Musas, ángeles y demonios del verbo interior de mi persona, se cristalizan en mi estudio o atelier creativo, explayándose sobre el objeto-sujeto intervenido hasta el logro de la obra de arte consumada. Pero al igual que la mayoría de otros talleres de artistas, también ha sido punto de encuentros y desencuentros. De diletantismo de asiduos e invitados, que copas en manos, rebosada de vino,  han ambicionado bajo el dominio de Baco,  conquistar la inmortalidad y el universo. Espacio donde el goce carnal de lides dignas de epopeyas de amor y desamor, se han modelado en amazonas y diosas del Olimpo.

El Brigadier, de Pedro Peix

Intelectuales y artistas han discurrido por mi estudio, dejando improntas de un anecdotario que levanto, y a futuro  esbozaré con algunas pinceladas. 

Ahora me detengo a recordar al amigo, compadre y hermano, el gran intelectual y escritor dominicano de profundo vuelo literario Pedro Peix Pellerano, poeta, cuentista y novelista de verbo combativo y aguerrido; quien nunca dio brazo a torcer en defensa de sus opiniones. Reconocido con numerosos premios por su fecunda obra intelectual, a quien recientemente le sorprendiera la inmisericorde guadaña de la muerte.

Rememoro a Pedro llegando a mi estudio, por lo general vestido siempre impecablemente de traje y corbata,  no importando que hiciera el más angustiante calor de nuestro trópico inclemente. Yo, que me sentía a gusto vestido de manera casual, y listo para el trabajo diario en el estudio, le cuestionaba: – Tú no tienes calor, con ese traje, a esta hora del día ?. A lo que respondía rápidamente y no sin cierto dejo de enfado : “- Es que yo tengo mi propio aire interior.” Un cuestionamiento de esta naturaleza, proviniendo de otra persona, hubiera bastado para originar inmediatamente una trifulca.  Solo a contados amigos: Andrés L. Mateo, Tony Raful y quien escribe, podía Pedro aceptarle chanzas o interrogantes,  dado el concepto dieciochesco de honor que poseía.

En la acogedora oficina de mi estudio tenía un equipo de música, para ese momento muy vanguardista, en el que Peix grababa las cintas (cassettes) para su programa de radio “La ciudad de las palabras”, que se difundía por la emisora Onda Musical.  Una estación radial, que en son de broma le decíamos a Pedro, que solo se escuchaba en la manzana donde estaba situada en Ciudad Nueva, por el poco alcance de sus ondas hercianas .  En este programa de radio,  el cuentista y novelista, hablaba sobre literatura, música, artes visuales, cine, etc.,  y por lo general,  invitaba algún conocedor a dialogar sobre el tema a tratar. En cierta ocasión, invitó a mi estudio a un personaje (me reservo su nombre)muy versado en temas de Jazz, el cuál,  en un momento de la grabación, en la que parlamentaban sobre un músico de jazz, osó decirle: “–Pedro… permíteme ilustrarte”. Esa sola  frase cayo a Pedro como una bomba, bastando para que se anulara la divulgación de la cinta, y convertirlo en enemigo acérrimo de esa persona, a quien enfrentó con descalificaciones sobre su intelecto y estilo de vida.

La noche de los buzones blancos, de Pedro Peix

La casi totalidad de las portadas de sus libros: “La noche de los buzones blancos”, “El fantasma de la calle El Conde”, “El paraíso de la memoria”, “La narrativa yugulada”, “El Brigadier” y “Los despojos del cóndor”,  fueron diseñadas por mi; faena creativa  en la que siempre confió. 

En la medida que se radicalizaba en sus posiciones intelectuales, se distanciaba de una colectividad que a duras penas toleraba; y al final de sus días,  los que él aún consideraba amigos,  se podían contar con los dedos de una mano y sobraban dedos.

Su novela “El clan de los bólidos pesados”, motivó una de sus llamadas para reunirnos en mi estudio. Cuando llegó,  subió por la escalera con gran hermetismo, trayendo en sus manos un gran portafolio en el que tenia el texto, aún mecanografiado, de lo que sería este libro. Observé la larga cabellera que se había dejando crecer, y que me trajo a la mente una imagen de un personaje de la película “Los duelista. Luego de su amistoso saludo y dispararme su acostumbrada pregunta: -Qué estas leyendo?,  a la que respondí de manera jodedora, conociendo sus posiciones sobre el poder y la religión;  -Estoy leyendo La Biblia,  lo que lo dejó dubitativo por un momento.

