Con cada idea viene la emoción, la posibilidad

y la pequeña tristeza de saber que todo es inútil.

El poeta podrá mellar el universo pero nada podrá hacer por la poesía.

Sin embargo se escribe, y en esta contradicción el arte asciende.

Una poética que aparece en el mundo

para denominar el vacío y la grandeza del gesto sutil.

Vernon Maldonado

 

 

UNO. Drown es el primer libro del laureado escritor dominicano Junot Díaz. Consiste en 10 historias, unidas por varios denominadores comunes y que distan de sí mismas gracias a una detallada elaboración narrativa. Los personajes de estos cuentos están hechos de remiendos y fragmentaciones, de rupturas y cierta espera kafkiana, o sea, familiar y burocrática. Aclaro que hay una escritura de cuentos que se basa en el encubrimiento de ciertas apariencias para luego sorprender al final, cuentos que funcionan gracias al juego de suspenso, resorte y sorpresa. Cuentos redondos digamos, en la mejor tradición de Chéjov o Juan Bosch. El mismo Bosch dice en su Tekné, “El cuentista esconde el hecho a la visión de quien lee pero lo mantiene presente en el fondo de la narración y no lo muestra sino sorpresivamente en las cinco palabras finales del cuento”. Los cuentos de Drown no siguen este juego y por eso son memorables. Son historias elaboradas desde un malestar profundo y repasadas por un filtro poético que las devuelve desgarradoras y amables.

Junot Díaz

¿Qué papel juega este texto en mi geografía de lector? Supe de Díaz gracias a una reveladora entrevista que salió en el suplemento cultural del Listín. Desde ese momento su escritura significó para mí un problema y una posibilidad. ¿El problema? Para mi inglés de academia barrial y MTV esta lectura presentaba limitantes… Pero como posibilidad el libro era tentador y emocionante: una literatura forjada en el exterior, diferente a lo que se me había vendido como La diáspora o el pregón (Nostalsong) de los dominicanos radicados en la costa este de los Estados Unidos. Por otro lado Díaz representaba la otra cara de una moneda llamada Julia Álvarez. Me gustaba, me gusta Julia Álvarez. Sus Mariposas sorprenden por el juego temporal, algo que la escritora repite con una maestría pocas veces empleada en la novelística dominicana. Sus personajes, sin discriminación de origen, son heroicos o villanos; las relaciones son a morir o matar, así que siempre terminan en la hipérbole. Me hacía falta menos heroísmo y más sentido común y cercano quizás… En los personajes de Junot, seres ambiguos de familias rotas a raíz de la segunda invasión norteamericana, el Balaguerato y el desastre económico-social del 1984, ubiqué la matriz del conflicto ausencia-presencia. Mi tesis es que la escritura tierna y descarnada de Junot Díaz, consigue llenar ese vacío.

El libro destaca en la crítica y es popular entre los lectores por indiscutibles motivos. Viene a suplir una especie de necesidad en la narrativa de la nación. Aquí debo hablar del concepto de Na(rra)cionalidad del boricua Luis Felipe Diaz. ¿Qué es esto? Díaz sostiene que, mientras la metrópoli escribe para construir e instruir la nación, la cultura de la colonia tiende a narrar, lo cual es diferencia pero no desventaja. El hecho de que este escritor sea hoy día reconocido a nivel mundial, tiene que ver tanto con la calidad de su escritura como con las dimensiones del vacío que la misma vino a suplir. ¿A qué vacío me refiero? Hace falta ser más honestos: fuera de un puñado de narradores, encabezados por Marcio Veloz Maggiolo y Rita Indiana Hernández, la escritura de ficciones que produce la dominicanidad está brutalmente limitada en el exterior, especialmente en el mercado norteamericano. Junot Díaz, en este caso, viene a funcionar como un patrón fundamental para el que quiera referirse, en un sentido amplio, a temas como la migración, el narcotráfico, cuestiones corporales, de género y la globalización en el sujeto dominicano del siglo XXI.

Mi encuentro real con Junot Díaz coincide con el interés en la literatura más allá de la lectura. Quería escribir pero no sabía cómo y había dejado Santo Domingo por un Nueva York en donde no me encontraba. La versión de Drown disponible en Dominicana era la traducción de Eduardo Lago que llevaba el desafortunado título de Negocios y podía conseguirse pirateada en el Conde. Admito que no pude meterle mano. Una tarde de otoño en una librería del Union Square, encontré en la mesa de rebajas una versión autografiada de Drown junto con The Book of the Disquiet de Fernando Pessoa. Conservo ambos textos con adoración.

