El lingüista neerlandés Teun van Dijk señala que una de las formas más susceptibles a la carga racista es el titular de un periódico.

Teun van Dijk.

A propósito de esto, el autor hace referencia a un estudio holandés que examina cientos de títulos para demostrar que estos reforzaban la ideología racista. La citada investigación hizo un descubrimiento notable. A saber, de “1500 títulos relacionados con temas étnicos, ninguno era positivo cuando implicaba a minorías como agentes activos, responsables, mientras esto era completamente normal cuando uno de Nosotros era el Agente semántico en un título” (Dijk, 2009: 194).

Ciertamente, el lingüista alude a la sintaxis de los títulos, a la forma en que estos se presentan e influyen a nivel ideológico. Entender esto me hizo volver a una situación particular que tuvo en su momento una gran cobertura mediática. Aconteció entre el 9 y el 24 de septiembre en Del Río, Texas, donde fueron retenidos numerosos migrantes que buscaban solicitar asilo en Estados Unidos. Después de revisar docenas de artículos sobre el tema, se detectó que una parte importante de la prensa cubría esta situación con elementos discursivos y recursos retóricos que podían suscitar y reproducir sentimientos racistas.

De este modo, se infirió, a través de la lectura de distintos estudios de van Dijk, que metáforas como “nueva ola de migrantes” o “éxodo de haitianos”, potenciadas por verbos como “desborda”, “invade”, “desplaza” o “satura” y vinculadas a imágenes de hacinamiento, marginalidad y crimen, no solo generan el rechazo propio del racismo y la xenofobia, sino que masifican la idea de que la inmigración es un problema y no un desafío. En este sentido, me he propuesto a estudiar cómo la prensa enfoca el tema en cuestión, a través de algunos puntos que toca van Dijk en su libro Discurso y poder (2009), en un intento de identificar y analizar la presencia del racismo en el discurso referente a aquello que ocurrió con los migrantes en Texas. Para dicho análisis, tomaré solo un artículo, que considero sintético y suficiente para los fines. El artículo se titula “Miles de haitianos acampan en Texas tras un cruce fronterizo masivo” de la agencia de noticias EFE. Vale hacer un paréntesis y decir que se ha escogido esta agencia de noticias por su amplio espectro de cobertura internacional, y lo que esto representa en la reproducción de una ideología.

Como se citaba al principio, usualmente se utiliza la voz activa para enunciar y resaltar los hechos negativos de los migrantes. En el título “Miles de haitianos acampan en Texas tras un cruce fronterizo masivo” se puede constatar el peso negativo de los agentes semánticos, que, en este caso, serían los haitianos que ejecutan la acción de acampar. Se recuerda que, según la Real Academia Española, una oración activa refiere la persona o cosa que realiza una acción, a diferencia de la pasiva, que alude a la persona o cosa que recibe la acción. Esto es determinante porque indica la perspectiva en que se enuncia un mensaje. En el caso del artículo citado, se observa cómo el título, cual oración activa, no solo señala quien ejecuta la acción de “acampar” (que en este caso podría aludir a ocupar, invadir, hacerse de un espacio ajeno), sino que se hace énfasis en la cantidad, puntualizando el hecho con la denominación de “miles” y el adjetivo “masivo”; cabe observar, además, cómo el verbo “acampar” puede dar pie a la suposición de que los haitianos se han instalado allí por voluntad propia, o cómo la hipérbole de “cruce masivo” podría suscitar algún sentimiento de vulnerabilidad con respecto a la soberanía del país norteamericano. Esto es parte de la “fundamentación” o “responsabilidad” que van Dijk atribuye a la oración activa, cuya importancia tiene que ver con el orden, léxico y la semántica a la hora de dilucidar los significados subyacentes del discurso.

Por otro lado, cuando nos adentramos al cuerpo de la noticia referida, descubrimos que las autoridades estadounidenses (y blancas) figuran en una cómoda oración pasiva: “Más de 8.000 inmigrantes irregulares, en su mayoría de nacionalidad haitiana, están retenidos por las autoridades estadounidenses en un campamento improvisado en el sur de Texas tras un cruce masivo en la frontera”. A la luz del juicio de van Dijk, se puede observar cómo la voz pasiva despoja de responsabilidad a las susodichas autoridades. En efecto, la voz pasiva se desentiende de quien realiza la acción y se vuelca hacia el objeto, que en este caso es el migrante. Ciertamente, si colocáramos la misma oración en forma activa, se podría constatar un efecto de mayor ofensiva. En este punto, sin embargo, entramos un poco en el contexto que no encontramos en el título. Los “miles de haitianos” no solo acampan en tierra extranjera, sino que son contenidos en un espacio mientras se gestionan sus solicitudes de asilo.

