El ministerio de Cultura de la República Dominicana no es precisamente el que disfruta de un presupuesto más holgado.
Desde su creación, ha trabajado sometido a limitaciones económicas.
Cultura no puede, por ejemplo, asumir el costo de la construcción de una escuela de artes plásticas o de una sala para teatro y danza, por modestas que sean esas edificaciones.
Es triste que la provincia Duarte no cuente con un edificio propio y adecuado para la escuela de bellas artes, y apenas pueda sobrevivir en locales alquilados. Construir en San Francisco de Macorís un centro cultural será una obra que habrá de materializar el Gobierno a través del ministerio de Obras Públicas, si así se decidiera.
Los jóvenes que aman la poesía, el teatro o la narrativa, que se organizan en talleres y tertulias, pueden ser apoyados por el ministerio de Cultura enviándoles profesores itinerantes
Y no es el único caso. En el este, San Pedro de Macorís tampoco cuenta con una escuela de bellas artes como se merece.
En fin, son muchas las provincias que enfrentan el mismo problema, sin que las autoridades de Cultura puedan disponer de dinero para construir locales, pagar los alquileres y nombrar a los profesores.
Lo que sí puede hacer el ministerio de Cultura, sin necesidad de grandes inversiones, es apoyar a cientos de grupos dirigidos por artistas, escritores, poetas y gestores culturales en todo el territorio nacional.
Los ejemplos abundan. Los jóvenes que aman la poesía, el teatro o la narrativa, que se organizan en talleres y tertulias, pueden ser apoyados por el ministerio de Cultura enviándoles profesores itinerantes, que no tendrían que ser funcionarios amparados en un nombramiento, sino que reciban una paga o dieta puntual o que sean contratados por igualas.
Un artista de la música y el canto aporta mucho más enseñando que protagonizando un espectáculo de un día.
Hay escritores con experiencia en la enseñanza de la literatura; también maestros de teatro, de danza, de pintura y dibujo, de música y de artesanía, que estarían dispuestos a hacer esa labor sin exigir un cargo.
Estamos seguros de que un programa de este tipo, que haga sentir la presencia del ministerio de Cultura en el territorio nacional, rendiría buenos frutos, que se harían palpables en poco tiempo.
Es una propuesta simple, que se distorsionaría si se somete a la redacción de un programa abultado cargado de teorizaciones y metas ambiciosas.
No es que se tengan que abandonar los programas formales del ministerio, sino hacer una incidencia puntual allí donde se necesita y se anhela, sin tener que invertir millones de pesos.