Junot Diaz

Drown es, entre otras muchas cosas, el asedio a la imagen paternalista del macho dominicano. En este sentido el padre es siempre dureza y la promesa de los papeles. Junot presenta, en un complejo lienzo, una historia que se repite una y otra vez, no solo en su escritura sino en la vida de muchos dominicanos: el padre rompe el hogar para irse al norte en busca de la mejor vida, la familia que queda a la espera de que el padre organice su estatus migratorio para reunirse en la tierra de las oportunidades. Por experiencia sabemos que los planes de reunión no se dan siempre como soñamos. Díaz es el que describe los sucesos que acontecen en lo que el hacha va y viene.

Esta narrativa pone en entredicho la inherente virilidad del sujeto dominicano. El cuento que da título a la colección se centra primordialmente en la descripción de las relaciones peligrosas de dos chicos que exploran los límites tanto de la amistad como de la sexualidad. Si bien es cierto que la escritura de Junot evita las comodidades y lugares comunes de la caracterización del macho nacional, hay que hacer notar cómo en esta ecuación la mujer adquiere un lugar de relevancia. La narrativa de Díaz cuenta con una galería de heroínas que puestas en situaciones ominosas demostrarán coraje y arrojo. Estas mujeres son siempre admirables e influyen de forma determinante en la caracterización del muchacho que escribe, la voz de la instrucción.

Para finalizar, es necesario que hable del concepto de Localización, una idea establecida en los estudios posmodernistas (Lyotard) e impulsada durante los procesos de globalización, especialmente por los grandes emporios de manufactura y los software developers. ¿Y en qué consiste? Fuera de la idea de tradición, que implica un concepto único y cerrado de forma arbitraria, la localización propone una serie de contextos comunes e infinitos. Así, la idea de representación que funciona en Surinam o Den Haag, con ciertas variaciones debería funcionar en San Pedro de Macorís o Nueva Jersey. Lo que voy a decir ahora no le resta mérito a la bibliografía de Junot, pero hay que entender cómo funciona el mercado del libro en Estados Unidos y en este sentido uno puede pensar la obra de Chris Abani o la misma Edwidge Dandicat: piezas de consumo masivo desde una singularidad o marginalidad que no es tal. Dicho esto, la obra del dominicano Junot Díaz no necesita defensores o apologistas porque independientemente de las tendencias políticas del escritor, la obra habla por sí sola… Y habla muy bien, porque se podrá cabildear casi todo pero un Pulitzer o un Macarthur Genius Grant no son cosas gratuitas ni están a la venta. De que la obra es buena lo es, y es sólida. Tanto, que uno puede ir a ella, regresar, maravillarse, conversar y encontrar fisuras. Para los que llevan anotaciones, yo prefiero sus libros en el mismo orden en que han aparecido: Drown me enternece hasta la lágrima y lo leo con mis estudiantes los semestres de primavera en mis seminarios de Geografías de la soledad; releo para mi gusto y mi dulce condenación. Es el libro que le recomendé a mi hermano el mercadólogo Jon Cabrera y al que hemos regresado recién en nuestras reflexiones. Oscar Wao es el viaje preferido de mi hermana Caro y mi cuñada Shelby; para mí es una novela que completa e impulsa el panorama narrativo latinoamericano junto a la mejor narrativa de Roberto Bolaño, Ricardo Piglia y Cristina Rivera Garza. Una cosa más: fíjense cómo el narrador en Oscar Wao puede compararse con Pierre Menard, en cuanto a la naturaleza de la escritura de novelas y de cómo el género está pensado para la traducción… la novela cómo género para la estafa y la reinterpretación. Y ahora llegó el momento de la verdad, una verdad que he tenido que defender en varias ocasiones, pero yo con This Is How You Lose Her no he podido bregar. Y miren que he leído el texto un par de veces y espero que por estas notas ustedes puedan hacerse una idea de cómo yo asedio los textos. Pero con ese último naca naca nacarile del Oriente, ni fú ni fá.

