Avanzaba raudo mi automóvil Mazda del ’79, por la autopista Duarte en dirección a Santiago de los Caballeros. Sentado al volante, escuchaba las últimas estrofas de la balada “Te doy una canción”, interpretada por Silvio Rodríguez, que transmitía una emisora por la radio del vehículo:
“…la ciudad se derrumba
y yo cantando
la gente que me odia y que me quiere
no me va a perdonar
que me distraiga
creen que lo digo todo
que me juego la vida
¡porque no te conocen
ni te sienten!
Te doy una canción y hago un discurso
sobre mi derecho a hablar
Te doy una canción con mis dos manos
con las mismas de matar
Te doy una canción
y digo Patria
y sigo hablando para ti
Te doy una canción
como un disparo
como un libro
una palabra
una guerrilla
como doy el amor. “
Sentado en uno de los asientos delantero del carro, a mi lado, Asdrúbal Domínguez. Momentos antes de iniciar la canción, me había pedido que escuchara detenidamente sus letras, para dilucidar aparentes o reales motivos que habían llevado al bardo a componerla. Con su proverbial dicción clara, precisa, y el alto vuelo intelectual que poseía, formalizaba su argumentación de forma pausada, sin pedantería, mostrando en cada oración expositiva su ilustrada formación. Al final, un intercambio fluido de ideas dignas de un foro poético, tornó rápido el viaje a la hidalga ciudad cibaeña, en trabajos propios de la directiva del Colegio Dominicano de Artistas Plásticos; institución de la que ambos formábamos parte, él como Presidente, yo como responsable de Prensa y Propaganda.
Asdrúbal Domínguez, uno de los “famosos y peligrosos comunistas” de la lista negra que esgrimió el entonces Presidente de los Estados Unidos Lindon B. Jhonson, -para justificar la bestial intervención militar norteamericana del 1965- provenía de una familia de educadores quienes velaron por proporcionarle una formación humanista esmerada. Graduado con honores de Ingeniero Civil en la universidad del estado, destacó como estudiante meritorio, dirigente de izquierda, líder estudiantil universitario y comandante constitucionalista en la Revolución de Abril.
La obra artística de Domínguez, se comienza a percibir a finales de la década del sesenta, cuando su pintura: “Pájaros muertos sobre azotea”, es reconocida con el tercer lugar del V Concurso de E. León Jiménez del 1969. Esta pintura al óleo, exhibe una dinámica composición, en la que los elementos plasmados sobre el lienzo muestran indicios neo-cubistas, dentro de una gama visual de colores provocadores.
Pinturas, serigrafías, grabados xilográficos y linóleos, son parte de los medios expresivos utilizados en una admirable producción plástica cargada de una iconografía social y humano, con matices expresionistas, que evidenciaban su compromiso y convicción ideológica.
Destacó como diseñador gráfico, vertiente de la expresión visual en la que realizó importantes carteles y diseños de logos, que cosecharon distinciones y reconocimientos. La serie de imágenes –logos y señalética- creadas para los XII Juegos Centroamericanos y del Caribe, celebrados en Santo Domingo en el 1976, bastan para evidenciar la madurez, capacidad de síntesis y creatividad de Asdrúbal, como diseñador gráfico.
Sus grabados xilográficos (grabados en madera) y en linóleos, acreditan esa preocupación por la síntesis, el balance entre las partes retiradas que darían los blancos del papel, y las masas que se quedarían para originar el estampado. Su trabajo gráfico rememoran, en cierta medida, las realizaciones de la gráfica mexicana del Taller de Gráfica Popular, colectivo de grabadores fundado en 1937.
Creemos que su producción de obras artísticas, habría sido más fecunda, si no hubiera estado sometido a una vida de constante peligro, persecuciones y arrestos, fruto de sus convicciones y lucha política por una sociedad más justa y democrática.
La relativamente tardía y corta amistad que establecí con Asdrúbal, fue fruto del amor común hacia la gráfica y sus técnicas, el diseño y, en cierta medida, la identificación con los planteamientos sociales reflejados en nuestros trabajos, desde nuestras particularidades expresivas visuales. Su culta conversación siempre fluía sobre temas diversos, las veces que departí con él en su taller de Ciudad Nueva, en las reuniones del Colegio de Artistas o mientras jugábamos una partida de ajedrez; visualizo su imagen con un habano en su mano izquierda, en sus momentos de concentración, mientras analizaba el próximo movimiento a realizar sobre el tablero del juego que le apasionaba.
Se lanzó con ímpetu y bríos renovados, en pos de la creación de nuevas obras de arte, luego de salir exitosamente de una delicada intervención quirúrgica. Trágicamente, un lúgubre 20 de noviembre del 1987, la inexorable guadaña de la muerte segó su vida cargada de sueños y utopías, durante una segunda operación a la que tuvo que ser sometido, cortando un camino fértil de creación inconmensurable.