SANTO DOMINGO, República Dominicana.- No pocas veces tomamos nuestra ciudad en su justa valoración, dada la cotidianidad que nos envuelve día a día. Hay una ciudad romántica en cada uno de nosotros, que yace latente en el imaginario colectivo.

Los espacios urbanos, la arquitectura, el verdor permanente de nuestra flora tropical, solo perceptible por quienes nos visitan desde otras latitudes bañadas por los tonos grises, son los que hacen de la ciudad de Santo Domingo poseer el encanto que muchas veces obviamos.

La percepción de la misma se da de diferentes maneras dependiendo el medio que nos transportemos. Así, no es lo mismo caminar a pie, que en bicicleta o en un vehículo de motor. Tratar de inventariar las joyas arquitectónicas que poseemos en cada sector de la capital sería una labor titánica que de alguna manera ha sido realizada ya por otros autores, a través de libros, monografías, etc.

Hasta no hace mucho tiempo, tuvimos el privilegio de contar con una interesante iniciativa del Arq. Plácido Piña, en la que reunía un selecto grupo de arquitectos y personas interesadas para transitar en bicicleta por una serie de calles contentivas de entidades arquitectónicas de cada época y de manera sectorizada.

De esta forma, relativamente rápida, podíamos tener una idea de las edificaciones más prominentes de un sector determinado en la que, además, la ciudad se contemplaba desde otro ángulo y perspectiva.

Las muestras de arquitectura colonial, republicana, de las casas de las praderas, arquitectura racionalista, moderna y postmoderna, saturan nuestra ciudad capital en diferentes zonas, con calidad incuestionable, aún contando con la enorme transformación del perfil urbano citadino, que de un tiempo a esta parte, ha emergido a través de grandes torres de apartamentos y oficinas, modificando de esta manera muchos de los recuerdos y formas de vida que anidó dentro de varias generaciones.

Solo bastaría con adentrarnos en el recorrido virtual de la ciudad intramuros o Zona Colonial, en cada callejón cargado de historia, con edificaciones de muros gruesos de arcilla y argamasa, alternados con construcciones menos longevas, de carácter republicano, con un lenguaje y un diálogo formal exquisito entre sí.

Caminar las Calles Las Damas y retrotraerse a la época en que las Damas de la Corte de María de Toledo paseaban con sus elegantes atuendos por la zona, atravesando la casa de Rodrigo de Bastidas, la casa del Gobernador Ovando, la casa de los Dávila, o la antigua Iglesia de los Jesuitas, para sufrir la gran explosión espacial producida cuando la calle se abre a la Plaza del Sol y al Palacio de la Real Audiencias de Indias Occidentales y al Palacio de los Gobernadores de la Villa de Santo Domingo de Guzmán y Capilla de los Remedios, hasta llegar al gran espacio de la Plaza España, con el imponente Alcázar de Don Diego Colón en el costado de la misma, o sencillamente, escalar la empinada cuesta que nos lleva hasta el Monumental Monasterio de los Monjes Franciscanos, constituye una experiencia fuera de serie.

De la misma manera y no menos importante resulta el trayecto por la calle Arz. Portes, desde donde su parte más oriental nos conmueve con el romanticismo emanado por el parque Pellerano Castro, con sus bellas balaustradas arropadas por la sombra indeleble de sus árboles centenarios.

Tomando dirección hacia el poniente, desde el antiguo Colegio de Gorjón (hoy Centro Cultural de España) disfrutamos de una de las vías de más vegetación y sombra de la zona, con arquitectura mixta de madera, republicanas, del racionalismo de los 60’s.
El monumento a Fray Antón de Montesinos, cercano a esta zona, es visita obligada, luego de su excelente restauración, así como todo el litoral marino constituído por el reciente y muy bien rescatado Malecón de Santo Domingo.

No debemos sin embargo pasar por alto la emblemática Calle del Conde (antigua calle Separación), testigo de tantas épocas de gloria e historias recientes y cuyo paseo es una de las más agradables experiencias, tanto por la diversidad de sus fachadas y estilos de épocas diferentes como por la caracterización como columna vertebral de la Zona Colonial y eje de conexión entre la terminal Portuaria de Don Diego y el Altar de la Patria.

