I. Domingo Moreno Jimenes, poeta postumista
Domingo Moreno Jimenes (1894-1986), es considerado uno de nuestros primeros vanguardistas. Figura principal del Postumismo, que tuvo su origen en el año 1921. Actualmente existe una controversia en cuanto a si fue Vigil Díaz, fundador del Vedrinismo, en 1911, según Piña-Contreras (2015: pág. 21), quien escribió el primer poema “versolibrista” en nuestro país, o fue Domingo Moreno Jimenes. El primero publicó “Arabesco” en noviembre de 1917 en la revista LaPrimada de América; no obstante, el segundo –según Manuel Mora Serrano– ya había publicado un año antes “Bajo unas nubes blancas”, que al igual que el anteriorno está sujeto a rima ni a métrica. Pero la polémica no acaba ahí, el crítico Diógenes Céspedes (2000: pág. 7) sostiene que unos años antes (1912), Ricardo Sánchez Lustrino publicó tres poemas en prosa, que seguían el estilo de los Spleens de París, de Charles Baudelaire.
De todos modos, en esa polémica no nos inmiscuiremos, pues el propósito del presente trabajo anda muy lejos de esas discusiones. Aquí nos limitaremos a señalar, de manera breve, algunos rasgos que –a nuestro juicio– sobresalen en la poética del “Sumo Pontífice” del Postumismo. Leyendo detenidamente sus poemas, o una porción de ellos, incluidos en las dos antologías de que disponemos, comprobamos algo que ya algunos críticos han señalado y que el propio poeta comenta en una entrevista concedida al escritor Guillermo Piña Contreras (2015: pág. 65). La recurrente inclinación hacia el tema de la muerte. En algunos textos el tema aparece apenas sugerido; en otros, se manifiesta de manera alegórica, y no faltan aquellos en los que se aborda explícitamente. Entre ellos figuran: “Poema de la hija reintegrada”; “La muerte”; “A un difunto”; “Mi vieja se muere”; “Su majestad la muerte”; “Melancolía”;“Paisajes”; “El remo sumergido”, y muchos más.
En la lírica de Moreno Jimenes también se destaca la preferencia por paisajes y motivos rurales. Es bien conocido el hecho de que el poeta pasó una gran parte de su vida como un trotamundos,recorriendociudades, pueblos y aldeas del interior del país, y fueron estos espacios los que le sirvieron de tema y de escenario para sus composiciones poéticas. Por eso, aunque su lírica asumió importantes elementos del vanguardismo, ello se circunscribióprincipalmente a lo formal, ya que en lo que respecta al contenido,sus textos no se apartan de los temas vinculados con lotradicional rural. En su catálogo poético abundan escenas que están más próximas al criollismo que a cualquier otra corriente estética. En cuanto a la tendencia aoptar por un registro lingüístico popular, es algo ya analizado por otros estudiosos de su obra. Hay quienes observan en ello un empobrecimiento y una limitación.
Mucho más podría decirse de la poética de Domingo Moreno Jimenes, sin embargo, fue mucho lo que escribió, y esa vastedad (y variedad) de su producción exige un estudio más sistemático y pormenorizado. Por hoy nos limitamos a comentar tres de sus textos menos conocidos: “Treinta años”, “El remo sumergido” y “El pasado”.
- Treinta años(1959)
Es verdad que no era la misma;
pero era ella misma:
sus fragancias quedaron en mi alma
pero su alma
era la misma alma
hermana de mi alma.
¡Tulia; Tulia! -Grité desde el Emparrado de Bella Vista,
y ahora la encuentro menguada por los años.
Es la madrugada,
y mi sangre se agolpa en un anhelo de resurrección;
pero la busco, la busco y no la encuentro.
¿Será por ventura la vida
un hálito que se apaga en el tiempo?
¡Jamás!
Tulia es siempre Tulia
y yo continúo siendo el mismo.
2
Amémonos más allá de la muerte;
en la eternidad y más allá de la eternidad.
3
¡Acaso Dios nos dejó en la tierra
para cruzarse de brazos ante el destino de los hombres?
Irrumpamos sobre el destino de las cosas,
y conquistemos de nuevo la vida.
