Recientemente se hizo público en el escenario intelectual dominicano, a propósito de la Feria Internacional del Libro en New York, un tema penoso entre organizadores y participantes relacionados a una confusa situación presentada con la invitación del Dr. Manuel Núñez, como expositor o invitado a dicho encuentro cultural con escritos dominicanos, de la isla y de la diáspora.
Lamentablemente para mí resultó que parte del conflicto giró alrededor de la invitación del polémico intelectual Manuel Núñez quien iría a presentar su reciente novela bien comentada por la crítica literaria dominicana: El último sordelio.
Algo retirado de la conflictiva situación, me entero de las condiciones puestas a quien se le dedicó la Feria, el ensayista e intelectual dominicano Dr. Silvio Torres-Saillant, al decir de lo leído en prensa, este condicionaba su participación, a que el Dr. Manuel Núñez no asistiera a la misma como invitado de los organizadores por diferencias de enfoques respecto al tema haitiano, de por si polémico y complejo.
La libertad creativa en una sociedad democrática nunca debe ponerse en entredicho
El conflicto se acrecentó al saber que la dirección de la feria en EE. UU. Había aceptado la condición impuesta y esto desató un ruido mayor entre organizadores, participantes, invitados, instituciones del estado como el Ministerio de Cultura y participantes interesados en tan importante actividad cultural que tiende puentes dialógicos entre ambas comunidades intelectuales del país.
De mi lado me sorprendió la razón del conflicto, pues la libertad creativa en una sociedad democrática nunca debe ponerse en entredicho. Siempre acostumbramos, desde el mundo intelectual, condenar la censura al poder político, sobre todo de los regímenes totalitarios, sean de izquierda o derecha, y pienso que la soberbia no es una ideología, sino postura.
Por tanto, me preocupé con las razones de fondo que motivaron esta primera plana en el mundo intelectual dominicano, y llegué a la desdichada conclusión que en el fondo se manejó, aunque luego se salvara la situación, con cierta forma de censura de tipo intelectual, pues la sugerencia del escritor y profesor universitario Torres-Saillant se condicionaba por las diferencias interpretativas del tema haitiano entre ambos, y redujo su acompañamiento y participación en dicha actividad, a esas diferencias.
La censura no es el derecho a diferir, es negarle el espacio al otro por las diferencias existentes entre ellos, a lo cual cada uno tiene derecho y hasta positivo resulta, el tema es negar la participación por esas diferencias.
Me niego a pensar que el intelectual Torres-Saillant así valorara su participación en el evento. El homenaje y reconocimiento a su obra y sus aportes eran parte de la convocatoria, creo tal vez que, en el proceso se dieron confusiones del desestimulante enfrentamiento que incluyó, a la misma dirección de cultura de la gran urbe.
Entiendo que toda negación a alguien por más grandes que sean las diferencias y manejadas bajo condiciones de poder o de influencia, es una censura, y es enemiga, no solo de la libertad creativa, sino, de lo que en las universidades se denomina Cátedra libre, donde el maestro tiene la oportunidad de exponer su parecer libremente, sin la condicionalidad de las autoridades de la universidad, que solo le exigirían rigor académico, capacidad expositiva y profundidad formativa de los argumentos usados. Por tanto, toda limitación al trasiego de las ideas, independientemente de las diferencias, podría calificarse de una manera sutil de censura.
Como sabemos la censura la ejerce el poder, pero no solo el poder político, también los poderes fácticos, y como decía el gran intelectual francés Michel Foucault, también este poder que da el conocimiento se ejerce desde distintas esferas sociales, a lo que llamó el pensador francés, Microfísica del poder, en su obra de 1980.
Como resultado de este enfoque sabemos que, desde las instancias académicas, de la sociedad civil, de las organizaciones sociales democráticas, desde las distintas maneras en que la gente se organiza y actúa apoyado en las ideas y la dimensión intelectual, también se ejerce censura contra quienes difieren o presentan puntos de vista distintos a los mandos de dirección reduciéndolos al concepto maniqueísta de minoría, y esto también es censura.
Mi lección del resultado de este impasse, es que probablemente Torres-Saillant y los organizadores de la Feria de Nueva York no les inspiraba esta polémica y se condujo confusa la situación. Creo pertinente que evitemos la personalización de las diferencias, aceptemos como miradas distintas las opiniones de los otros.
En mi caso, con el Dr. Manuel Núñez me separan abismales concepciones sobre el tema haitiano, no obstante, respeto su punto de vista, que a veces requiere buenos argumentos para contradecirlo, pero de él espero que mi visión y prisma del tema dominico-haitiano lo conduzca con la misma mesura, lo contrario, de su parte, sería igualmente censura de mis ideas, fundamentalismo e irreverencia.
Pienso que este mundo de las ideas y los egos, a veces se conduce con las pasiones comunes humanas, cuando la racionalidad debe primar sobre los desbordamientos. Censura es censura venga de donde venga, sea desde el poder político, académico, de la sociedad civil, organizaciones sociales o desde el poder factico o los grupos dominantes.