La propuesta expresada por el editorial de Acento de un gran homenaje –o ¿recuperación?- de Pedro Henríquez Ureña, se me presenta como una labor que implicaría remover los cimientos de todo nuestro aparato cultural. ¡Y dudo que en nuestro país se den las condiciones para ello!

El balance de 70 años después de su fallecimiento lo ha hecho el académico Juan Valdez en un excelente ensayo, que ojalá se pudiera traducir al español: “The iconization of Dominican Spanish in Pedro Henríquez Ureña’s linguistic texts”, publicado en Spanish in context (Amsterdam [u.a] : Benjamins. – Bd. 6.2009, 2, pp. 176-199).

El falseamiento de Henríquez Ureña lo lleva todo dominicano que puede tener una papeleta de 500 pesos. Lo puede apreciar todo visitante de la Biblioteca Nacional que lleva su nombre. Y últimamente los que utilizan la estampilla emitida por la Dirección de Correos para homenajear a la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña en su 50 aniversario. ¿Qué tienen de común el peso, la pintura y el sello?

Todo parte de la encomienda que recibiera el pintor español José María López de Mezquita (1883-1954) por parte de la Hispanic Society a principio de los años 30 de retratar al dominicano (http://www.album-online.com/detail/es/orz071918).

La reconocida institución con asiento en Nueva York le encomendó al artista español de retratar a señeras figuras de las letras hispanoamericanas. El resultado no fue tan glamuroso: un intelectual que debía refrendar su pertenencia al mundo académico portando libros, un rostro mexicanizado, sin bigote, que evitaba mirada directa y lo hacía todo como de soslayo. En síntesis: un retrato poco logrado. Curiosamente López Mezquita se acercaría luego por la entonces Ciudad Trujillo, dejando imprimir en sus lienzos las figuras de Trujillo y familiares…

 

En tiempos donde una imagen debía decirlo todo, en la prensa dominicana todavía se seguía reproduciendo la antigua imagen de un Pedro joven. En 1941, durante su visita a Harvard, Henríquez Ureña se encuentra con el historiador Emilio Rodríguez y juntos se toman una fotografía pronto convertida en el primer ícono. Tenemos a todo un profesor camino a clase: con su cartera, su mirada tranquila pero no necesariamente relajada, con sobretodo más propio del verano que del invierno –el que sí parecía tener su acompañante-.

Esta imagen es la que utilizará Rodríguez Demorizi como primera página de su conferencia “La dominicanidad de Pedro Henríquez Ureña”, publicada en 1947, un año después del deceso del humanista criollo. Esta será la fotografía que desde entonces se impondrá en nuestro imaginario.

En el mismo año de 1947 Fondo de Cultura de México lanza un texto póstumo suyo: “Historia de la cultura en la América hispánica”, e igualmente en su primera página, una foto de Don Pedro: como todo mundo lo conocía, sereno, tranquilo, ya en sus últimos años, con un fondo de pintura colonial.

Screen Shot 2016-06-22 at 8.56.22 a.m.A partir de esta foto el pintor dominicano Tuto Báez realizaría una encomienda para la Academia Dominicana de la Historia: un Pedro Henríquez Ureña negro, con menos pelo, con una bigote “nada que ver” y con una expresión casi de susto.

Otra interpretación bastante curiosa la dio Manuel de Js. Goico Castro con la portada de su “Pedro Henríquez Ureña”, publicado por la misma Biblioteca Nacional en el 1986. En una imagen realizada a partir de la célebre foto hecha por Silvina de Ocampo mientras el profesor Henríquez Ureña disfrutaba unas vacaciones en Mar del Plata. Mientras en la foto original nuestro personaje trata de esquivar los efectos de los rayos solares, en la versión de Goico Castro a Henríquez Ureña “le han sacado los ojos” literalmente.

Versiones, diversiones, ¿perversiones?

En 1984 el centenario del nacimiento del hijo de Salomé reclama su espacio filatélico. Como no puede ir solo, va naturalmente con la imagen de su madre. En ese año aparecen dos estampillas de ambos. Utilizando las técnicas puntillistas –que es algo así como hacer diploma en pirograbado o andar con un sombrero de cana por el Polígono Central-, el artista hace retratos aún más irreconocibles que los originales. Y eso, que el “original” de la imagen de Salomé Ureña es una acuarela de un pintor de Cabo Haitiano a partir de una fotografía –la única que existe-, y que parte de la misma familia Henríquez rechazaba “porque se venía muy negra”. (Pero de las versiones iconográficas de Salomé nos hemos ocupado en ocasiones anteriores…).
En 1984 igualmente se produce un concurso literario de la OEA y de la UNPHU que gana Emilio Carilla. El libro –“Pedro Henríquez Ureña: Signos de América”- se publica en Washington, y en su portada aparece la célebre fotografía que en 1942 le tomara la fotógrafa alemana Grete Stern. Pedro está definitivamente posando, con un sombrero que nunca ni antes lo habíamos visto, vestido como para salir. ¿Tendrá como referencia la autora de esta fotografía la pintura de López de Mezquita donde también aparece un sombrero, pero esa vez, en manos del escritor? Puede ser. Por otra parte, esta fotografía, junto a otra de Juan Ramón Jiménez, por cierto, se convertiría en la primera adquisición de fotografías de escritores hispanoamericanos por parte de una universidad norteamericana, la de Princeton. (https://blogs.princeton.edu/graphicarts/2012/09/grete_stern.html)

Las mismas imágenes de los sellos del Instituto Postal Dominicano, veinte años después, se clonarán en las papeletas de 500 pesos, con la novedad de que la versión de la pintura de López de Mezquita se invertirá, porque si bien el hombre es más alto que la mujer, al menos a la madre se le debe conceder la principalía que es estar a la derecha del hijo.

En este 2016, el INPOSDOM celebra los 50 años de la UNPHU. Lo que podría ser una buena ocasión para demostrar talento, creatividad, se convierte en todo lo contrario: se recicla la pintura del español, y peor aún: el PHU de la imagen será todo menos PHU: los labios aquí están definitivamente chuecos, la nariz más puntiaguda que nunca y la blancura de la piel que despierta sospechas evidentes.

¡Y si escribimos sobre la estatua del Maestro en la Avenida que lleva su nombre esquina Leopoldo Navarro, en la puerta del Banco Central! ¡Y si pasamos por la joya de la corona, la pintura que adorna el pasillo principal de la Biblioteca Nacional!

Pero bueno: rompí mi promesa de no vincular más lo negativo-dominicano con la figura del maestro dominicano.  Aquí se aprecian estas imágenes, tal vez para recuperar otras, pero entonces que sean creativas, reales, sin falsedades, con la claridad vital que se planteó el maestro Pedro Henríquez Ureña.

p.s. Como una curiosidad tenemos la serie de sellos del Correo de Nicaragua en 1986, donde se incluye uno dedicado a Henríquez Ureña. Se recrea la foto incluida en “Historia de la Cultura..” y tiene su dignidad: demostración de que también una foto se puede recrear y que el dibujo tiene sus encantos…