Una lectura lineal del poema podría resumirse de este modo.El poeta comenta sobre unreencuentro entre un hombre y la mujer amada, después de muchos años de ausencia. Ella está prácticamente irreconocible debido al deterioro originado por el paso del tiempo. No obstante, aunque su apariencia física está muy desmejorada, cuando se ama siempre hay alguna forma dereconocer al ser querido. Su presencia se evidencia a través deotros indicios que están más allá del cuerpo: conexiones de tipo afectivo o espiritual, formas que le son propias a cada uno y que el otro, el amado, sabe reconocer. El sujeto del poema se emociona y la llama. Siente un anhelo de revivir los sentimientos y las pasiones de otros días. Pero luego de referir el encuentro afirma que la sigue buscando. La paradoja se explica porque la que ha vuelto a cruzarse en su camino y que en parte se le parece ahora le resulta extraña, casi desconocida, a pesar de que “Tulia es siempre Tulia”. Él le pide que vuelvan a amarse, hasta la eternidad. Pero ella parece no estar conforme, dado que él la había abandonado para ocuparse de otros asuntos; de ahí su silencio o su desdén. Adelantándose a una probable objeción, él se pregunta o le pregunta si “acaso Dios nos dejó en la tierra para cruzarse (sic) de brazos ante el destino de los hombres”, y termina con una exhortación para que juntos asuman su destino y reconquisten la vida, es decir, la felicidad truncada con la separación.
Sin embargo, sería conveniente llegar más lejos en el análisis. Es frecuente en la poesía de Domingo Moreno Jimenes el uso de la alegoría para expresar temas que en su momento precisaban de un tratamientodiscreto y requerían ser vistos un poco de soslayo, dada la dificultad de hacerlo de manera directa. Y en última instancia porque la poesía necesita ser recubierta de un velo de misterio, que es al mismo tiempo un decir y un no decir. Desentrañar su sentido profundo se asemeja a lo que se hace con la cebolla, que hay que ir separando capas para llegar a su intimidad aprovechable.
Como la literatura tiene un carácter multívoco, es decir, que se presta a diversas lecturas y conjeturas, y a todo lector le asiste el derecho a sacar sus propias conclusiones, nosotros expondremos lasnuestras.Pero antes de adentrarnos en este camino interpretativo, conviene detenernos en la puerta de entrada al poema, el título: “Treinta años”. Este ya resulta sospechoso. Y más por haber sido escrito en 1959, fecha en que el tirano estaba a punto de redondear tres décadas de dominio absoluto. Y también por ser un año de gran activismo antitrujillista, no olvidemos la expedición del 14 de junio de ese año y sus hondas repercusiones sociales.
En nuestra interpretación, el poeta habla desde la perspectiva de un ciudadano que regresa a la patria después de una prolongada ausencia.Pongamos por caso un exilado a quien se le ha concedido la entrada o que ha venido como expedicionario. En este último caso, ha venido a defender el derecho a la libertad, que desde hacíacasi tres décadas permanecía aherrojada en los fríos calabozos de la dictadura o vagando por tierras extrañas, cumpliendo un largo e indefinido exilio.
Ha pasado el tiempo, y el sujeto del poema (que actúa como personaje simbólico, pues representa a todo el colectivo dominicano que ha sufrido o está padeciendo destierro), regresa a su patria, pero, oh paradoja: esta es y no es la misma. La contradicción se explica por la idea de que con los años los seres y las cosas cambian. Así, en apariencia, ya no son los mismos, aunque en su esencia permanecen iguales. El personaje nos dice que el cuerpo ha sufrido deterioro (“y ahora la encuentro menguada por los años”); no obstante, no ha cambiado la fragancia ni el alma, es decir lo que interiormente la define. Esa mengua en el cuerpo de la patria se refiere a los males que padecía bajo la dictadura: pobreza, desempleo, hambre, violencia, injusticia, opresión…
El dolor acumulado ha demacrado el cuerpo socialde la Patria, y la ha vuelto fría y temerosa (sus ciudadanos se han vuelto recelosos e indiferentes). Por eso Tulia (la Patria) no responde a su llamado. En consecuencia, continúa buscándola, o buscando esa que una vez fue y que ahora parece tan distinta. Un “anhelo de resurrección” es lo que siente, y se niega a creer que la vida sea un simple hálito que se apaga con el tiempo. Por eso, le pide a Tulia (a la Patria) un nuevo comienzo para amarse eternamente. Ese nuevo comienzo para amarse de nuevo significa una ruptura con el presente atroz que vive el pueblo para empezar un nuevo tiempo fundado en la solidaridad, la tolerancia, el respeto a la vida, la libertad, la libre expresión… Todo aquello que se opone al régimen de fuerza que oprime el presente de todos.