 

DOS. La leyenda habla de un muchacho que vive en Cabarete. Ha decidido mudarse a la playa a escribir. Trabaja de mesero en un restaurante italiano al lado de la playa y los miércoles, que es su día libre, viaja a Santiago vía Puerto Plata  a la caza de libros. Una tarde, saliendo de la casa de Pastor de Moya, decide pasar por Librería Cuesta y da con las Historias tremendas de Pedro Cabiya. Entonces todo cambia. Los avisos de un Caribe posible, que el chico había avistado en Aurora Arias, Rodriguesoriano y el mismo Pastor, se confirmaban en la cuentística de este puertorriqueño.

A ver, ¿qué había leído yo de los boricuas hasta ese momento? De casa del poeta Filemón Ramos me robé dos libros de Manuel Ramos Otero, los conservo todavía… Invitación al polvo es uno de mis monumentos más queridos. Eso y La guaracha del Macho Camacho, que para sorpresa de mi abuela leímos con las monjas del Politécnico. Claro que leí otros textos pero lo importante aquí es resaltar el sentido de combatividad que permeaba toda la literatura vecina. Quien me ayudó a encontrarle sentido a esto fue Carmelo Grullón, un comunista de colmado que me explicó, entre tragos de una chata de Caradegato, la situación colonial de la vecina isla que encanta. ¿Porqué me impactó este libro de Cabiya? ¿Porqué lo nombro siempre como uno de los lugares de origen de mi ficción?

Pedro Cabiya

Pedro Cabiya toma la palabra desde el espacio del no ser. Sin sentimentalismos, uno puede decir que Puerto Rico es una complicación y una esperanza. La complicación es la cuestión nacional, que a veces da la impresión de estar presente en cada tema o que es imposible discutir el sujeto boricua sin tocar esa tecla. La esperanza, consiste en la voluntad autocrítica de este pueblo. Digamos que la escritura de Cabiya problematiza ambos lados de esta dialéctica. Por un lado los cuentos de Historias tremendas se alejan de los presupuestos políticos o comprometidos de esta tradición literaria; están más cerca del juego y del engaño que de la declaración de principios. En esta misma línea se encuentra la escritura de Rafah Acevedo, Sofía Irene Cardona y Pepe Liboy. .

Desde la portada uno puede empezar a ver estos indicios. ¿Ejemplo? Cabiya publica con su nombre pero también con su alias, Diego Deni, con el que firmaba textos fantásticos que aparecían en variadas publicaciones del Caribe y Estados Unidos. También utiliza la figura de la liebre, que en la tradición de cuentos infantiles es un símbolo astucia y artimaña. En el ensayo Cabiya: El nene de los gabetes sueltos, Vernon Maldonado explica que el libro está dividido claramente entre los cuentos fantásticos y los ominosos. En los primeros, los personajes pueden ser del Caribe o cualquier otro lugar, pero lo más importante es que son puestos en situaciones en extremo embarazosas y la escritura utiliza preciosismos, adjetivos imposibles e ingeniosos que hacen recordar los complicados juegos de Borges el enigmático. De estos cuentos mi favorito siempre es “Emma de Montacaris”.

Cuando Vernon habla de cuentos ominosos se refiere a la idiosincrasia boricua y su papel en el Caribe. Son las situaciones tremendas por las que atraviesa el sujeto isleño. Para mí estos cuentos son como la burla a esa idea mágico-realista que se espera de los escritores de estos predios, a los que se imagina siempre con una guayaba en los bolsillos esperando por una abuela cuenta cuentos. En ese viaje, Cabiya demuestra que nuestra escritura contiene también formas enrevesadas que sirven de crítica a las relaciones de poder en nuestra sociedad. Mi cuento preferido, “Historia verosímil de la noche tropical”, les hará reír hasta irse de espaldas y también los pondrá a reflexionar sobre cuestiones de paternidad “A Bruno le sobresalta el hecho de que ser un reo no sea suficiente para eximir a alguien de sus obligaciones con la sociedad. Después de todo, no lo han guardado, no lo han apartado de la misma sociedad que ahora le exige responsabilidad paterna?” y de raza, punto que usa para recordarnos que todos somos un bagazo, “Vete en yola de donde viniste, dominicana de mierda. Rezaré para que los tiburones te coman enterita esta vez”.

