Eiiii, mi pana, muy rudo el desamor. Nadie quiere bregar con ese muerto. El desamor en sus buenas caminando por mi armario cada vez que lo abro. El tufo de este amargue aparece entre las camisas jaguayanas elegidas por ti en los tiempos de nuestro estruendoso volcán de fluidos y placer Ahora somos la colilla apagada del cenicero más triste de la fiesta. Por suerte me dejaste tus perchas, de las buenas y caras, en la madrugada del abandono. Tus perchas “para que adecentes ese desastre de armario, querido, de por dio”.
Duro hojear la biografía de la super woman Michelle Obama y encontrarme con la huella de tus dedos entre sus páginas y más duro encontrar, sin querer, la funda amarilla con intenciones ecológicas de La Sirena con varias de tus cosas: pintalabios baratones y tu blusa carabelita Armani- china -de zona franca dominicana que ahora me sirve de trapo para untarle cloro a los objetos de la habitación. La pandemia, querida, la pandemia. Me tengo que cuidar, aunque ya no estés.
Duro durísimo el desamor como las viejas vitrolas de los extintos burdeles de la Barahona que tocaban discos sin parar una, dos, tres y otra vez, y el borracho otra vez, una, dos, tres y otra vez la misma canción. ¡Alguien que siente al borracho en su silla!
El mismo bolero impertinente, sufridor y pendenciero complaciendo peticiones.
Dura Gilberto Monroig “un imposible amor me está matando sin piedad”
Boleros rompe pecho como los coheticos chinos del Gallito Altanero envueltos en papeles de colores. Boleros asesinos, sin nada de compasión. Un chuchazo al corazón enamorado pá que te acabes de joder. Duro duro, panita. Solo los dinosaurios entendemos la dureza de la que hablamos.
Ahora los amores son desechables como el kleenex, como platos rojos de McDonald’s lanzados al basurero.
Dura Gilberto Monroig “un imposible amor me está matando sin piedad” El flaco Monroig de bigotico ranchero, arrebatao, disparando shots de desgarro y malas querencias. Love Puertorro, Monroig. “Si cambia mi destino y si la suerte me es feliz consagro mi vivir para adorarte”.
Duro saber que la intimidad ha sido empacada y sellada con el más duro de los pegamentos UHU: “yo no miro pá trá mi amol, ay no”
Duro manito que ahora eres pasajero en la cocina de la guagua. A nadie le importa si llegas o no a tu destino o si el cobrador te lanzó de cabeza por la ventana porque lo miraste mal.
Duro durísimo el desamor, ex cosa rica y ex papito lindo, ahora convertido en el desconocido cuando antes comías en sus nalgas las uvas verdes, esas mismas, las grandotas, las que le gustaban a ella, las más caras del supermercado.
Duro duro el amor, esa trampa para ratones, Duro duro que aquel beso en el Uber todavía me acecha en esta cuarentena, en este encierro involuntario para no morir. Ese beso Uber con nuestras manos entrelazadas me recuerda que debo decirle al borracho que ponga de nuevo a Monroig y que me cambie por lo menos los vasos. El resto se lo dejo al borracho, se le nota que esta noche estará más solo que yo.