Colaboración especial de José Silié Ruiz

Hace unos días fue puesta en circulación la obra “Sur prohibido”, de la Dra. Neuróloga Elidenia Velásquez.  Ella pertenece a una joven generación donde se combinan la neurociencia y el arte en una nueva versión, que en lo particular nos agrada. Se ha señalado que todas las sociedades, no importa cuán tradicional o desarrollada esta sea, se necesita dentro de su seno a ese grupo de personas que hacen poesía, quienes con sensibilidad peculiar pueden expresar lo que nosotros el hombre común no podemos lograr. Este grupo de hombres y mujeres  que en su conjunto pueden constituir o no  una “clase”, en el sentido sociológico de la palabra,  son parte importante de los cultivadores y trasmisores de la herencia cultural  de una sociedad, constituyéndose los poetas,  en los albaceas principales de las creaciones más excelsas del espíritu humano.

Podemos reconocer que esta escritora aparte de ser una joven neuróloga de vuelos altos, es una dama de sutilezas, de sombras finas, de un embelesante erotismo de elevadas nubes. Al intelectual sensible de hoy día, que tiene por su sensibilidad  ante las bondades excelsas del amor, la pasión, aquel que venera a su ser amado  y por tener la capacidad de traspasar el velo de expresar sus sentir en palabras armónicas, sin rimbombante frases llenas de mediocridad y términos de procacidad. De esas inmundicias que con mucha pena el hoy abanderado lenguaje prosaico actual que merece ser llevado al espacio de Procusto. Ella es la fina poetiza, el ser sensible que por el contrario de lo primario, es capaz de bajar de su elevado pedestal, para allar con lo refinado y tierno y poner en su espacio con  en el verdadero  uso de la palabra en sus lindezas de combinaciones cargadas de elegante erotismo  de convertirse ella en un debúnker, una destructora de imágenes vulgares, una iconoclasta contra la vulgaridad que hoy nos arropa, tal como lo ha hecho nuestra talentosa Julia Álvarez.

`Al leer la obra de la Dra. Velázquez, me remonté gratamente con nostalgia a mis años de adolescente admirador del prominente poeta mexicano cuando la obra de Octavio Paz y  Pedro Zekeli, nos brindaron una fineza en lo erótico y sensual  con una gran elegancia, tratados con una trasparencia y misterio sensual y por igual al mismo tiempo donde el amor, la vehemencia de un mundo romántico  y de deseo pasional,  se trasmutan a través de un brasero de fino cristal de Bacarat. La Doctora Velázquez logra en su poética el mismo encanto armonioso como lo hizo la inmensa Doña Hilma Contreras Castillo en su momento.