SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Los que vivimos en la Era de Trujillo y padecimos a lo largo de 31 años la negación total de la libertad  y sus secuelas, de persecuciones, encarcelamientos, torturas y crímenes en las cárceles, calles, hogares y montañas, tenemos que estar identificados con la lucha de Víctor Martínez por encontrar los cadáveres de  su padre, el teniente Manuel Núñez Núñez, y sus hermanos, los sargentos Wenceslao Taveras (Martin) y Jorge Taveras, asesinados el 4 de junio de 1961 por órdenes de Ranfis Trujillo y sus restos desaparecidos solo por  estar al servicio de su yerno y jefe del Ejército, Pupo Román, uno de los cabecillas principales del magnicidio del 30 de mayo de 1961.

 

Este valiente dominicano residente en Providence, Estados Unidos, todavía atribulado recuerda aquel 5 de junio cuando se enteró de la infausta noticia de la muerte de sus familiares.

En esos días de incesantes búsquedas le sorprendió la insurrección del 24 de abril de 1965 y sin pensarlo dos veces se integró a la causa constitucionalista lidereada por ellos coroneles Rafael Fernández Domínguez y Francisco Alberto Caamaño Deño.

Tras concluir la revolución inconclusa del 24 de abril de 1965 y ascender al poder el presidente provisional Héctor García Godoy, como fruto de las negociaciones que le puso fin a la contienda son celebradas unas elecciones -como se había pactado- en la que fue escogido, de manera fraudulenta el déspota ilustrado Joaquín Balaguer quien era respaldado por las fuerzas de ocupación de los EEUU.

Con el ascenso de Balaguer se dio inicio a lo que la historia registra como el régimen sanguinario de los 12 años de Balaguer, régimen que aplicó una política de retaliación contra los excombatientes de la guerra de abril e inició una cacería humana asesinando en los hogares, calles, cárceles y montañas a los que calificaba de terrorista y comunistas.

Esta represión despiadada obligó a muchos de los excombatientes emigrar a los EEUU entre ellos Víctor Martínez quien se fue con la profunda pena de no lograr el rescate de los restos de sus familiares dejándoles separada una sepultura en el Cementerio de la Av. Máximo Gómez para su última morada.

Pero su partida a los EEUU, ciudad de Providence, a mediados de la década de los 70, jamás se convertiría en una tregua de la meta que se ha trazado de encontrar los cadáveres de sus seres queridos.

En esta ciudad, Víctor Martínez mantiene encendida la antorcha de la esperanza y el optimismo por ver realizado su sueño, la de tener depositado en el nicho del referido cementerio los restos de sus familiares.

Aquí, no deja pasar un día sin actuar en esa dirección y mantener contacto con su país enviándoles cartas a síndicos y presidentes para que lo acompañen en la búsqueda de los cadáveres de sus seres queridos. Gestión que acompaña con su condición de líder de la comunidad dominicana.

Ha logrando, con la alcaldía de esa ciudad, espacios urbanos donde se honra al patricio Juan Pablo Duarte con plazas, calles y bustos, trabajo que conjuga con otras obras de servicios sociales en beneficio de los sectores más vulnerables de la comunidad dominicana en esa urbe, así como en el país donde, a través de la Fundación Profesora Mariana Mata Pérez, creó una escuela de educación básica donde estudian de manera gratuita decenas de niños del barrio de Villa Consuelo que en la actualidad está cerrada a causa de la pandemia que afecta al mundo.

Empero esta gestión de búsqueda de sus familiares desaparecidos lo que ha encontrado es la indiferencia y el olvido de quienes tienen la responsabilidad de localizar los restos de estos mártires de la libertad. Presidentes llegan, presidentes se van, alcaldes suben, alcaldes bajan y no hay una respuesta a los anhelos de este gran dominicano por ver cristalizado su sueño de encontrar los restos de su padre y hermanos.

Indiferencia que no solo se expresa en estas autoridades sino en el reportero gráfico Raifi Genao, quien publicó una fotografía, en su revista La Venda Transparente, de tres cadáveres que afirma se corresponden con los familiares de Martínez.

