En los meses finales de 1961, una oficina clandestina denominada La Coordinadora, encabezada por el joven empresario Alejandro E. Grullón Espaillat, tuvo a su cargo desde Santiago la organización de muchas de las actividades a nivel nacional que ayudaron a derrocar la tiranía de Trujillo.

Desde esa oficina se distribuían las órdenes del comité provincial para los demás organismos de la Unión Cívica Nacional para el resto de la región del Cibao.

En mi libro Los últimos días de la Era de Trujillo se destaca que “el valor de esta oficina sería inapreciable en los meses siguientes”, en la lucha contra los intentos de los herederos del tirano, muerto el 30 de mayo de ese año, para perpetuarse en el poder.

“Era a través de La Coordinadora de Alejandro Grullón que se tenía contacto permanente con las juntas directivas del resto de la región, lo que permitía mantener a esta completamente al tanto de cuanto ocurría”, se señala en el libro.

Y agrega que “desde la muerte de Erasmo Bermúdez (en un mítin), arreciaron las protestas en Santiago. La forma más común de ella era la huelga. Por cualquier incidente por aislado que pareciera, cerraban las fábricas y las tiendas. Muchas de estas paralizaciones de actividades se hacían sin convocatoria previa. Entre finales de agosto y mediados de noviembre, las huelgas se habían convertido en una rutina de la vida de la ciudad. Los tres principales establecimientos de Santiago eran la licorería Bermúdez, de la familia de Erasmo, la tienda El Gallo y Augusto Espaillat y Sucesores, una tienda de tejidos al por mayor regenteada por Tomás Pastoriza, primo de Alejandro Grullón y de Erasmo. Bastaba con que esos negocios cerraran para que el resto de los establecimientos comerciales de la ciudad hicieran lo mismo”.

Era entonces, cuando La coordinadora de Grullón “se encargaba de paralizar al resto del Cibao”.

En noviembre  (1961) Grullón fue encargado por la dirigencia de la UCN de acompañar al abogado Ramón Tapia Espinal de una misión peligrosa. Los dos debían dirigirse a Moca, La Vega y San Francisco de Macorís para poner a los dirigentes cívicos de los planes urdidos con el general, jefe de la base aérea de Santiago, Pedro Rafael Ramón Rodríguez Echavarría de desplazar los aviones de la base principal de la Aviación Militar en San Isidro, para disminuir la capacidad de los Trujillo de neutralizar los planes para darle el golpe final a la tiranía, al frete de los cuales se encontraba Ramfis, el hijo mayor del tirano ajusticiado.

En  el libro Los últimos días de la Era de Trujillo, se relata lo siguiente:

“Grullón, de 32 años, era un próspero empresario, miembro de una de las familias más conocidas de Santiago. Formó parte del grupo exclusivo de personalidades que fundara la UCN. Tenía a su cargo una oficina casi personal, llamada por él La Coordinadora, encargada de mantener debidamente informado a los demás comités de las directrices del comité provincial de Santiago. La verdadera razón de su militancia política había sido el asesinato por órdenes de Trujillo , en noviembre de 1960, de las hermanas Mirabal, una familia muy apreciada de Salcedo, Ese asesinato causó una profunda impresión en el joven hombre de empresa que pensó que había que hacer algo para derrocar al régimen. Alejandro Grullón había estado vinculado por tíos y primos a movimientos antitrujillistas en el pasado. Aunque su familia no estaba tildada como enemiga del gobierno, sí se le consideraba como “indiferente”.

“Cuando Trujillo fue asesinado en una emboscada el 30 de mayo, Grullón tenía ya forjada una idea muy precisa sobre los métodos represivos de la dictadura. De manera que a la primera oportunidad se enroló en un movimiento para derrocarla”, agrega la narración del libro.

De la sede  provincial de UCN, los dos amigos (Tapia y Grullón), salieron hacia la casa paterna de Alejandro—don Manuel Grullón Rodríguez Objío y Amantina Espaillat, tía de Manuel Enrique Tavares Espaillat, preso desde comienzos de junio por complicidad en la muerte del Generalísimo. Alejandro vía al lado de sus padres, en la avenida Franco Bidó (más tarde Duarte) cerca del lugar conocido como La Junta de los Dos Caminos, que dividía la carretera en dos vías hacia Tamboríl y Moca. Después de informar a sus padres acerca de su peligrosa misión fuera de la ciudad, Alejandro se despidió de su esposa Dinorah, y le dijo a su chofer Roberto Crespo, de 25 años, que condujera.

“Horas después, Grullón dejó a Tapia de vuelta en su casa y éste, cansado por el ejetreo del día, se  acostó casi rendido por el sueño. Esperanza (esposa de Tapia), llamó de nuevo a Lolín para indagar si(su esposo) Rodríguez Echavarría había regresado( desde San Isidro). Tapia consultó su reloj. Eran las 10:30 de la noche. Tenía apenas media hora recostado cuando su esposa le despertó alarmada por el ruido del avión sobre la ciudad”.

Era la esperada señal de que la revuelta contra los remanentes de la tiranía estaba en marcha. Lo primero que hizo Tapia fue llamar a su amigo Alejandro Grullón para decirle que el trabajo de ambos estaba hecho.

(*El autor es Miembro de Número de la Academia de la Historia)