Los últimos cuatro versos son una interrogación sobre el destino humano y el deber de cada uno de acompañar a quienes son víctimas de circunstancias difíciles. Nuestro poeta exhorta a enfrentar el destino adverso para recuperar todo lo que se ha perdido, todo lo que se opone a la vida y a la felicidad de la sociedad:
¡Acaso Dios nos dejó en la tierra
para cruzarse de brazos ante el destino de los hombres?
Irrumpamos sobre el destino de las cosas,
y conquistemos de nuevo la vida.
Precisamente, fueron esos últimos versos los que nos llevaron a conjeturar que no se trata de un texto amoroso, centrado en el yo del poeta o en el de un personaje ficcional, sino que había un trasfondo mucho más abarcador y relevante. Un trasfondo social y patriótico.
III. El remo sumergido(1931)
A cada vuelta del camino,
los hombres se encargan de pensar
que son algo más que sombras.
¡Insensatos!
Pálpate y verás el polvo que te rodea
desde la rodilla hasta la nuca;
prueba del más sabroso manjar, y sentirás la sal
de la realidad en tus labios.
Sé que tú no oyes, no ves, ni sientes.
Estás perdido en el piélago de fantasmas de la vida.
Tú crees vivir, pero estás muerto.
¡Resucita. Despierta! La mañana es serena como la alberca del infinito.
El sol es dorado como una cabeza de niño pálido,
sin tribulaciones…
Comencemos por el título, su raro título, ¿a qué se referirá? El mar ha sido un símbolo recurrente en la poesía, en algunos casos un referente de la muerte. Recordemos, por ejemplo, estos versos del poeta español Jorge Manrique (1979: 192): “Nuestras vidas son los ríos /que van a dar en la mar / que es el morir”. También Machado, influido por aquel, asume el mar como un símbolo del fin último de la vida. Refiriéndose a ello, Domingo Ynduráin expresa que en la poesía machadiana “el mar aparece como perspectiva última que absorbe el río-vida”. El remo, objeto usado para impulsar una embarcación ligera, no mecánica, cumple una función importante en la navegación mientras está en manos de quien loimpulsa, sin embargo, al estar sumergido en el mar, ya sin intervención humana, no sirve para nada. Si restituimos el concepto a que aluden ambos símbolos: el remo, que en el texto que nos ocupalo tomamoscomo representación de la fuerza vital humana, y el mar como símbolo de la muerte, hallaremos el sentido oculto del título. Haciendo, pues, la correcta correspondencia, tenemos que un remo sumergido en el mar se corresponde con un cuerpo sepultado bajo tierra.
El poema está organizado en un solo bloque. Contiene catorce versos, desiguales en extensión, y sin rima, como es natural en casi toda la poesía “moreno-jimenista”. Su mensajeestá dirigido a fustigar a quienes padecen envanecimiento y soberbia. Y se ajusta al tópico literario conocido como vanitas vanitatum (o vanitas vanitatis) que advierte sobre lo absurdo de nuestras pretensiones ante la inexorabilidad de la muerte. Dicho tópico está basado en una cita del libro del Eclesiastés, atribuido al rey Salomón, y que traducido al español significa “vanidad de vanidades”. A este tópico va unido otro que lo complementa: memento mori (recuerda que morirás). Es decir, no olvides que de nada te servirá atesorar riquezas y vivir obsesionado con lujos y placeres, pues la vida es breve y no podrás escapar de la muerte.
Visto en detalle, el poeta censura la vanidad humana de quienes no reparan en que sólo son sombras, sombras fugaces. Insensatos los llama, por no ser conscientes de que todo su cuerpo está rodeado de polvo, ese polvo que ya prefigura el destino final humano, según el conocido versículo bíblico: “del polvo naciste y al polvo volverás”. Y eso no lo puede cambiar ningún placer circunstancial: “prueba del más sabroso manjar, y sentirás la sal /de la realidad en tus labios”. En otras palabras, ningún goce pasajeropodrálibrarnos del ineludible final que nos aguarda a todos, ya que nadie puede escapar del destino humano, que ineluctablemente se cierra con la muerte.
