Hace ya muchos años adquirí un libro de cuentos en una librería de Santiago: Testimonios y profanaciones, de José Alcántara Almánzar. No recuerdo en qué momento lo leí, supongo que en los días o semanas subsiguientes. A partir de entonces el libro permaneció en silencio por un período de casi tres décadas. Hace unos largos meses lo reencontré en mi biblioteca, maltratado en su ropaje de papel, la contraportada desfigurada por unas feas manchas, y me dispuse a releerlo. Pocas cosas recordaba ya de esas lecturas un tanto superficiales que realizaba en esos años de juventud. Al hojearlo, supe que lo había leído íntegramente por ciertos detalles que son propios de mi relación con los libros y de mis ejercicios lectorales. En la primera página había estampado mi nombre y el año en que lo adquirí (1992), ritual con que bautizo todos mis libros. De ese primer contacto se conservaban algunos indicios: marcas de subrayado en tinta morada de bolígrafo, y uno que otro resaltado de color verde en algunos renglones y en varios bloques de oraciones.

Es increíble la vertiginosidad con que pasa el tiempo. De eso hace ahora 29 años. Casi tres décadas.

 

El libro, editado por la desaparecida Editora Taller, en 1978, consta de seis cuentos, cada uno precedido por una viñeta, que en este caso consiste en un relato breve de carácter realista y urbano, de contenido generalmente trágico, el cual aborda un problema neurálgico de la sociedad dominicana de esos años. Es algo que sólo había visto en la colección de cuentos de Guillermo Cabrera Infante: Así en la paz como en la guerra. En este libro del escritor cubano por cada cuento extenso hay un breve relato que él, en la presentación, bautizó como viñeta. En ellas se recrean –podría decirse que se denuncian– situaciones sociales y políticas, enmarcadas dentro de la época pre-revolucionaria.

Al reexaminar cada título, sólo recordaba, aunque muy someramente, dos de los cuentos que integran el volumen: “Con papá en casa de Madame Sophie” y “La forza del destino”. Pero eran recuerdos vagos, sombras de la memoria, que era ya menos memoria y más olvido. Así que decidí releer el libro completo, consciente del gran valor que tienen estos relatos, independientemente de la apreciación de los críticos del momento o posteriores.

Se trata de un libro vanguardista, pues en él su autor recurre a las más novedosas técnicas del relato (contrapunto, monólogo interior, multi-perspectivismo, narraciones paralelas…). Técnicas experimentales, con las que el autor pasa a formar parte de un grupo de escritores que desde hacía varias décadas estaban transformando los procedimientos narrativos en la literatura latinoamericana. No es que fuera el primero en aplicar esas técnicas en nuestras letras; por ejemplo, Marcio Veloz Maggiolo desde hacía varios años venía introduciendo innovaciones en sus novelas y relatos. Sin embargo, el libro de Alcántara Almánzar, tan singular en la manera en que en él se amoldan forma y fondo, contenido y estructura, constituye una inapreciable muestra de cómo los métodos narrativos habían cambiado de manera radical a partir de las vanguardias de principios del siglo XX.

Testimonios y profanaciones es un libro trabajado con rigor literario y conciencia del oficio de narrador, no hay en él nada de improvisación.

Algunos pasajes de los cuentos de Testimonios y profanaciones son narrados en tempo lento, ya que predomina el detalle, otros corren a un ritmo más trepidante… Vistos en su conjunto, la lectura de los relatos y las viñetas nos deja la sensación de un mundo sórdido, deshumanizado… dominado por la más implacable crueldad… un mundo que no es distinto al que tenemos por delante, pues lo que va encerrado en ese universo de significantes y significados resulta una copia más o menos fiel del que día a día se presenta ante nuestra mirada, ya sin asombro.

En una de las páginas iniciales del libro el autor reproduce un fragmento del ensayo “Papel social del novelista” de Alejo Carpentier, en el cual el escritor cubano fija su posición sobre la responsabilidad que él entiende le corresponde asumir al escritor. Es una defensa de la literatura comprometida, siguiendo los postulados del novelista, dramaturgo y filósofo francés Jean Paul Sartre.

Ocuparse de ese mundo, de ese pequeño mundo, de ese grandísimo mundo, es la tarea del novelista actual. Entenderse con él con ese pueblo combatiente, criticarlo, exaltarlo, pintarlo, amarlo, tratar de comprenderlo, tratar de hablarle, de hablar de él, de mostrarlo, de mostrar en él las entretelas, los errores, las grandezas y las miserias: de hablar de él más y más, a quienes permanecen sentados al borde del camino, inertes, esperando no sé qué, o quizá nada, pero que tienen sin embargo necesidad de que se les diga algo para removerlos.

