Colaboración especial de Carlos Sangiovanni
El barrio de Santa Bárbara, en la Zona Colonial de la ciudad de Santo Domingo, con un pasado próspero comercial, con edificaciones coloniales y construcciones mas modernas de la etapa republicana, sometidos hoy al deterioro y abandono, fue habitada en sus inicios por empresarios, y sectores acomodados de la época.
La cercanía al Puerto de Santo Domingo, su estratégica ubicación como transito obligado para llegar a la parte este de Santo Domingo, a través del único puente de ese entonces, el cual tenia el nombre del dictador “Ulises Hereaux” (Lilís), fueron factores determinantes para el pujante desarrollo que exhibió y del que hoy apenas quedan cascarones. Santa Bárbara es, sin lugar a dudas, un barrio emblemático de la zona colonial , en el que aun podemos observar los vestigios de la transformación arquitectónica que comenzó a sufrir parte de la zona amurallada , fruto de ese desarrollo productivo.
Su posterior abandono, por los cambios que transformaron la distribución del espacio citadino, y su gradual ocupación por pequeños talleres de impresiones, carpinterías, sastrerías, entre otros, así como de sectores populares marginados de la sociedad dominicana, no pueden soslayar la importancia cultural de su pasado.
Consciente de ese pasado, del drama social en las que viven los habitantes de las áreas mas marginadas de Santa Bárbara y, coincidiendo con la celebración de la Bienal auspiciada por el Estado, motivan al pintor Silvano Lora, a crear la Bienal Marginal a finales de la década de los Ochenta e inicio de los Noventas.
Recuerdo perfectamente la primera vez que me reuní con Silvano, para oír sus planteamientos, así como tomar la encomienda de elaborar el logo de esa Primera Bienal Marginal, antes de reunirnos con otros artistas para motivarlos a integrarse y participar en el evento, que tomo como muro de exposiciones para sus cuadros, las paredes de las destartaladas viviendas de los moradores de la zona donde se efectuó la Bienal. Los artistas participaron masivamente con pinturas, esculturas, performance, murales pintados en telas. Diariamente se hacían presentaciones artísticas culturales con distintos trabajadores de la cultura, así como proyecciones de películas del denominado “Cine Marginal”.
Durante todas las jornadas, los habitantes del barrio se integraron plenamente a las labores de organización y varios de ellos confeccionaron obras que también fueron exhibidas junto a la de connotados artistas dominicanos.
La Bienal surgía como un llamado de atención sobre las condiciones infrahumanas en que vivían esos sectores relegados de todo, incluyendo el arte, que desde un recinto como el Museo de Arte Moderno propiciaba el estado con la bienal oficial.
La Bienal Marginal, llegaba y convivía con estos sectores segregados de la sociedad, el arte se hacia participe de su entorno y les espoleaba al placer estético que de alguna forma se les negaba. El evento obligo, en cierta medida, a que sectores que desconocían las zonas arrinconadas de Santa Bárbara, se apersonaran para ver las obras que allí se exhibían, y al mismo tiempo chocar con la realidad del entorno en que se mostraban.
Creemos que el ideal de las Bienales Marginales que se vinieron efectuando regularmente hasta la desaparición física de Silvano Lora, prendieron en actividades organizadas posteriormente por distintos colectivos.
Hoy vemos, con satisfacción, los murales pintados en paredes y muros del barrio de Santa Bárbara, bajo una convocatoria del colectivo MODOFOCA, que reutiliza un arma de los setenta como el grafiti, ya no como una actividad oculta ni delictiva, sino como un elemento cultural, que al menos, llama la atención, sobre la dura realidad de ese núcleo ciudadano que apenas sobrevive. Ahora bien, creemos que lejos del mero placer estético de embellecimiento, con arte de la calle, debió profundizarse mas en mensajes de denuncias, sin caer en el panfleto; en integrar la realidad circundante con lo plasmado sobre los muros, de forma tal que el espectador sintiera la situación de la comunidad y de regreso se llevara la inquietud de la necesidad del cambio.
Definitivamente valoramos la acción del colectivo MODOFOCA , y creemos que el accionar debe proseguir para tratar de cambiar la dura realidad de sus moradores, logrando quizás, lo que una vez nos vendieron: convertir esta zona en un núcleo de viviendas dignas, talleres artesanales y artísticos, que fuera ejemplo de un proyecto cultural y de desarrollo social urbano, para la industria turística.