Por último debo destacar que la presencia de los textos de Cabiya en el país se da primeramente gracias a los esfuerzos de Isla Negra Editores, que significó una suerte de revivant en las relaciones literarias entre RD y PR. Gracias a este poderoso intercambio los boricuas pudieron tuvieron acceso a un inmejorable Pedro Antonio Valdez, a José Alcántara Almánzar, al fenómeno Rita Indiana y a Pastor de Moya y su Buffet para caníbales. Así mismo, nosotros conocimos la preciosa antología El límite volcado, la poesía de Guillermo Rebollo, los cuentos de Bruno Soreno y el teatro de Nelson -Sucio Difícil- Rivera y Aravind Enrique Adyanthaya.

Rey Andújar. Fotografía de Arturo Villanueva


DATAPOST El texto de la semana pasada fue escrito con más emoción que reflexión. Quiero aclararles que entre otras cosas, mi intención ha sido despejar un tanto el camino para exponer los puntos que con ustedes he compartido en este artículo. Para mi beneficio, aquel primer escrito fue objeto de observaciones que por fuerza debo destacar. EL EGO DEL ESCRITOR: Decir que mis escritos son un monumento al ego es una redundancia porque en el artículo admito este egoísmo. Además confieso que también soy narcisista, y es que cuando escribo quiero buscar la palabra adecuada, el adjetivo correcto, quiero moldear las frases de una manera que causen gusto y delicia. Usted puede diferir de ello todo lo que quiera, pero yo siento y entiendo que esto es lo que mantiene mi escritura viva y en constante conflicto, ya que como dice Borges, “se fracasa siempre al hablar de lo que se ama”. USOS DE BORGES: Al mejor de nosotros recientemente le han salido defensores a morir o matar, desde la grandeza hasta la insignificancia. Del lado grande está la Kodama, que anda por tribunales demandando a un Aleph engordado. En esta diatriba yo le voy a Pablo Katchadjian, quien no es un escritor cualquiera, sino un tipo serio que ha realizado, con éxito, estos experimentos anteriormente en la literatura argentina. Del otro lado, con menos consecuencia, me han acusado de “ampararme en el pobre Borges”. Lo anterior obedece a nuestras lecturas coloniales y paternalistas. ¿Qué hubiese pasado con Oscar Wao si Díaz no decide intervenir el clásico Wilde? ¿Hubiese yo conocido a Bruno Soreno si Cabiya no lo usa como personaje en uno de los mejores cuentos de su colección? Si ustedes leen mi artículo se darán cuenta de que no plagié a Borges, usé una sentencia suya como epígrafe (¿Qué es el epígrafe? “Lo que da forma, lo que anuncia el texto” Gerard Genette, Umbrales) y lo hice a sabiendas de que a más de un resentido iba a llamarle la atención. Espero que también hayan notado que usé ese texto nada más y nada menos que por su semejanza con las cuestiones por las que estamos pasando cierto tipo de escritores, ya que Borges dedicó estas líneas al nazismo y la escritura argentina. Borges, sobre todo él, está ahí para usarse, para manosearse, no para ponerle en ningún altar. ESCRITOR=DIOS O CASTA SUPERIOR: Ni uno ni lo otro. Sin embargo se nos cuestiona que tomemos la palabra como escritores, que nos acerquemos al tema haitiano-dominicano, como escritores, y todo ello porque ni los bomberos ni los arquitectos ni los picapolleros se expresan desde sus profesiones, sino que lo hacen como ciudadanos. Necesito que me expliquen como se hace eso… No puedo decir bueno, ahora te voy a hablar como escritor, y ahora te voy a hablar como ciudadano. En mí estas cosas no pueden separarse. Por otro lado, si mañana al bombero le pidiesen su opinión, él no la daría con una manguera, sino a través de la escritura o el lenguaje en todo caso. En este sentido el escritor lleva una desventaja porque como el lenguaje es la patria de todos, hay gente que tiene la osadía de creer que puede no solo escribir, sino que también puede decirle al escritor lo que debe o cómo debe escribirlo. Bueno, yo opino como escritor porque eso hago, ahí radica mi emoción, mi vida y mi alegría, no porque me sienta superior, eso es un disparate. Repito: el lenguaje es la patria de todos. La escritura es mi manera de viajar hacia esa libertad. No puedo disculparme por ello ni por intentar escribir bien.