Testimonios y profanaciones es un libro cuyas historias se inscriben dentro del realismo urbano. Los escenarios de sus cuentos se ubican en grandes ciudades. “Crónica trivial de una fiesta íntima” no identifica el espacio donde se desarrolla, pero por el ambiente que se describe y por la prestancia de los personajes resulta bastante evidente que se trata de la ciudad de Santo Domingo. También el segundo cuento: “Los demonios que habitan nuestros días” se desarrolla en la capital dominicana. “El laberinto revisitado” tiene como escenario la ciudad de Nueva York. “Con papá en casa de Madame Sophie” retorna al espacio capitalino. “La forza del destino” transcurre al principio en ciudades europeas y luego en la provinciana Baní. Y, finalmente, “La noche inconclusa” retoma el escenario de la ciudad de Santo Domingo.

El realismo al que nos referimos más arriba, que es la corriente en la que se inscribe esta narrativa de José Alcántara Almánzar, ya está prefigurado en el título. El escritor, como testigo de su tiempo, es un observador de la realidad, de la que toma el material en bruto para devolverlo transformado en materia artística. Hoy día se considera un anacronismo hablar de literatura comprometida, pues se afirma que el único compromiso que se espera del escritor es el de ser fiel a sí mismo y a la calidad artística de su obra, pero en esos años de enardecida militancia en que fue escrito el libro, se menospreciaba al escritor que se mantuviera al margen de la realidad social y política imperante. Era, pues, necesario que en cada expresión artística o literaria se ofreciera un testimonio de las situaciones que gravitaban sobre la sociedad. En cuanto a la parte restante del título, profanaciones es una palabra que tiene un intenso sabor a transgresión. Se habla de profanación cuando se viola el espacio de lo sagrado, o cuando se irrespeta aquello que aparece legitimado por el uso y las costumbres; en definitiva, es un desafío a lo que está consagrado por un orden, que puede ser divino o humano.

Partiendo de lo anterior, es evidente que el título encierra una dualidad importante: el escritor toma una postura: la de convertirse en voz e instrumento de su pueblo. Por consiguiente, su arte está al servicio de la colectividad, de cuya realidad es él un testigo de primera mano. En consecuencia, lo que sale de su voz (de su pluma) es un reflejo de lo que ocurre a su alrededor. Y, por otra parte, el título reivindica una escritura que rompe con los parámetros de la tradición para adscribirse a las nuevas concepciones. Al sumar lo que cada término (testimonio / profanaciones) aporta al binomio, tenemos como resultado un libro que toma trozos vivos de realidad y los transmuta en contenidos estéticos; contenidos que son labrados de un modo complejo y novedoso, rompiendo moldes desfasados y recurriendo a nuevas formas creativas. Eso es lo que, a mi entender, denota el título del libro. Y ese título es una anticipación de lo que resultará el libro en su conjunto. 

Las viñetas

Como ya apuntamos más arriba, son seis. Los personajes que pueblan estas pequeñas historias, elaboradas con fibras del más intenso realismo, son seres derrotados que van inexorablemente camino a la tragedia. No hay una sola donde la muerte no aparezca como destino final. Las historias se desenvuelven en el marco de situaciones colectivas, reproducen conflictos que afectan a la sociedad en su conjunto o a un determinado grupo. En cuanto a su forma narrativa, dada su brevedad, imitan la concisión del lenguaje periodístico.

La primera viñeta narra un desalojo realizado arbitrariamente por agentes del ejército. Según la lógica gubernamental, el barrio debía ser destruido para dar paso a la ampliación de una avenida. Los habitantes se resistieron, pero no pudieron evitar la destrucción. Ninguna razón humana fue suficiente para evitar el atropello. Triunfó la fuerza sobre la razón. O, más bien, triunfó la razón de Estado sobre la razón del Pueblo. Lo de siempre. ¡El ideal de “progreso” siempre colocado por encima de los derechos de la gente! Esta es la única viñeta cuya historia no desemboca en muertes humanas; no obstante, la destrucción del barrio equivale a una muerte simbólica de sus habitantes.

