CANNES, Francia.- Nadie conoce, en el fondo del alma de los jurados del festival de cine más prestigioso del mundo, cuales mecanismos de voluntades se habrán puesto en movimiento para seleccionar dos cintas tan contrapuestas, magníficamente bien hechas, como son la norteamericana The Gread Gatsby y la mexicana Helli.

Ambas son dos  formas igualmente válidas de retratar sociedades, una ya pasada, cargada de opulencia y egos, y otra, actual, cruel y destinada a dejar pocos espacios para la imaginación de los malvados.

El Gatsby

The Great Gatsby , ahora dirigida por el austriaco Baz Luhrmann, basada en la novela de 1925 de F. Scot Fizgerald, con actuaciones de  Leonardo DiCaprio, Tobey Maguire, Carey Mulligan e Isla Fisher, dejó la impresión que puede provocar un cine super-producido, exquisito en su terminación, con un diestro manejo llevado a niveles de excelencia, de fotografía, dirección de arte, sonido –tanto el incidental como la música-, coreografía, vestuarios de época (en los que se trabajó cuatro años), un movimiento de cámaras que recorre en una sola toma desde panorámicas esplendidas, hasta llegar a un rostro en particular.

Todo el cine como inspiración de sueños, como traslado a épocas pasadas, sacándole, gracias a 3.D, mucho más de lo que visualmente se podría esperar.

La producción fue seleccionada como película de apertura no por casualidad ni por arreglos de mercadeo negociados fuera de cámara. The Gread Gatsby es cine en expresión elevada de imagen, sueños y técnica, reforzado por actuaciones que, como la de DiCaprio, alcanza intensidad orgánica como pocas veces le hemos visto lograr.

Helli

Tras la última escena de la superproducción, cuando todavía resuenan imágenes y sonidos de cuidadosa formulación para el cine, la sala del teatro Debussy, comienza a llenarse. Todos vienen a ver Helli, del director Amat Escalante, la única cinta latinoamericana aceptada por el jurado en competencia.

Cine latinoamericano, técnicamente bien hecho, con corrección en  los elementos de imagen, sonido, edición, pero no se trata solo de la técnica. La película es aplastante por su violencia y la verosimilitud con que es presentada.

Escenas terribles, desde un perrito que es desnucado con las manos  por un policía  en su acción para arrestar una niña de 12 años hasta la quema de los genitales de un torturado por los sujetos de un cartel de drogas al que se dio un “tumbe”, todo presentado en directo, con más exposición de la necesaria. El cuestionamiento llega para preguntar si era necesario retratarlo tan literalmente.

El hecho es que Helli es una de esas películas que no puede pasar inadvertida por su tema y sus acciones, por la forma en la que el director logra resumir, a través de lo que pasa a una familia rural , todo lo que en México ha carcomido el sistema social, cuando ya no es confiable ni las fuerzas del orden público  ni los fiscales deben perseguir del delito.