La preocupación científica o filosófica del poema “Lo fatal” descansa, exclusivamente, sobre el portentoso fenómeno de la consciencia. Ésta nos permite aprehender no sólo los objetos del mundo y los acontecimientos que se suceden en el tiempo, sino también nuestra propia existencia. ¿Cómo los procesos neurofisiológicos del cerebro desencadenan el estado de la consciencia, la cual experimentamos de manera íntima o subjetiva con relación a las sensaciones, percepciones y pensamientos?

En la primera estrofa, el yo poético de Rubén Darío apela a los cambios progresivos del cosmos, desde sus orígenes inorgánicos hasta el último peldaño definitorio de la naturaleza humana: la consciencia, punto de inflexión que obliga al yo humano a experimentar angustia, desolación, pesimismo, amor y odio, comprendiendo que somos, en contraposición a lo afortunado de un pedrusco, un arbusto y una rata, los únicos enterados de que la muerte llegará un día.

Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,

y más la piedra dura porque esa ya no siente,

pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,

ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

Precisamente, la consciencia del yo poético, la auto-consciencia, le proporciona a Rubén Darío la realidad paradójica de que cuanto más conoce mayor será la incertidumbre. De hecho,  en referencia  a la contraposición, desafortunada, de lo que pudo el poeta “haber sido” y los horrores del porvenir, lo desconocido, la voluptuosidad efímera, el sufrimiento existencial, y la verdad última de todos los propósitos: la ineludible certeza de la muerte.

Ser y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,

y el temor de haber sido y un futuro terror…

y el espanto seguro de estar mañana muerto,

y sufrir por la vida y por la sombra y por

 

lo que no conocemos y apenas sospechamos,

y la carne que tienta con sus frescos racimos,

y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,

 A pesar de lo que el filósofo y científico Daniel Dennett llama, en referencia a la teoría de la evolución, la “idea peligrosa de Darwin”, la cual, en casi todas las creencias religiosas socaba la idea de Dios, los seres humanos, por miles de años, venimos preguntándonos acerca del propósito de nuestras vidas. La Literatura, así como la Ciencia o la Filosofía, no tiene respuesta alguna a tal enigma, pero Rubén Darío, en “Lo fatal”, se aboca a representar el universo de lo ignoto prescindiendo del último verso y, en consecuencia, mutilando el soneto. Ambos, el vacío provocado por la ausencia de un verso y la incompletitud del soneto, constituyen posibles improntas de la propia crisis existencial del poeta, expresada, además, en los últimos dos versos que, mancomunados con el desasosiego del presente, yuxtaponen nuestro futuro después de muerto y nuestro pasado mucho antes de haber nacido.

¡y no saber adónde vamos,

Ni de dónde venimos!…