La segunda viñeta no difiere mucho de la anterior en cuanto a la violación de derechos. Braceros haitianos pasan varias semanas cortando caña y cuando llega el momento de recibir el estipendio correspondiente, el patrono se resiste a pagarles. Los trabajadores van en masa a reclamarle a la administración de la compañía, pero el patrono se niega a recibirlos. La situación se pone tensa y todo desemboca en una tragedia colectiva. Mientras leía este texto recreaba en mi mente el merengue de Johnny Ventura titulado “El pique” (“Vengo con un pique / vengo del batey / de vei tanta gente / sin na que comei”).

La tercera viñeta refiere una huelga de hambre protagonizada por obreros de una fábrica, los cuales demandaban mejorías en sus condiciones laborales. Estos recibieron presiones y amenazas, mas no se rindieron. La fábrica fue rodeada por un contingente policial, el cual, en nombre del orden y la seguridad sociales, reprimió salvajemente a los huelguistas con un saldo de heridos y detenidos y un muerto: el líder del grupo fue detenido y asesinado a sangre fría como estrategia para desarticular de manera definitiva la resistencia de los obreros. “El orden y a seguridad sociales” otra vez estaban a salvo.

La viñeta número cuatro relata la historia de un perseguido político que se refugia en una vivienda abandonada situada en las afueras de la ciudad, en medio de un clima atroz de represión gubernamental. Durante medio año vivió allí sin ser descubierto. Un día, fatal para él, se durmió después de la siesta del mediodía y cuando despertó estaba rodeado por hombres armados que lo golpearon brutalmente…

La viñeta número cinco cuenta de un empleado público que descubre un desfalco en la empresa donde trabaja. Intenta denunciarlo, pero sus superiores le convencen de no hacerlo. Dicho convencimiento se reafirma cuando el empleado recibe una cuantiosa suma de dinero a cambio de guardar silencio. El hombre derrochó a más no poder y cuando agotó la reserva pecuniaria volvió a la empresa por más dinero. A partir de entonces comenzó a ser vigilado a toda hora, y dos días después apareció convertido en cadáver. Su muerte se atribuyó a un suicidio, al que, “según fuentes de entero crédito” había recurrido después de haberse descubierto que había robado a la empresa. Una trama bien urdida por sus superiores para cubrirse las espaldas y continuar sangrando el presupuesto de la entidad pública, libres de sospechas y amenazas.

La sexta viñeta narra un crimen y la subsecuente venganza. Un crimen desencadena otro crimen, en una típica aplicación de la Ley del Talión. La tragedia inicia cuando dos civiles asaltan a punta de pistola a igual número de militares, a quienes después de herirles les roban sus armas de reglamento. Uno de los soldados murió, pero el otro sobrevivió, para desgracia de los civiles involucrados…

En conjunto, las viñetas son trozos vivos de la cotidianidad. Y tienen como escenario una sociedad caracterizada por la intolerancia gubernamental, injusticias de toda laya, abusos de poder… donde el orden público se colocaba siempre por encima de los derechos de las personas, generando una continua tensión social… En ellas sobresalen militares y policías implacables y asesinos, empresarios deshonestos, burócratas corruptos… Un verdadero caldo de cultivo para el predominio de la violencia, que era un signo de esos tiempos. Esas pequeñas narraciones se presentan enmarcadas en ambientes socialmente degradados, económicamente marginales, en los que la violencia hacía sentir sus resortes de manera continua. Una violencia que venía desde arriba hacia abajo para obstruir disidencias y sustraer derechos. ¿Alguna coincidencia con los doce años de Balaguer? Ciertamente, todo indica que de ese ominoso período brotaron estas historias acres, brotes inmundos de una sociedad sometida a los caprichos y conveniencias de políticos, empresarios y militares, generadores de la atmósfera asfixiante que reflejan los textos en cuestión.

Los cuentos

Aunque las viñetas son también cuentos, en lo que concierne a este libro de Alcántara Almánzar, reservamos este nombre para los textos más amplios. En estos abundan los personajes-tipo: la reportera de la prensa rosa, el inmigrante, la prostituta, el homosexual, los nuevos ricos… Los relatos incluidos develan una sociedad de ideas atrasadas donde predomina el patriarcado, abunda la discriminación racial y de género, y la corrupción sin sanción permea las instituciones públicas.

Echemos una breve mirada a los cuentos incluidos en el libro.

