El Rafael Álvarez que aun esbozo en mi memoria, es la del joven arquitecto clase media, que exhibía en el regodeo bohemio la sacrílega costumbre de tomar un salero para añadir sal a su cerveza, mientras trazaba sueños precisos de superaciones y logros profesionales, que le permitieran dar razón a una existencia signada por la creatividad; desde ya, aparentemente condenada por una sociedad como la nuestra, en las que pesan apellidos, procedencia, relaciones o estrato social, para lograr abrirse camino en una profesión como la de Arquitecto. Es de todos conocido el gran número de arquitectos egresados de nuestras universidades, que pasan a la legión de desempleados o al ejercicio de funciones ajenas a su formación profesional, que nunca tendrán la oportunidad de materializar un proyecto o de lograr el sueño de ver figurado en la realidad, lo que sólo quedará irremisiblemente atrapado en los espacios del papel.
“Rafelito”, como aún lo llaman los del círculo de amigos más próximos, egresado de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña, realizó simultáneamente estudios de dibujo y pintura en la Escuela de Artes del Instituto de Estudios Superiores (IES) –hoy Universidad APEC–, demostrando rápidamente una consumada destreza como dibujante y un personal discurso expresivo visual , que le merecieron reconocimientos en eventos nacionales, y posicionamiento en el estrecho mundillo de las artes visuales dominicana. Sus pinitos arquitectónicos dejan su primera impronta en aquella esquina de la residencia paterna, de la famosa “curvita de la Paraguay”, donde levantó aquel “bunker” arquitectónico, pequeña y monolítica construcción destinada a ser su estudio, que poseía espacialmente esa introspección a la que le obligaba su ubicación barrial. Rafael, al igual que otros artistas e intelectuales amigos, era asiduo visitante de mí estudio en ese momento preciso de revelar improntas que pudieran concretar nuestro hacer creativo; en donde la principal argamasa para la amistad, era la similitud de alineaciones en planteamientos conceptuales y estéticos de los procesos creativos, en las diferentes vertientes del Arte.
Álvarez se regló metas concretas dentro del rigor de trabajo que le caracterizaba. Dio los pasos atinados para situarse en el lugar preciso que le permitiera descollar como diseñador, aunque esto le impusiera momentáneamente el abandono del oficio de pintor.
Su amplia visión del diseño y la multifacética formas de formular su caudal creativo, lo llevó a dar el salto a la gran metrópoli neoyorquina, donde inicia una nueva etapa de responsabilidades como uno de los directores de diseño Tihany, empresa reconocida a nivel mundial, bajo la dirección Adam D. Tihany, especializada en los diseños de espacios interiores para hoteles, restaurantes, bares, aeropuertos privados y tiendas, entre otros . Allí, por más de veinte años, pudo dar rienda suelta a su labor mediadora entre arte y público, con creaciones de formas y espacios funcionales además de suntuosamente bellos. Sus realizaciones como diseñador revelan un espíritu de superación en cada proyecto, desafiándose así mismo para realizar algo distinto, “no visto antes”. La concepción integral de los trabajos que ha realizado el diseñador, lo han llevado siempre a concebir sus proyectos como un todo, en donde el objeto más sencillo de la propuesta debe ser concebido para el espacio que se destina. Así vemos, como desde una silla o simplemente un tenedor, han sido previamente bosquejados por un creador que no quiere dejar nada al azar.
La vida del diseñador se desenvuelve en una constante búsqueda y experimentación de soluciones. “El diseño, como ejercicio y práctica, presupone ciertos requisitos, reglas y principios que llegan a asimilarse a través de múltiples actividades de carácter didáctico, a veces bajo apariencia de un juego o quehacer intrascendente, y otras como ejercicios serios de disciplina, investigación y adiestramiento.” (Diseño, arte y función. Solana Donoso; Jesús. Pág. 56).
Los trabajos realizados por Álvarez para clientes de la firma Tihany, comienzan a descollar por el acierto, alto grado de elegancia y confort logrados. Así vemos como sus diseños trascienden el espacio metropolitano de New York, para dejarse sentir en proyectos de ciudades como Hong Kong, Las Vegas, Beijing o Shanghái. Dentro de sus diseños de interiores podemos destacar: Le Cirque, One cps (Plaza Hotel, New York), Inagiku del Hotel Waldorf Astoria, Spago Chicago, Monte’s Club Restaurant de Londres, Lafite Restaurant en Kuala Lumpur, entre muchos.
En el 2004 sus deseos de crecer y expandirse le mueven a crear con el socio Brannen Brock, su propia compañía: Álvarez + Diseño Brock. Con la creación de ésta compañía, el arquitecto imprime un nuevo estilo a los últimos trabajos que realiza, tratando como él expresa de: “No seguir las tendencias”.
El eclecticismo que se palpa en sus realizaciones, trata de transmitir una nueva experiencia a las personas que se mueven en sus bien concebidos espacios, pensados para satisfacer necesidades. Pero siempre , dice Álvarez : –contando con la complicidad de clientes que tienen sueños y que quieren hacer algo diferente, algo especial con una gran calidad y están abierto a tomar riesgos para hacer que suceda.