Al enterarse Martínez de estas imágenes y compararlas con la de su padre y hermanos no tiene dudas de que se trata de sus consanguíneos, pero lamentablemente no ha encontrado la cooperación del fotógrafo de ‘’La Venda transparente’’ para el hallazgo de los restos. Dice que sólo se pudo comunicar con él en una ocasión y que jamás le responde sus llamadas telefónicas.

Como dominicano que padecí la tiranía de Trujillo, en la que perdí a tres familiares, entre ellos a mí tío Rafael Mieses Peguero (Cocuyo), líder de la resistencia clandestina contra la dictadura trujillista, preso en un allanamiento en la casa de su madre, Dilia Mieses Peguero, ubicada en la calle arzobispo Nouel No. 62, espero con ansiedad -igual que Víctor- la grata noticia de que las osamentas de sus familiares aparezcan.

Sólo los que hemos vivido la triste experiencia de Víctor Martínez y la mía saben el vacío eterno que se siente cuando gobiernos malvados y delincuentes desaparecen a un ser querido sin  que jamás se sepa de sus restos. Soy testigo de lo que sufrió mi abuela, Dilia Mieses Peguero, cuando una patrulla del servicio de Inteligencia Militar comandada por el calié Cholo Villeta le arrancó de su regazo a su hijo Cocuyo Mieses.

Todavía escucho la voz de mi abuela expresando a gritos que le entreguen a su hijo. La angustia y el dolor vivido aquella mañana del 14 de agosto de 1958 no he podido borrarla de mi mente al verla morir de hambre tras negarse ingerir alimentos, lo que finalmente le produjo la muerte a los 21 días de aquel fatídico día en el que le arrancaron a su hijo de su regazo.

Así como Víctor Martínez lucha incansablemte por encontrar los restos de su padre y hermanos, lucharon las hermanas de Cocuyo por saber si se encontraba vivo o muerto. En esa búsqueda visitaron las cárceles de varios puntos del país sin encontrar nada. Lo mismo que sucede con los familiares de los desaparecidos amigos Narciso Gonzales (Narcisazo) y Henry Segarra Santos, entre otros.

A las hermanas y hermanos de Cocuyo les llegaban noticias de que estaba en la Isla Saona, en La Ergástula ‘’La 40’’, en la cárcel del 9 y en otros centros de torturas de la dictadura donde expresos políticos les aseguraban que lo habían visto, lo que estimulaba más su búsqueda bajo un manto de esperanza. Hasta que un día, me contó el entonces preso político Víctor Villegas que un compañero de celda, estando en la Casa de Guardia de la cárcel La Victoria a la espera de su traslado a Justicia, les contó a los demás que vio a dos carceleros arrastrar un cerón ensangrentado, que lo hizo pensar que se trataba  del cadáver de Cocuyo Mieses . Al caer la noche, esto fue comprobado al no escucharse la voz de Cocuyo, quien desde su celda interpretaba canciones para enviar mensajes de que estaba vivo.

Este y otros testimonios condujeron a los familiares de Cocuyo para finalmente que la familia declararlo muerto en febrero de 1962.

Por todo lo dicho, me he sumado a la búsqueda de los familiares de Víctor Martínez a quienes la Fundación Amaury Germán Aristy honrará su s memorias develando un banco en el parque memorial Los Palmeros en el próximo mes de junio.

Ojalá que otras voces se unan, no solo por la aparición de los restos de los familiares de Víctor, sino por los de Narcisazo, Cocuyo Mieses, Caamaño Deño, Henry Segarras y otros tantos muertos sin sepulturas desaparecidos en los gobiernos de Trujillo y Balaguer. De ahí la importancia de la creación mediante ley de una Comisión de La Verdad, meta no cumplida por el Museo Memorial de la Resistencia Dominicana, hoy secuestrado por depredadores de ese patrimonio del pueblo dominicano.

Muy a pesar de todo, seguiremos luchando con Víctor Martínez contra la indiferencia y el olvido contra los que ‘’no tienen orbitas entre las piernas’’, parafraseando al poeta de la patria Pedro Mir en su poema Hay un país en el Mundo.