“Crónica trivial de una fiesta íntima”: como su título adelanta, gira en torno a una fiesta social organizada por una pareja de esposos, más ansiosos de aprobación que interesados en agasajar sinceramente a sus invitados. Allí concurren personas exclusivas de clase media y alta que tienen en común el haber logrado un ascenso social de manera fulminante y por medios non sanctos: una cronista social arruinada por los años, y su inseparable perrito, que nos recuerda a un célebre personaje femenino de Chejov; un general y su esposa; un empresario industrial y su amante; un funcionario acompañado de su consorte. Allí concurren los signos encontrados del buen y el mal gusto. Es la fiesta de la banalidad, donde pululan las máscaras de la falsa identidad, reseñada con sarcasmo por un narrador que se burla de las ridiculeces de sus personajes.

“Los demonios que habitan nuestros días” cuenta una historia estructurada en dos partes, cuyo desarrollo avanza en forma paralela y en tiempos diferentes. En términos espaciales los relatos ocupan sendas columnas de cada página. Trata de una violación infantil y un reencuentro, muchos años después, entre uno de los participantes y la víctima. Una historia muy triste y aleccionadora.

“El laberinto revisitado” relata un hecho trágico ocurrido en la ciudad de Nueva York. Sus personajes son una joven pareja de inmigrantes dominicanos. Él, empleado de una empresa, en función de mecánico; ella, recién llegada a la urbe, ama de casa, en estado de preñez. Mientras ella aguarda el regreso de su marido, un incendio afecta el área donde reside, abrasando todo el edificio. El desenlace es la consumación de una desgracia total para la pareja y la criatura que se gesta en el vientre de ella. En este cuento se refleja la vida estresante y las precariedades en que se desenvuelven los que emigran al exterior, especialmente a Estados Unidos, en busca de oportunidades que el país les niega.

“Con papá en casa de Madame Sophie” narra en forma de evocación una experiencia sexual fallida en la vida de un adolescente. Cuando este cumplió quince años, su padre quiso agasajarlo con el que, a su juicio, era el más especial de los obsequios. Lo llevó a que tuviera su primer encuentro sexual, a que se estrenara en este importante aspecto de la hombría. Es en el velatorio de su padre, que su hijo revive a través de la evocación ese lejano recuerdo. La historia se desarrolla en dos tiempos, y es narrada a través de la técnica del contrapunto: el presente, donde está situado el personaje-narrador, y el pasado, donde padre e hijo viven la referida experiencia en una casa de prostitución regenteado por una mujer llamada Madame Sophie. Las escenas del pasado y del presente se alternan en una especie de constante vaivén. Esas escenas de la adolescencia se producen en la conciencia del personaje-narrador. La fallida experiencia sexual del hijo hace que en su interior se albergue un sentimiento de rencor hacia su padre, sentimiento que aflora muchos años después, justamente cuando el cuerpo inerte de éste yace en un ataúd. En medio de los protocolos y las demostraciones de solidaridad, el hombre evoca aquella lejana experiencia, amarga y traumática.

“La forza de destino”, un título con sabor italiano, narra la historia de una cantante lírica dominicana, nativa de Baní, cuyo nombre de pila era Ana Mejía, pero que al inmigrar a Italia en busca de oportunidades para desarrollar su carrera, adoptó el de María Bellini. Después de obtener papeles principales en representaciones operísticas en ciudades italianas su brillo comenzó a declinar y decidió probar suerte en Francia. Pero su excesiva obesidad, fruto de un apetito desmesurado, pronto echó a perder lo que sus condiciones vocales habían conquistado. Después de sus primeros triunfos, los papeles principales fueron escaseando, así que decidió pasar a Alemania y luego a España (Barcelona) donde no consiguió las oportunidades que buscaba. Tras su largo periplo en Europa, decepcionada, regresó a su natal Baní… El desenfreno de su apetito le había echado a perder la carrera. Este cuento es presentado a dos voces por un narrador principal que inicia y concluye el relato, y un narrador secundario que añade entre paréntesis otros datos sobre la vida de la Bellini. Como en la mayoría de los textos de esta colección, aquí sobresale la técnica del contrapunto, método muy del gusto de Alcántara Almánzar. Algunos pasajes de este cuento recuerdan a Gabriel García Márquez, por la forma hiperbólica en que el narrador presenta algunos detalles de la protagonista.

