I.
Estamos ya instalados en el nuevo año. El 2021 acaba de iniciar en medio de una situación social complicada, herencia fatídica del año recién pasado. Una buena parte de los dominicanos nos lo pasamos encerrados, contemplando con incertidumbre las frías estadísticas de contagio y de fallecidos de Covid-19.
Cerramos el año con muchas interrogantes que aún están sin respuestas. No nos detendremos a esperarlas. El año 2021 ha iniciado, y tras él iremos nosotros a recorrer el ciclo que empieza en enero y concluye en diciembre.
Al momento de esbozar este trabajo, realicé una búsqueda en Internet detrás de textos poéticos que aludan al inicio del año y a sus ritos tradicionales. Ando lejos de mis espacios habituales, y mi modesta biblioteca quedó atrás, allende el mar. Sin embargo, no encontré muchas cosas relevantes. Algo de Neruda y otro algo de Cortázar me tentaron, pero tras un tanteo inicial los descarté por una u otra razón que no vienen al caso, sin por ello restar méritos a esos poemas y a sus meritísimos autores. Solicité ayuda, y ésta me llegó en un documento de Word en el que un amigo de Puerto Plata me envió un poema suyo relacionado con la despedida del año viejo. Es un poema de celebración de la vida. Luego, la memoria me actualizó la melodía y las letras de una canción que adoro, interpretada por Sonia Silvestre y compuesta por el cantautor cubano Vicente Feliú. Se titula Un año que comienza, una de las canciones más hermosas de la temporada.
Empecemos con el poema-canción de nuestra Sonia Silvestre. Es un texto sencillo, pero dice tantas cosas hermosas en pocas palabras…
II.
Un año que comienza
Vicente Feliú
Comienza el primer día
de un año que comienza contigo.
Un año es siempre un año,
y nunca es suficiente.
Y me besas a las doce,
y los amigos se abrazan;
y algún hereje
se acuesta temprano.
Ven a recorrer
todo este día de punta a punta.
Ven a recorrer
mis puertas, mis ventanas.
Ven a recorrer
mi poema de luz y fe,
y ven a recorrer
mi esperanza.
Comenzamos de pronto
por mirarnos la risa,
la risa de tus calles,
la risa de mis besos.
Y luego te pido un beso,
café y tu mano temprano
para sembrar la mañana
de este día aquí en mi pecho…
Ven a recorrer…
Aunque se trata de una canción, nos concentraremos exclusivamente en sus letras. La voz poética, que va desde un yo que habla a un tú que escucha, se sitúa en los últimos minutos de la Nochevieja, enumerando pormenores del momento en que el viejo año pasa la antorcha al nuevo. La efusión de “un año que comienza” tiene un motivo especial: la presencia del ser amado, el tú al que se dirige el hablante.
La segunda estrofa describe el ritual de cambio del año: el beso celebrativo de la amante y las felicitaciones de los amigos presentes, sin soslayar a quienes prefieren irse a la cama antes del relevo del año. Son los “herejes”, los que desdeñan esos rituales que se repiten invariablemente cada 365 días, o que simplemente prefieren dormir.
El yo poético que habla a través del texto invita a su amante a explorar las posibilidades de ese nuevo día que es la puerta de entrada al año. Y a recorrer las puertas y ventanas, algo que, yendo más allá de la literalidad, sugiere una invitación a un acercamiento pasional; una invitación del cuerpo enamorado a ser poseído.
Cada nuevo año llega con promesa renovada de cambio, con aspiraciones y anhelos, sueños y propósitos que se repiten o se reinventan. Por eso, el poeta-letrista convoca a su amada a hacer un recorrido por esos espacios íntimos del alma, allí donde nace (“mi poema de luz y fe”), la esperanza. Es una entusiasta exhortación a transitar los días de “un año que comienza” con optimismo, de la mano del amor, que es el puente que une a los sujetos del poema: el hablante y el receptor.
