Está historia, tan personal, tan mía, no iba a ser publicada este primer domingo de diciembre.
En menos de 24 horas, mi alma sufrió un ataque de dudas. Siempre pasa cuando se llega a ciertas edades.
Las dudas son más visibles y hondas. Se acercan d los tiempos de beber una copa de vino, mirando sin mirar el televisor del bar. De pasarte horas mirando sin mirar tus redes sociales en el mostrador del mismo bar
Posteando vainas que no le importan a nadie . Posts efervescentes, entradas como palitos de fósforos para consumo random.
De no importarte el mundo real y sus miserias permanentes. Todo permanece igual, para disfrute de los poderosos de siempre, los que deciden hasta el sabor de tus bostezos cada mañana. Y los poderosos no tienen ideologías. Son poderosos y ya.
Me asalta el vacío, en este bar, que le da la bienvenida a la Navidad. Y no quiero amargarles la noche a los que, quizás tan abrumados como yo, buscaron una distensión al terminar la semana laboral. Casi me voy. No saben quién soy. Mucho mejor.
¿Hacia dónde va todo eso que nos enseñaron ? ¿Qué es lo que realmente importa?
He sido trabajador de la prensa durante muchos años. Cada historia se repite . Un titular se parece a otro escrito hace diez años. Ahora las redes multiplican el caos. Ahora navegamos , y de nuevo, las dudas. ¿Quién dice la verdad?
Hasta aquí lo dejo… Prometo buenas crónicas a partir del próximo sábado. Esta vez me siento como aquella canción de Manolo García y El Último de La Fila, como un burro amarrado a la puerta del baile…