“La noche inconclusa” tiene como protagonista a un joven homosexual que regresa de Estados Unidos y se reencuentra con sus padres, después de una ausencia de cinco años. Trae una nueva apariencia, un nuevo look, y llega acompañado de un amigo estadounidense, que es presentado como compañero de estudios, pero que, a la postre, resultará ser su novio. La hermana del joven se siente atraída por el extranjero, ignorando (o haciéndose la zueca) que es pareja de su hermano. Una noche, los tres salen a divertirse a una discoteca donde se dan cita hombres y mujeres que tienen preferencia por personas del mismo sexo. Allí, luego de embriagarse de alcohol y droga, parten de regreso a la casa, pero el efecto de las sustancias consumidas y la imprudencia de los dos amigos los lleva a accidentarse… Este es, quizás, el cuento más complejo y vanguardista de toda la colección. Siguiendo con la técnica del contrapunto, en él se entreteje el discurso del narrador con los de los personajes, en un amasijo que precisa de una lectura atenta para no perderse en su compleja estructura. La narradora principal es Camila, pero también aparecen dos monólogos que corresponden a su hermano Patricio: uno de ellos asume la disposición tipográfica de un poema, y el otro es una reproducción fragmentaria de pensamientos originados en la conciencia del personaje (monólogo interior). El cuento está organizado de tal manera que el relato principal, a cargo de Camila, se alterna con los fragmentos monologados de su hermano.

Testimonios y profanaciones es un libro trabajado con rigor literario y conciencia del oficio de narrador, no hay en él nada de improvisación. En él se verifica una admirable acordanza entre títulos, contenidos y modos de contar.

La huella del sociólogo está presente en el libro, ya que su autor, sociólogo de profesión, se introduce en los vericuetos y laberintos de la sociedad para hurgar en su interior hasta tocar zonas sensibles, allí donde tienen su origen los grandes malestares que le aquejan. Los seis cuentos, al igual que las seis viñetas, abordan temas de gran incidencia social: racismo, arribismo, relaciones amatorias por conveniencia, ascenso social alcanzado por medios cuestionables, machismo, corrupción, consumismo, violencia… También hay graves problemas psicológicos: falta de una real identidad, auto-rechazo por no aceptar los propios rasgos raciales, necesidad de aprobación, simulaciones y murmuraciones.

 

Al concluir este artículo, debo aclarar que estos ejercicios de lectura de Testimonios y profanaciones corresponden a la perspectiva de un lector, no parten de la visión de un especialista de la obra de Alcántara Almánzar. No obstante, me atrevo a afirmar que este es uno de los mejores libros del género narrativo breve que se han escrito en nuestro país. Un libro al que todo cuentista joven, que anda con espíritu de novicio intentando atrapar una buena historia y contarla de manera novedosa, debería acercarse y leerlo con avidez, pues es un abrevadero de técnicas narrativas no tradicionales. Este solo libro coloca a su autor entre los más sobresalientes de nuestra cuentística.

Lo que resulta sorprendente es que esta obra permanezca relegada; que los cuentos que integran la colección no hayan sido objeto de una mirada atenta y reposada de nuestra más erudita crítica literaria; y que en conjunto o por separado no hayan recibido una mayor atención de académicos de universidades extranjeras, como ha ocurrido con muchos libros y autores contemporáneos de Latinoamérica. Aunque puedo entender algunas razones: la literatura dominicana carece de lectores (nuestra educación preuniversitaria y superior ha fracasado en la tarea de formar lectores). Esto hace que muchas obras de calidad publicadas en el país pasen inadvertidas. Y lo que pasa inadvertido dentro es muy difícil que llame la atención de los que están fuera. Además, nuestras letras no cuentan con suficiente apoyo estatal para ser estimuladas desde dentro y al mismo tiempo promovidas hacia fuera.

Por supuesto, este libro requiere de un lector perspicaz, un leedor atento y dinámico, que colabore en la búsqueda de sentido en cada tramo del proceso lector, a sabiendas de que se encuentra frente a un conjunto de textos que han roto con la linealidad y la obviedad de la tradición y que, al incorporar los más modernos procedimientos narrativos, requieren de una lectura colaborativa. Quienes asuman el reto obtendrán merecida recompensa. En ese sentido, y en cualquier otro sentido, el libro no defrauda.

Bibliografía

Alcántara Almánzar, José (1978). Testimonios y profanaciones. Santo Domingo: Editora Taller.

Cabrera Infante, Guillermo (1997). Así en la paz como en la guerra. Madrid: Alfaguara.

Cortázar, Julio (2005). “La autopista del sur” en Todos los fuegos el fuego. México: Fondo de Cultura económica.