Adentrarnos en Ciudad Nueva es darle un giro a otro estilo de vida surgido cuando la ciudad intramuros dejó de contenerse para dar paso a una necesidad imperiosa de crecimiento de la población de entonces.

Se comienzan pues a poblar las dos grandes avenidas Bolívar e Independencia de bellísimas casa-quintas tales como las Casas Do Pico, el Hotel Fausto y muchísimas más, con el eclecticismo característico del siglo 19 y el romanticismo que comenzaba a salpicar a Gascue con el surgimiento de los Ensanches Lugo y Primavera.

La otrora zona de Gascue, cargada de esplendor, con muestras de arquitectura de las praderas de Antolín Nechodoma y otros arquitectos de la época, villas andaluzas muy pintorescas, y posteriormente en la mitad del siglo XX de muestras del edificaciones con el más avanzado racionalismo europeo.

Estas, engalanadas a través del más brillante exponente de todos los tiempos: el Arq. Don Guillermo Gonzalez y otros no menos importantes, tales como José Antonio Caro Alvarez, los hermanos Pou, Edgardo Vega, William Read Cabral ,etc.

Todos fueron testigos fehacientes de uno de los sectores mas hermosos que,tal como expusieramos en otros artículos, debe ser urgentemente rescatado, dado lo que representó como asentamiento élite de nuestra ciudad capital.

La ciudad de ese entonces estaba confinada hasta la Av. Máximo Gómez con el Aeropuerto General Andrews en el norte-oeste. Es en la sexta década del siglo XX cuando de nuevo la ciudad revienta hacia el oeste con la Av 27 de Febrero, con prolongación de la Bolívar, Independencia, Av. México, Sarasota, Mirador Sur, Sector de El Millón, Naco, etc.

Con este crecimiento empiezan las muestras de los diseños más interesantes relativos al desarrollo arquitectónico de la época. Los estilos de viviendas mediterráneas de los 70’s en Naco, el surgimiento de los grandes Centros Comerciales y Supermercados marcan la tendencia, y van conformando el paisaje urbano.

Tratando de limitar el enorme y exponencial crecimiento, se crea la Av. Luperón, con la Zona Industrial de Herrera y el aeropuerto del mismo nombre y la Av. de Los Próceres, límite que posteriormente es explotado para extenderse hacia todos los confines, sin ningún control.

Sin embargo, ya en la década de los 80‘s y 90’s la ciudad ya presentaba una Av. Anacaona con torres de apartamentos multipisos, con los más variados estilos arquitectónicos, y una vialidad conformada por los túneles y elevados de la Av. 27 de Febrero, de la Núñez de Cáceres y John F. Kennedy que le conferían una expresión de ciudad moderna, interconectada, de tráfico express y de conexión directa entre el Ministerio de las Fuerzas Armadas frente a la Plaza de la Independencia, hasta el Aeropuerto de Las Américas.

Esto no ha sido óbice a que tengamos en nuestro interior una gran ciudad virtual que aprendamos a valorar, a caminarla, a apreciar su gran catálogo arquitectónico y urbano. Sobretodo, que no nos circunscribamos solo a mencionar algunas de sus edificaciones como una ruta del diseño, sino que entendamos que todo es Santo Domingo.

Caminar en cualquier medio de transporte a través de la Primada de América nos debe producir una emoción que se le transmita al visitante, para que comprenda que nuestra ciudad tiene atractivos turísticos insospechados; que no solo es historia de la colonia, es historia y gloria de sectores que marcaron épocas y tendencias como el caso de Gascue, pero que igual que Naco revolucionaron los trazados y formas de vida de los residentes de la capital.

Si se realiza un acto de división territorial de la capital y nos abocamos a transitarlas por secciones, nos daremos cuenta de lo interesante que son en lo referente a las épocas, a los estilos, a los diferentes ambientes y solo así tomará fuerza el slogan de la Alcaldía cuando se refiere a que Santo Domingo Somos Todos.

Por tanto, a sentir el orgullo regional que ha de ser transmitido a las generaciones venideras para que este enclave del Centro del Caribe, Santo Domingo de Guzmán, siga ocupando la Primacía que le otorga el haber sido escogida para ser el Punto del Encuentro de Dos Mundos, donde todo comenzó, y desde donde dió origen al desarrollo continental de nuestra hermosa y fraternal América, desde Alaska hasta la Patagonia y Tierra de Fuego.