“Tú crees vivir, pero estás muerto”, dice el bardo. E invita a despertar de ese sueño de fatuidad que con frecuencia obsesiona a quienes gozan de una alta posición social, política o económica. Ese despertar del sueño vanidoso implica un desenfocar la mirada y el corazón de las satisfacciones puramente mundanas para reenfocarlos en otras que son espiritualmente más gratificantes, comoel culto a la belleza. Por eso exhorta a contemplar “la alberca del infinito” (el cielo azul y sus cuerpos luminosos, o quizás el mar que es espejo del infinito) y la luminosidad dorada del sol.
En el poema no aparece ninguna idea de trascendencia espiritual, muy común en una gran parte de la literatura moderna. El poeta asume la muerte como el fin definitivo de la vida, sin conceder espacio a una hipotética vivencia post mortem. Sí ofrece una alternativa contra la vida centrada exclusivamente en los efímeros placeres sensuales, pero dicha alternativa se enmarca dentro del mundo terrenal, y reside en el culto a la belleza.El texto sugiere que estabelleza ofrece gratificaciones que,al estar más allá de la piel y de la materialidad corporal, satisfacen necesidades de naturaleza más elevada.
IV. El pasado(1927)
La pálida novia de antaño,
la novia de cuando yo era un niño;
la de trenzas rubias, de las retinas garzas
me ha escrito.
Ya no es la candorosa niña de los ojos bajos,
y de los súbitos gritos.
De ayer a hoy el tiempo los dulces ruiseñores
de su mente ha transformado en vampiros.
E inútilmente no pasan los años.
¡Yo ya no soy el mismo!
Ya no voy a correr en las mañanas
en busca de algún nido
por la selva azul,
¡y hasta los malabares prefiero a los lirios
por no marchitarse tan pronto!
¡Y si alguno me engaña ya no lloro,
sino sonrío.
He aprendido a esquivar los más arteros lazos
y he aprendido
a sofrenar el corazón a veces…
Y hasta a limitar el infinito…
Una lectura superficial sugiere que este poema hace referencia a un amor infantil del poeta, o del sujeto que se expresa en el discurso. Es, por lo tanto, un texto rememorativo. Pero no se trata de una gratuita evocación de recuerdos más o menos felices, sino una especie de reflexión sobre el paso del tiempo y su efecto transformador sobre las personas, tanto en su aspecto exterior como en el interior. Inicia con la mención de la antigua novia, a la que describe como rubia y de ojos azules;y dice que ella le ha escrito. No se sabe –porque el poeta no lo aclara– si ella le ha escrito para buscar un reencuentro amoroso; lo que sí se percibe es que ella ahora no es atractiva para el poeta, puesto que “ya no es la candorosa niña de los ojos bajos y de los súbitos gritos”. Y es que el tiempo no ha discurrido en vano: “de ayer a hoy el tiempo los dulces ruiseñores de su mente ha transformado en vampiros”. Muy fuerte es esa transformación, que pasa de la inocencia y belleza de los “dulces ruiseñores” a lo feo y repulsivo de los vampiros (murciélagos). Si hiciéramos una asociación de los ruiseñores con sueños e ilusiones juveniles, habría que asociar a los vampiros con pesadilla y repulsión adultas.
El tiempo no discurre en vano, nos dice el bardo, “¡yo ya no soy el mismo!”. Ya no le atraen esas cosas que son consustanciales a la inocencia, como ir al bosque en busca de nidos. Y los lirios que antes le entusiasmaban hoy los sustituye por juegos más propios de la edad adulta (malabarismo, dice el poeta, quizás refiriéndose a ciertos juegos con el lenguaje, propios de los literatos). Ahora no es el niño endeble que lloraba por cualquier motivo. Con los años ha aprendido a esquivar las trampas y artificios que le colocan y a apaciguar la emotividad del corazón. Incluso ahora sería capaz de llegar “¡hasta a limitar el infinito!”, lo cual entendemos que se refiere aque tiene más control sobre sí mismo frente a los influjos exteriores, incluyendo los de carácter metafísico.
La lectura anterior es estrictamente lineal; bien podríamos dar “otra vuelta de tuerca” para originar una lectura menos mimética, atendiendo a algunos guiños y sugerencias insertos dentro del texto.