La razón de su visita, era conocer mis opiniones sobre los collages que había realizado para ilustrar la obra que publicaría. Los diseños mostrados eran descarnados e irreverentes, exhibiendo composiciones en collages, fotografías de desnudos femeninos tomadas por él con una cámara Polaroid,  que pudieron convertirlo en sujeto de demanda judicial. Pedro escucho con atención mis opiniones, en la que le insistí sobre el tratamiento que debía realizar sobre algunas imágenes para evitar posibles demandas, y aun mejor, eliminándolas.  El libro se editó posteriormente con todos los diseños: portada, contraportada, collages y fotomontajes utilizados en sus ilustraciones interiores;  realizados por el escritor. Materializaba así, en su libro,  sus viejas elucubraciones dialogadas conmigo sobre el dadaísmo, el fotomontaje y las obras creativas de Picabia y Heartfield.

Pedro Peix, “Escritor nihilista, contradictor de paradigmas, sin misión epocal ni conciencia a sueldo”, según se describía en sus escritos panfletarios, los cuales ilustraba con collages, fotocopiaba,  y posteriormente eran distribuidos  gratuitamente por las manos del amable Abreú, camarero por muchos años del “Palacio de la Esquizofrenia” (Cafetería El Conde). Refiriéndose a los que les adversaban por su posición, expresaba:   Critican al nihilista, pero no al usurero. Sancionan al que refleja mordacidad ante el recrudecimiento de las desigualdades sociales, pero no al que exhorta a la competencia más deshumanizante ni al que aspira a alcanzar el lucro máximo en la “sociedad de mercado”. Se acoge un clamor de indignación contra el nihilista, pero no se cuestionan los mecanismos de rentabilidad y privilegios con los que una minoría construye su riqueza.”

El paraíso de la memoria, de Pedro Peix

La actitud palmaria de sus convicciones sobre el poder, la religión y los valores sociales , manifestadas en sus escritos,  lo llevaron a abandonar la columna “Entre días”, espacio que mantenía en el diario que publicaba sus artículos, hasta el momento que intentaron censurar el tono de su discurso. Nos dice Peix, en una parte del escrito “Me niego a ser feliz solo por estar vivo”, uno de sus muchos “panfletos” que atesoro:   Lo que realmente se quiere es homogenizar el pensamiento, imponer una escritura que no transgreda los estereotipos del lenguaje convencional, que no altere los parámetros conceptuales con que la sociedad se involucra en el fluir de la vida y asume las contradicciones  de su tiempo. Es el acatamiento a unos valores culturales donde la sensatez y la resignación conforman el orden social. Es la seña de identidad requerida para incorporarse y laborar en los órganos de mando de la burguesía. Por eso el “periodismo de opinión” no debe distanciarse de los planteamientos tradicionales, de las formulaciones comunes que conlleven una semántica de la violación y la disolución institucional. Lo que habría que determinar es si el contestatario dentro de un régimen democrático puede preservar sus contenidos críticos sin reafirmar las coordenadas ideológicas de sus empleadores. Lo que habría que ponderar es si el libre debate de las ideas está condicionado a la fiscalización de los criterios,  a la evaluación espiritual de sus testimonios e incluso a la reglamentación anímica de su prosodia y divagaciones. Lo que habría que redefinir es si los llamados “artículos de fondo” que configuran el periodismo de opinión deben someterse a modelos genérico de expresión que difundan el optimismo por la democracia y sus instituciones, omitiendo la defraudación de sus conquistas formales, eximiendo de culpa al liderazgo nacional por la descomposición creciente de los partidos o bien, atenuando el énfasis en la denuncia por el desquiciamiento jurídico – político del “mandato representativo”, a fin de ofrecerle a la colectividad un juicio amable y una orientación edificante”.

Nihilismo: Negación de todo principio religioso, político y social.

 Fil. Negación de toda creencia