El inicio del año coincide con un amor que igualmente comienza (o recomienza), la vida se llena de motivos para la celebración, y la risa es el sello distintivo de esa alegría que aparece renovada en los labios, efluvio de un corazón exultante. Por eso, el sujeto enunciador, la voz lírica, nos habla de ese momento mágico en que el gozo se traduce en risa. Una risa que no se circunscribe al ámbito corporal, sino que se ensancha para abarca el entorno (“la risa de tus calles”) porque cuando el corazón se alegra pinta de colores risueños el ambiente. ¿O es una referencia al cuerpo de la amante, visto como un espacio geográfico, tal como ya hemos sugerido en líneas anteriores?
Luego de la madrugada, que es como el filo de una navaja, línea divisoria entre lo viejo que concluye y lo nuevo que inicia, llega la mañana con sus hábitos tempraneros: el beso y el café, que son un doble ritual del amor y la costumbre. El poeta pide la colaboración (la mano) de la amada para sembrar la mañana de ese primer día en su pecho. Siembra simbólica de sentimientos, de entrega amorosa, en el surco donde se guarda todo lo noble y puro: el corazón.
III.
Yo te celebro, Vida
Javier Vidal
En este poema, escrito en el molde de la poesía tradicional (rimada y medida), el poeta celebra la Vida (así, con inicial mayúscula), la Vida que lo abarca todo, el cúmulo de circunstancias, buenas y malas, que experimentamos mientras ella discurre dejando su inexorable huella sobre sujetos y objetos. Su contenido no se circunscribe al año que ha transcurrido para dar paso a uno nuevo: el poeta hace un recuento de lo que ha sido su experiencia vital a lo largo de toda la vida. La relación con la fecha es más bien temporal: fue escrito un 31 de diciembre como reflexión de fin de año. Todo el texto es una expresión de gratitud a la Vida, por todo lo que ha significado dentro de la experiencia existencial del sujeto hablante. Y ese TODO abarca la totalidad de sus circunstancias: los grandes y pequeños logros, y aun las caídas momentáneas y los fracasos. Todo cuenta en ese amplio itinerario que es la existencia humana. Leamos el poema en su totalidad, para luego realizar un breve comentario general.
Yo te celebro, Vida
Yo te celebro, Vida, con tus incertidumbres.
Sin pretenderte pura como casta doncella
que no conoce aún los divinos pecados
de la carne florida con que el amor nos premia.
Yo te celebro, Vida, y después de tu paso
por este territorio de músculos y venas
satisfecho y sin otras urgencias post-mortuorias
me adentraré en la fosa oscura que te niega.
Yo te celebro, Vida; con todas mis preguntas;
con toda tu evasiva, tu falta de respuestas.
Con estos pies cansados de desandar caminos;
con las copas en alto del brindis de la cena;
y ese negro dolor que deja el que se marcha
cuando tú le abandonas en medio de la fiesta.
Yo te celebro, Vida, con las redes vacías,
y abastecido a veces de sueños y quimeras.
Sé que a veces te portas muy mal y me enfurezco
cuando mis pies danzantes tropiezan con la piedra.
A veces la mirada se me nubla de encono
y me brotan palabras hirientes y blasfemas
al ver distante el pan del labio que mendiga,
al ver el triste rostro del hambre y la miseria.
Pero siempre regreso del llanto a la sonrisa,
de la espina a la flor, del silencio al poema.
Siempre vuelvo los ojos desde el gris al azul
porque, Vida, eres breve para una larga pena.
Yo te celebro, Vida, pues llenas de entusiasmo
los pequeños riachuelos que fluyen en mis venas.
Y acepto tus heridas, tus golpes, tus desplantes…
porque me das a cambio la canción y el poema.
Yo te celebro, Vida, yo te celebro siempre,
hasta el día del zarpazo final que me detenga
el paso y borre el sol que entibia mis pupilas
y se queden mis manos enlazadas y yertas.
31 de diciembre de 2013 (para despedir al Viejo).
La Vida es siempre digna de celebrarse. Por más duras que sean las circunstancias, siempre “nos sobran los motivos” (Sabina) para encontrarle sentido, y ya encontrado ese sentido, celebrarla. De eso nos habla el mismo título del poema. El bardo acepta la Vida con sus incertidumbres e impurezas. Y parece decantarse por los goces que deparan las grandes pasiones, los más intensos placeres. De manera que hay que vivir con intensidad y con la absoluta aceptación de los premios y castigos, las altas y bajas, lo cual implica asumir la existencia humana en su cabal rotundidez. De igual manera, manifiesta la tranquila aceptación de su final, sin remordimientos ni sobresaltos. Y sin aspiraciones transcendentales, alma escéptica, al fin y al cabo.