En nuestra segunda interpretación, la pálida novia de ayer es una representación de la poesía: la tradicional,la usualen los lejanos días en que el poeta daba sus primeros pinitos en su trayectoria literaria, y que él simboliza con la etapa de la niñez: una poesía medida, rimada, dividida en estrofas… La misma es personificada en una niña. Esa niña-poesía según nuestro bardo presentaba una fisonomía enfermiza, decadente, de ahí su palidez. Era, por otra parte, una poesía que tiraba hacia lo exótico: por eso se le identifica como a una niña rubia, de azules ojos, candorosa y tímida, a pesar de “los súbitos gritos”. Sus cantos tenían la delicadeza y la belleza de los ruiseñores, que ahora ha devenido en la repugnancia que provocan los vampiros. ¿A qué aludirá el poeta, si tomamos esos símbolos antitéticos (ruiseñor/vampiro) en términos poéticos? A nuestro juicio, se refiere a la apertura que caracteriza a la poesía moderna, la cual ha ampliado sus estrechos límites de antaño para abarcar toda clase de categoría estética. Antes, por ejemplo, se consideraba que ciertos temas o ciertos vocablos no eran poéticos, hoy se han derrumbado esos muros. Lo grotesco y hasta lo feo como categorías artísticas tienen cabida en la moderna poesía. Todo ello es el fruto de la desmesura prohijada por las vanguardias de principios del siglo XX.
El sujeto poético afirma que ya no corre a “la selva azul” detrás de un nido, significando con esa expresión la época modernista, de cuyas fuentes tanto bebió una gran parte de los poetas hispanoamericanos. El gusto por esa poesía que rechazaba el localismo y lo popular para inclinarse hacia escenarios lejanos e inusuales, y que se decantaba por el refinamiento y el rebuscamiento lingüístico, ya no conmueve su sensibilidad. Al poeta ahora no le interesa el lirio (que en sentido metonímico representa a las flores en general, muy del gusto modernista), que pronto se marchitan como en pocos años se marchitó el esplendor de ese importante movimiento renovador, para dar paso a las corrientes de vanguardia. Hay también un guiño al romanticismo“llorón”del siglo anterior (XIX)en el verso: “¡Y si alguno me engaña ya no lloro, sino sonrío!”. Alguno podría preguntarse si Moreno Jimenes alguna vez estuvo adscrito a las estéticas romántica y modernista, pues siempre se ha hablado de su temprana predisposición a la ruptura con la poesía tradicional; ante cualquier duda nos remitimos a las palabras del propio poeta, publicadas en el libro de Piña-Contreras (Ibídem, pág. 63):
—GPC: Su labor literaria se inició a los 17 años; ¿cómo eransus primeros poemas?
—DMJ: Mis primeros poemas eran románticos y modernistas, pero más románticos que modernistas, porque eso era lo de la época. El modernismo llegó aquí muy tarde.
Nuestro autor cierra el poema reafirmando su vocación de poeta maduro, seguro de sí mismo, a quien ya no resulta fácil sorprender y desviar hacia otras corrientes. Para ello ha aprendido a no dejarse llevar por las emociones y los impulsos que provocan las tentaciones que le llegan desde el exterior. En otras palabras, prefiere seguir su propio camino sin dejarse seducir por los cantos de sirena que le llegan de diferentes ámbitos literarios (otras propuestas estéticas).
Aquí concluimos la primera parte de nuestra incursión por la poética de Domingo Moreno Jimenes, a la que retornaremos en algún momento de un futuro que esperamos no esté muy distante.
Bibliografía
Céspedes, Diógenes (2000). “Vigil Díaz y Zacarías Espinal: Dos poetas del Siglo XX” en Díaz, Virgil; Espinal, Zacarías. Obras. Santo Domingo: Consejo Presidencial de Cultura. Colección de Autores Clásicos Dominicanos, volumen II.
Ynduráin, Domingo. “Tres símbolos en la poesía de Machado”. Artículo en línea publicado por la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Puede consultarse en el siguiente enlace: Cervantes virtual
Manrique, Jorge (1979. “Coplas a la muerte de don Rodrigo Manrique, Maestre de Santiago” en Jorge Manrique, Obra Completa. Barcelona: Ediciones 29.
Moreno Jimenes, Domingo (1999). Antología poética de Domingo Moreno Jimenes. Santo Domingo: Ediciones Librería La Trinitaria.
Moreno Jimenes, Domingo (2017). Palabras sin tiempo (selección poética). Santo Domingo: Editora Nacional (Biblioteca Dominicana Básica).
Piña-Contreras, Guillermo (2015). 12 en la literatura dominicana. Del Postumismo al Pluralismo. Santo Domingo: Comisión Permanente de Efemérides Patrias, volumen 3.