Medianoche en el Parque Duarte de Santo Domingo.  Viernes en la noche.  Un policía de  le ordena mostrar sus documentos de identidad al cooperante suizo de melena pelirroja y camiseta que reza algo en francés como No Igualité y mucho  menos Fraternité.

El policía procede sin más a  revisarle  los   bolsillos del pantalón del extranjero. No encuentro nada comprometedor. El cooperante le enseña una copia del pasaporte en papel de maquinilla pero el policía no parece muy convencido. Todo sucede bajo la luna de verano en la Duarte con Billini, frente a los Dominicos. Nadie pasa. Nadie observa. Silencio y metros más adelante se percibe el Parque Duarte Encendio.

Parque Duarte, de fiesta.

Hace rato que, en el centro del parque, en los ladrillos que rodean la estatua del Patricio retumba sin pausa y con prisa la macro bulla de dos congas latosas similares en intensidad y desafine a los combos improvisados de la infancia en cualquier callejón de la antigua ciudad.

Suenan dos latas medianas de salsa de tomate tocadas por Camilo y su tropa de chancleteras sin frontera,  hípsters marihuaneros, charlis del barrio y coloridos  trans acompañados del coro de los perros racistas que solo le ladran a los paleteros y niños haitianos limpiabotas.

Suenan las dos latas medianas de salsa de tomate destrozando los tímpanos de las tres señoras desesperadas en los apartamentos arriba de Pablo y al lado de Yura.

A la derecha, vibra   la explosión del desacate gritón de falsa alegría de la fauna LGTB.  En el mismo trayecto de la conga seca e histérica,  la corte de mendigos y rateros buena gente hacen su entrada para pedir dinero para  comprar  un bolón de crack o algo de picar para la cena porque "pana, tengo hambre, no le tiro na al estómago, pana, dame algo, pana”.

El resto de la fiesta urbana zonera  es la jipada progre ahora popi wawawa embicada de birras, cannábica, insolente y malcriada. Todos los tiempos han sido iguales. La rebelión de los outsider de las ciudades. Desde Nueva York a Barcelona. La Plaza Dos de Mayo de Madrid es un ejemplo.

Más allá de las congas, la luna de verano, los perros de Camilo, los bolones de crack, la jisteria marihuanera y las  chancleteras, la Gran Jipada ignora que  al cooperante suizo acabado llegar pasa por el calvario de ser cuestionado por la Policía.

-Gringo, dame 500 pesos.

Yo no tener dinero. No cambiar dólares.

– ¿Dólares? pasa 50, dale. El comando ya tiene el queso en su cabeza  de lo que hará si le quita 50 dólares o más al suizo acabadíto  de llegar.  El suizo casi no sabe español y el miedo no es lo que lo agobia sino el asombro de que lo paren y lo cacheen en plena calle.  No ha hecho nada. Solo caminar por una calle rumbo al Parque Duarte a encontrarse con amigos recién conocidos. Para él todo el país es una novedad.  La Presidente, sus costumbres y  sus deseos de ayudar. . De repente, la euforia de estar en el Caribe se apaga poco a poco .Una vez más se pregunta ¿por qué lo llevan preso?

– Sorry, no. No darte dólar

– ¿cómo qué no? Camina. Te vamo a invetigal en el detacamento.

Tun tun tan tan tun tun tan tan. Las congas de Camilo siguen explotándoles los oídos al Patricio y a las damas de arriba, la gritería LGBT alcanza mayores decibeles, Pablo sigue vendiendo más cervezas y Yura saca más mesas y sillas frente al bar. Es medianoche y  apenas empieza la noche.

Nadie se imagina que el cooperante suizo camina cabizbajo acompañado del policía turístico.   Minutos más tarde lo liberarán tras una sola llamada a su embajada, pero ahora se sigue preguntando por qué lo apresaron si no hizo nada.

TUN TUN TAN TAN TUN TUN TAN TAN…