Ahora, en Discurso y poder, Teun van Dijk apunta que las denominadas “élites” son determinantes en la reproducción de elementos racistas en el discurso. Con élite el lingüista se refiere a las personas que tienen voz en la sociedad y poseen “acceso especial a las formas más influyentes de discurso público (…); acceso preferencial a las mentes del público general (Dijk, 2009: 187). Van Dijk precisa, en una entrevista que se publicara en la Revista de divulgación científica y tecnológica de la universidad veracruzana, que esta élite es de carácter simbólico, y está constituida por políticos, profesores y periodistas, porque estos disponen de acceso privilegiado al público. Con respecto a esto último, en el artículo citado se advierte la opinión de distintos políticos. Por un lado, se recogió la perspectiva de un republicano: “El gobernador de Texas, el republicano Greg Abbott, anunció este jueves el cierre de seis puntos de cruce fronterizo con México para ‘impedir que las caravanas de migrantes infesten el estado’”. Es importante detenerse en el verbo “infesten” e inferir de qué manera su significado subyacente podría incidir en la mente de quienes se afilien a Abbott y su mensaje. Como líder ideológico, Abbott propiciaría el racismo a través del discurso porque con infestar califica como invasora y, sobre todo, peligrosa, la llegada de los migrantes haitianos. El verbo infestar alude a plaga y enfermedad; contaminación y violencia. En el contexto de pandemia, esas alusiones adquirirían mayores dimensiones y suscitarían rechazo y alarma generalizada en la población estadounidense.

En el mismo orden, el artículo de EFE rescató las impresiones del demócrata Bruno Lozano, alcalde de Del Río, quien “calificó el campamento de ‘favela’, también alertó de que si los agentes se concentran en este punto (la zona donde retenían a los haitianos y demás migrantes), el resto del sector, de unas 240 millas (400 kilómetros), está quedando desatendido”. En este punto, vale retomar y ponderar el término “favela”, palabra latinoamericana, que hace referencia a barrios marginales y precarios. Según la Real Academia Española, es una palabra que se utiliza en Brasil como sinónimo de “Chabola”, que es una casa construida con pobres recursos o desechos. Resulta curioso que Lozano haya elegido, a modo de metáfora, una palabra originaria de Latinoamérica para describir de forma despectiva el asentamiento que las autoridades estadounidenses habían improvisado para retener a los migrantes.  En ese contexto, la connotación racista no solo se evidencia, sino que, con esa sola denominación, el alcalde de Del Río podría sugerir que los migrantes habían empezado a “arrabalizar” el territorio. Es decir, según se infiere, que a ese grupo de migrantes les envolvía un halo de hacinamiento y podredumbre. La alarma con que insta a las autoridades a vigilar los perímetros “desatendidos” de la frontera podría dar a entender que el cruce fortuito de algún migrante podría acarrear consecuencias funestas e irreversibles. En suma, llamaría la atención que el artículo solo recoja las declaraciones de estas figuras públicas, pero Van Dijk aclara: “no sorprende que los periódicos tomen generalmente fuentes de la élite (blancas) (por ejemplo, del gobierno, de los intelectuales o de la policía) como si fueran más creíbles y valiosas que las fuentes de los miembros de los grupos minoritarios” (Dijk, 2009: 197). En efecto, como figuras públicas que moldean los criterios ideológicos de la sociedad, se puede evidenciar el respaldo mediático que tienen sus declaraciones con relación al tema migratorio.

Es importante subrayar que, aunque el racismo no se exprese abiertamente en el artículo estudiado, se puede advertir un discurso discriminatorio, excluyente y opresivo entre líneas, un discurso orientado a la idea de la inmigración como un problema social y político. También, resulta necesario visibilizar el impacto mental de este tipo de material periodístico, ya que es de dominio público. Es preciso abundar en el estudio del análisis crítico del discurso para denunciar los abusos de poder que se esconden en los textos. Pues, tal como dijera van Dijk en la entrevista de la citada Revista de divulgación científica: “Ese discurso negativo puede tener una influencia también negativa sobre los modelos mentales que la gente tiene sobre sucesos en que participa la ‘otra gente’” Es decir, el enfoque discursivo negativo podría seguir reproduciendo y reforzando las ideas generalizadas de descontrol, pobreza y abandono asociadas a la inmigración haitiana. Y eso es algo que, en definitiva, debe empezar a cambiar desde la palabra.