaño– han estado siempre presentes en su poética. Esta creencia nos nace al leer los trabajos reunidos en el libro “Sinfonía en Miedo Mayor” traducido al portugués, y publicado en  2009, en conjunto con la poetisa y  traductora brasileña  Cristiane Grando. Veamos  los poemas antes citados:

“Refajo del viento” (1955):

“El viento es una mujer. /Tus ojos tienen el refajo del viento. /Ven a mi lecho de espumas. /Ven desnuda de brisas. /Ven hambrienta de aires. /Ven cargada de aguas. /Ven provista de retornos. /Ven culebra de asfixias/a enroscarte  a mi cuello./Ven avispa de muertes/ a morderme las ansias. “

“Sencillez burda” (1955):

Los hijos de los campesinos pobres /nacen mirando el suelo. /Las hijas de las campesinas pobres /nacen mirando el lecho. /Por eso la tierra es amor del vagabundo. /La cama la herencia de la tontuela. /Las campesinas engendran cantando/la sangre ha teñido el sol/Las campesinas paren, una mazorca de vida/madura de problemas.”

Como paréntesis quiero citar lo que dice Rafael Lantigua en el ensayo “Poesía erótica a viva voz”, que aparece en su  libro “La palabra para ser dicha”, donde al referirse a las excelsas lecturas de  poesía de Freddy Ortiz, también nos dice lo siguiente:

“Todos los poetas deberían exigir a Ortiz que le lea sus poemas, sus mejores poemas. Que de los eróticos –donde piezas incluso desconocidas como Sinfonía  de la primavera, de Manuel Mora Serrano, queda convertida por obra y gracia de su voz y sus inflexiones dramáticas en una pieza estremecedora de la poética dominicana–.”

Otro valor agregado que tiene el volumen que tenemos en las manos de “Unos sueños podridos” y “Unos cuadros borrosos”,  es su singular dedicatoria, de  este “cibaeñito que se enamoró de esta ciudad” como él afirma en la misma,  nos deja también como regalo un poema escrito de puño y letra, dedicado a San Cristóbal,  firmado y fechado el 6 de septiembre, o sea un día después de Manuel Mora Serrano cumplir los 21 años de edad. Veamos fragmentos del mismo:

“Epopeya de San Cristóbal”

“Tu epopeya es la epopeya  singular de  grandeza. En tu entraña fue firmada por patriotas arrojados nuestra carta civilista. Por patriotas que se daban la viveza, de poner al pie la firma, pisotear invasores é improvisar soldados. Por patriotas en cuyo pecho palpitaba  la bandera, por patriotas en cuyas almas flameaba igualdad y que en tu médula sensible dejaron la primera gran señal de su grandeza: nuestra constitucionalidad".

Muchas gracias Tomas Espinal, por privilegiarnos con   poner en nuestras manos este valioso libro que forma parte de la historia de San Cristóbal  y de la vida de Manuel Mora Serrano.