SANTO DOMINGO, República Dominicana.-El patrimonio musical clásico nacional se ha garantizado su legado para esta y las próximas generaciones, a partir de los dos conciertos de Clásicos Dominicano del Siglo XX, ofrecidos en el Teatro Nacional en octubre de 2018 y el desarrollado el pasado jueves, convocados por la Fundación Refidomsa.
Los dos conciertos son mucho más que lo que implica la espectacularidad musical de trascendencia.
Ambos eventos implican la puesta en valor y la preservación de toda esa música clásica de creación nacional, mucha de ella engarzada, desde la nobleza sus giros musicales imperecederos, en merengues tan conocidos como el Compadre Pedro Juan, de Luis Alberti.
La Orquesta Sinfónica Nacional, dirigida, con la pasión y enamoramiento de siempre del maestro Dante Cucurullo, sirvió un programa exquisito: el pianista Elionai Medina, diestro en una digitación, ya intensa, ya tierno, haciendo la Rapsodia Dominicana No. 1 para piano y orquesta, de Luis Rivera (que se inspira en el merengue Compadre Pedro Juan, cuyo pasillo principal pasea con gracia) y Víctor Hernández, flautista, solista de Elegia para flauta y orquesta, de Ramón Díaz Freeman. Fue, sin duda, una jornada inolvidable de rescate y valoración de los Clásicos Dominicanos del Siglo XX, iniciativa del brazo social de la Refinería Dominicana de Petróleo.
Un violín sorpresivo
Ramsés Cid, un violinista de 23 años, fue demostración viva de un talento excepcional, capaz de conquistar al público con una interpretación sobria, gerenciada con un sentido singularmente limpio y de una proyección acústica digna de un ejecutante prodigioso.
Su actuación fue la ocasión para demostrar la validez de cada día de muchos años de estudio, en la más absoluta soledad producto de su claridad vital como artista.
El joven violinista iluminó el aliento del público al ejecutar interpretar como solista Tschaikowskyana para violín y Orquesta, escrita por el maestro Luis Emilio Mena, en la que concreto – indican los entendidos en música clásica- una afinación perfecta, una impecable junto a una ejemplar proyección de sonido. Fue una experiencia que hizo ver al público que estaba en presencia de una nueva estrella nacional de la música eterna.
Cid fue el gran protagonista de una página histórica para nuestro arte, esa marcada por el II Concierto de Clásicos Dominicanos del Siglo XX, mostró el resultado de su constancia, disciplina y muchos años de estudio,
El joven violinista le robó el aliento del público al ejecutar interpretar, con una impecabilidad sorprendente, Tschaikowskyana para violín y Orquesta, escrita por el maestro Luis Emilio Mena. Fue exquisito y pleno.
Los entendidos indicaron que evidenció una afinación perfecta, y una ejemplar proyección de sonido. Hizo una conexión estética de esas que no se olvidan. Fue una experiencia que hizo ver al público que estaba en presencia de una nueva estrella nacional de la música eterna.
Gran labor social
La Fundación Refidomsa, brazo social de la Refinería Dominicana de Petróleo, con el segundo concierto de Clásicos Dominicanos del Siglo XX concluye el rescate de la música sinfónica dominicana producida por los maestros Luis Rivera, Ramón Diaz Freeman, Julio Alberto Hernández, Luis E. Mena y Enrique Mejía Arredondo, como parte de una serie de acciones de promoción y gestión cultural que incluye el auspicio de grupos artísticos infantiles de la zona de Haina, la edición de una colección bibliográfica que ha producido títulos (ensayos y antologías) y la grabación de piezas musicales culturalmente trascendente.
El licenciado Félix Jiménez, presidente de la Refinería Dominicana de Petróleo, es el responsable de esa perspectiva de gestión cultural, apoyada por los excedentes de las operaciones.
La OSN
La Orquesta Sinfónica Nacional dirigida, con la pasión y enamoramiento de siempre del maestro Dante Cucurullo, sirvió un programa exquisito.
Elionai Medina, pianista cristiano y diestro en una digitación indescriptible hizo ver como intenso y tierno haciendo la Rapsodia Dominicana No. 1 para piano y orquesta, de Luis Rivera (que se inspira en el merengue Compadre Pedro Juan, cuyo pasillo principal pasea con gracia en varios momentos).
Víctor Hernández, flautista, figura central de Elegía para flauta y orquesta, de Ramón Diaz Freeman, tuvo su lucimiento especial.