El poeta admite que a veces se irrita cuando observa cómo esa misma Vida que aporta tantas cosas maravillosas, a veces se complace en golpear y amargar cruelmente el dulzor de vivir. Pero siempre acaba reconciliándose con ella.
El texto está estructurado en base a un juego de oposiciones que bien podríamos ordenar en una suerte de antítesis: Placer/Sufrimiento. Al primer elemento (Placer) corresponden: brindis, fiesta, pecado, pies danzantes, sueños, quimeras, sonrisa, flor, el color azul, canción, poema. En el segundo elemento (Sufrimiento) incluimos conceptos como: incertidumbre, evasiva, dolor, abandono, tropiezo, hambre, miseria, llanto, espina, silencio, color gris, golpes, heridas, desplantes, zarpazo, manos yertas. Los del primer conjunto constituyen una reafirmación de la Vida; los del segundo pueden ir desde una tristeza suave al dolor intenso. Todo ello hasta desembocar en la rigidez de la muerte (zarpazo, manos yertas).
Es notorio el hecho de que dentro de los conceptos que reafirman la Vida (Placer) la mayoría son de naturaleza sensual (del cuerpo), muy pocos se relacionan con el espíritu (sonrisa, flor, color azul, canción, poema), lo cual parecen sugerir la tendencia humana a la satisfacción de las demandas corporales (los llamados placeres de la carne) antes que las del alma. Querámoslo o no, el hedonismo nos arropa como una ola gigante de la que difícilmente podemos sustraernos. Los conceptos relacionados con el espíritu encierran una gran carga estética y sirven de contrapeso a los otros, los cuales se corresponden con nuestra naturaleza instintiva. La integración de todos esos elementos nos dan la verdadera dimensión humana, siempre diversa y aglutinante.
IV.
Conclusión
El inicio del año 2021, entre tantos retos pendientes de respuestas, demanda de mucha fortaleza de espíritu. El punto de arranque debería ser la reafirmación de la vida, que nace de una correcta valoración de cuanto ella representa. Los dos poemas que incluimos en este trabajo se destacan por suscribirse a esa finalidad. “Un año que comienza” es un canto esperanzador por el inicio del año, estructurado en base a un diálogo entre un yo que invita al encuentro y a la posesión amorosa y un tú pasivo o ausente; “Yo te celebro, Vida”, es una celebración de la existencia humana en su totalidad.
La pandemia que nos azota desde los inicios del año pasado nos ha hecho sentir lo vulnerables que somos frente a lo desconocido cuando el control no está en nuestras manos. Desafiados de manera soberbia por la letalidad del Covid-19, nos hemos visto impelidos a justipreciar los atributos que contribuyen al sostenimiento y permanencia de la vida. ¡Oh, debilidad humana: siempre tendemos a valorar más las cosas cuando mayor es el riesgo de perderlas!
“Un año que comienza” nos hace volver los ojos hacia una música plena de sentido, trabajada con agudeza poética y con alto criterio musical. Arte popular, pero jamás populachero. Hay en ese texto un lirismo limpio, pleno de sencillez y de belleza. He ahí un arte necesario en estos tiempos en que la plebería ha ido ganando tanto terreno en la producción artístico-musical. Imbuido de la filosofía del Carpe Diem, “Yo te celebro, Vida” nos estimula al gusto por las cosas maravillosas que nos depara el hecho de vivir; el poeta parece decirnos: “Disfruta cuanto puedas, sin remordimientos, acepta las penas que se crucen en tu camino, y cuando te requiera la Dama de la guadaña, acéptala sin reparos, porque eso, en definitiva, es la Vida”. Que ese sea el espíritu que reine durante este año 2021.
Luchar por la vida, pelear por ella, cuidarla de todo aquello que se le opone, debe ser la prioridad del momento (y de siempre). El buen arte musical, la buena poesía, nos acompañarán en ese itinerario que recién empieza. Todo arte que está al servicio de la vida es digno y noble. Seamos nosotros merecedores de su grandeza.